Contemplaciones contra el tedio

I
No soy afecto a hacer caso, como mucha gente, de los correos multitudinarios -a menos que sepa la garantía de su remitente-. Sin embargo, últimamente me he visto seducido por abrir los que se me mandan y que tienen como referencia a Ramiro Lomelí. Por estos días abrí varios que se habían acumulado no precisamente de Ramiro, sino de un sitio llamado Sieteviento. Mi sorpresa ha sido de lo más agradable, pues me he encontrado con una de las poquísimas muestras -bueno, no conozco, hasta este momento, ninguna otra- de lo que se puede entender como "poesía visual". Sí, lo mismo que ha aportado la literatura francesa, la española (Huidobro es un ejemplo) o la de nuestras tierras latinoamericanas (y ahí está Oliverio Girondo, para muestra, o Nicanor Parra), pero ahora con el apoyo de lo que las llamadas "nuevas tecnologías" nos permiten, particularmente, hoy en día, con la ayuda de Internet.

II
Ramiro Lomelí es un poeta que tiene que hacer de periodista para poder vivir. Pero es el único en estos momentos que explora en los beneficios que trae el laberinto movedizo de la web junto con el clamor pétreo de la reflexión que acompaña a la palabra; y con una enorme virtud: la del apabullante anonimato, no pretender escándalo ni ruido, sino todo lo contrario. Esto es, un poeta que no se queda quieto, sino que aspira a moverse hacia otros territorios. El resultado es, francamente, muy hermoso. Me he dado tiempo para detenerme en sus "poemas visuales", si se puede llamar así, y me he quedado alelado, sorprendido, cautivado. No es precisamente el único valor de la palabra poética la que me ha enganchado, sino el detonador fulminante de las imágenes que utiliza las que, en definitiva, terminan por derretirme. La complicidad de la imagen, con el atinado gusto en la selección musical, y un arrobamiento ante las imágenes mostradas, casi siempre en blanco y negro (¿fotografías del propio Ramiro?), producen una obra de la que me declaro admirador.

III
Esa obra ha llegado al correo electrónico bajo el nombre de "Revista Sieteviento", de la que no tengo ni la menor idea. Pero, cuando he hecho clic en cada una de sus entregas, me quedo detenido, escuchando la melodía o canción elegida, leyendo los textos de este nada desperdiciado poeta. Lomelí es un poeta netamente urbano. Un poeta al que le duele, o conmueve, lo que gira a su alrededor; y lo que lo rodea es la realidad gris de la ciudad deformada, el gesto arañado de sus hombres y mujeres que deambulan en el frenesí incontenible de lo que pueden chupar día a día de los otros, o de lo otro, así sea eso una pared, una calle, una fuente o el olvido de una huella que no sabe a dónde ir.

IV
Ramiro Lomelí nació en Barra de Navidad, en 1965. Sin embargo, su piel y caparazón están construidos con el asedio invisible y cruel de quien sabe gozar de la ciudad. Una ciudad que se le ha metido hasta la médula a este personaje, discreto, de trabajo cotidiano, casi anónimo y que ha sabido mantenerse, de manera muy inteligente, al margen de grupitos o capillas. Lo que está haciendo, en este apartado singular de la poesía visual, nadie más lo hace. Así de fácil. Y así de arriesgado.

V
Por lo mismo, lanzo desde este espacio mi más sincera felicitación por el trabajo que está llevando a cabo don Ramiro, flaco y con aspecto que me recuerda a un lejano galán de fotonovelas de los 60. Que siga mandando esos dardos, necesarios, de extraña mezcla entre el ruido y la penumbra, entre el golpe y el eco, entre el grito y el querer callar. La poesía destila su beneficio y eso es un enorme mérito. Lo dice un lector, un lector del silencio.
 
VI
Seguiré esperándolos, querido Ramiro Lomelí. Gracias.
Comentarios, quejas, y envío de poesías visuales de cualquier orden a: davidguerrero.lemus@gmail.com.