Viernes, 29 de Noviembre 2024
Cultura | Décimo aniversario del atentado del 11 de septiembre

Violencia y belleza: el vals del horror

En El Hershey man, la coreógrafa Gabriela Medina plantea las visiones del humano frente a la tragedia

Por: SUN

La parálisis personal y la de la multitud fue el punto para comenzar a trabajar en cómo se reacciona frente a la violencia.EL UNIVERSAL  /

La parálisis personal y la de la multitud fue el punto para comenzar a trabajar en cómo se reacciona frente a la violencia.EL UNIVERSAL /

CIUDAD DE MÉXICO (09/SEP/2011).- La coreógrafa Gabriela Medina vivía en Nueva York poco tiempo después del ataque a las Torres Gemelas. La cotidianidad se transformó drásticamente tras el suceso. La sociedad neoyorquina se vacunó contra el dolor. Esto lo entendió el día que mientras compraba una papaya, escuchó gritos, volteó y vio cómo el chino que atendía el lugar golpeaba salvajemente a un negro vagabundo. Ella, junto con otras seis personas más, permaneció como espectadora.

“Fue sorprendente, de verdad le daba una paliza frente a todos nosotros. Ahí trabajaba un mexicano, quien le avisó al chino que el vagabundo se había robado unas latas de chocolate Hershey. El negro finalmente sacó las latas de las bolsas de su abrigo y empezó a gritar que las devolvería. Ahí acabó todo. Me impactó lo que vi, pero me conmocionó más mi reacción y la de la gente que estaba alrededor. No hicimos nada. Sentirme paralizada frente a un acto de violencia fue una de las preocupaciones más grandes que se despertaron en mí. Al día siguiente comenzó la guerra en Irak, o, mejor dicho, la invasión en Irak”, narra en entrevista.

Parálisis personal
La guerra inició el 20 de marzo de 2003, cuando las fuerzas estadounidenses empezaron los primeros bombardeos aéreos sobre los objetivos iraquíes. Dos meses duró la ocupación, cuando el presidente George Bush declaró el fin de los principales combates.

“Estudiaba en la Universidad de Columbia cuando empezó la invasión. Recuerdo que pensé que todos los alumnos, donde supuestamente están los que tienen un alto nivel intelectual, iban a protestar, que nadie iría a clases o que tal vez habría huelga. Fui ingenua. Nada pasó, la vida siguió su rumbo como si no pasara nada, con excepción de la maestra Maxine Green, quien impartía educación estética, fue la única que trajo a colación lo que sucedía. La parálisis personal y la de la multitud fue el punto de partida para comenzar a trabajar en cómo reaccionamos frente a la violencia”, dice.

De esta experiencia nació la videoinstalación coreográfica El Hershey Man, estrenada en 2005 en Japón, en la que aborda la guerra que se desató tras el 11 de septiembre; y hace un recuento de varios episodios cruentos en la historia de la humanidad, como los bombardeos atómicos en Hiroshima y Nagasaki, en 1945, en el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Junto con el cineasta Mario Villa, quien creó el diseño visual, y el músico Carlo Nicolau, la coreógrafa mexicana planteó en la obra la visión que el ser humano tiene frente a la tragedia y el horror. A través de la estructura de una pelea de box y vinculando estos hechos con una base ecléctica de datos, El Hershey man es una declaración estética interdisciplinaria en torno a dos extremos de la condición humana: la violencia y la belleza.

En 2006 se presentó la obra en Nueva York, donde obtuvo el Award Show. Ese mismo año se estrenó en México durante el XXVI Festival Internacional de Danza Contemporánea Lila López en San Luis Potosí, donde recibió las mejores críticas y fue tal el éxito del montaje, que se mantuvo intermitentemente en cartelera durante dos años, convirtiéndose en una de las obras contemporáneas más importantes de los últimos años.

Vacuna contra el horror
El Hershey man es, antes que nada, una estructura coreográfica impecablemente construida: el escenario resulta un cuadrilátero de boxeo, sin cuerdas, cuyos límites, marcados en el piso, establecen los senderos y el espacio interno en el que se desarrollan los “acontecimientos”.

Al respecto, Mario Villa, director de arte de la compañía La Manga, explica que decidieron simular un ring de box, pues es el espacio donde la violencia no sólo es permitida, sino que también es celebrada.

“En el ring se acepta la violencia, siempre y cuando se sigan las reglas. En este sentido, se permiten cosas inverosímiles, por ejemplo, a Saddam Hussein lo acusaban de echarle gas mostaza a los kurdos, algo que se supone era ilegal. Por otro lado, era permisible lanzar misiles contra la gente inocente. Es absurdo cómo justificamos la violencia, el fin es el mismo: destruirnos, pero nos importan las formas. Por eso nosotros decidimos usar un ring de box, tener un espacio donde hubiera cabida a estos absurdos, a estas contradicciones”, explicó Villa.

Sobre el trabajo, el crítico de danza, Alberto Dallal, escribió en 2006: “Mario Villa ha ‘acondicionado’ el ring de manera original, exponiendo sobre el piso el interjuego de las imágenes y luces electrónicas que nos hablan de un ‘universo otro’ a la manera de las metáforas icónicas de un cuadro cambiante, bello, abstracto y sintético: la pantalla donde se exhibe esta belleza es el mismo piso del ring y en ocasiones los movimientos a ras de suelo de Gabriela se entrecruzan con las secuencias lumínicas de Villa”.

A la distancia, Villa recuerda cómo fue el proceso creativo: “En la obra no queríamos jugar a la sutileza, queríamos que hubiera momentos en que nadie tuviera oportunidad de ignorar lo que estaba frente a sus ojos, no hay poesía, no hay metáfora”.

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