Jueves, 12 de Septiembre 2024
Cultura | Literatura. El autor fue ganador del premio Tusquets en 2009

Sergio Olguín firma folletín policial

La fragilidad de los cuerpos tiene como protagonista a una joven periodista; el personaje evolucionará en cada entrega

Por: EL INFORMADOR

Aumentar la intriga en las novelas,dice Olguín,es una estructura que le resulta cómoda y que utiliza en sus otras obras.TUSQTS EDITORES  /

Aumentar la intriga en las novelas,dice Olguín,es una estructura que le resulta cómoda y que utiliza en sus otras obras.TUSQTS EDITORES /

GUADALAJARA, JALISCO (12/ABR/2013).- Alfredo Carranza, maquinista de trenes de la ex línea Sarmiento, subió al último piso de un edificio alzado en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, y se dio un tiro en la sien. Su cuerpo se derrumbó como un saco de piedras en medio de la calle mojada por una sábana de lluvia.

El suicidio de Carranza, personaje de la novela La fragilidad de los cuerpos (Tusquets, 2013), del escritor argentino Sergio Olguín (1967), es el pretexto principal para que la periodista Verónica Rosenthal, protagonista de la historia, decida realizar una investigación  cuyos resultados dejarán al descubierto una turbia maquinaria que juega con la vida de algunos niños que se atornillan en las vías ante la inminencia del tren y la desesperación de los maquinistas.

El género policial le resulta atractivo a Sergio Olguín. Autor de los libros Lanús (2002), Filo (2003), El equipo de los sueños (2004), Springfield (2007), Oscura monótona sangre (2009), Cómo cocinar un plato volador (2011), entre otros, ya tenía ganas de escribir una historia en la que el investigador fuera un periodista, ya que a su parecer, éste cumple a cabalidad con la función del detective en las tradicionales novelas policiales.

“Me parece que en Latinoamérica es muy difícil hacer un policial donde el investigador sea un policía o sea alguien vinculado con el tema de la justicia. Me parece que el lugar del detective de las novelas norteamericanas lo ha ocupado de alguna manera el periodismo o los periodistas en general”.

Luego de que en 2009 obtuvo el V Premio Tusquets de Novela por Oscura monótona sangre, Olguín afirma que no quería volver a escribir una novela parecida, con un personaje principal que le dio tantos dolores de cabeza. Durante el proceso, le resultaba difícil trabajar con él, tenerlo como compañero de novela. Por eso decidió crear a Verónica Rosenthal, personaje que planea seguir utilizando en otros libros.

En la novela, Verónica es una periodista de otra época en cuanto a su forma de entender el oficio. Comprometida, metódica, suspicaz, mordaz, Olguín considera que el personaje y él comparten ideas sobre los principios del periodismo, espacio desde donde se puede narrar la realidad y dejar al descubierto las injusticias que generalmente están escondidas para el gran público.

Verónica también es un personaje construido con la dureza de los investigadores de las novelas policiales, desde las clásicas hasta las actuales. Por otra parte, es también una chica treintañera, soltera, sin hijos, bohemia, preocupada por los problemas afectivos por los hombres y esquiva a las redes sociales.

“Mi intención es que Verónica tenga esta característica, que sea un poco tecnofóbica, que no se lleve muy bien con todo el mundo contemporáneo, con el que nos llevamos muy bien todos nosotros, que vivimos todo el tiempo en las redes sociales”.

Mantener la intriga

A lo largo de cada capítulo, la intriga aumenta en la novela. Olguín dice que esa clase de promesa narrativa se debe a una estructura que le resulta cómoda y que utilizó en sus otras novelas. La intención es mantener la sed de lectura en el lector, aunque en ocasiones no resulte posible.

“Me parece que tiene que ver con un estilo. Tiene que ver también con ser una tradición del folletín. El folletín tiene como género esa característica, que al final de cada capítulo te deja abierta la historia para la continuación del siguiente con una intriga”.

Al escribir el libro,  al novelista le interesaba que el lector supiera más que los personajes, que estuviera mejor informado sobre lo que ocurría en la historia. Los detalles que completarían el rompecabezas serían dosificados a lo largo de los capítulos.

“Me interesaba más que vieran el proceso de investigación, incluso sabiendo más información que los propios investigadores, porque el policial de hoy no tiene por qué estar tan vinculado con descubrir el enigma de quién es el criminal, sino ver los mecanismos que lleva a descubrirlos y el mecanismo social que hace que se permita que haya este tipo de crímenes”.

Olguín asegura que los escritores argentinos se sienten más cómodos en el género policial. Dice que en su país habitualmente se cree que la literatura gauchesca es la impronta literaria, sin embargo, no hay tantas novelas vinculadas a los gauchos como sí las hay ancladas al policial desde comienzos del Siglo XX.

“Hay una tradición bastante amplia del policial y autores como Borges y Bioy alimentaron publicando, traduciendo. También Ricardo Piglia tuvo su propia colección. El policial está muy vivo en la literatura argentina en general. Es como un género en donde nos sentimos especialmente cómodos los escritores”.

Reflexiona que el género policial es una buena excusa para desarrollar otros temas: los vínculos afectivos de Verónica Rosenthal con Lucio Valrossa, también maquinista; la historia de Peque y Dientes —dos niños son engañados para entrar en los terrenos de las apuestas que los llevan a jugarse la vida en las vías del tren—. Dichos elementos de la historia le sirven para no quedarse únicamente en un género y para crear empatía entre los lectores y los personajes.

“A veces lo que yo noto en el policial clásico es que el investigador no varía nunca de una investigación a otra... Me gusta más el estilo de novela donde el protagonista va desarrollando su historia en paralelo a la investigación que lleva adelante”.

FRAGMENTO
La fragilidad de los cuerpos


 Veinticuatro horas después de que Alfredo Carranza saltara al vacío, no quedaba nada que lo recordara en la calle Talcahuano al 1000. La lluvia parecía haber borrado las huellas de su muerte para tranquilidad de los vecinos. Verónica miró la fachada del edificio desde la acera de enfrente y le resultó tétrico. Un buen edificio para tirarse desde la terraza, pensó. La puerta de entrada permanecía abierta, algo bastante inusual en Buenos Aires.

Verónica cruzó la calle y entró a ese viejo hotel de lujo devenido en departamentos de profesionales y oficinas. En la recepción había dos personas: un hombre mayor que parecía vigilar a los que entraban pero sin impedir el ingreso, y una joven recepcionista que hablaba por teléfono. Verónica se acercó a la chica y esperó hasta que terminó de hablar.

—Discúlpame que te moleste, ¿te puedo quitar un minuto?

Le explicó que era periodista y que estaba tratando de averiguar sobre la persona que la tarde anterior había saltado desde la terraza. Como la mayoría de las personas en esas circunstancias, la chica estaba dispuesta a hablar con la prensa. Pero lamentablemente no sabía demasiado. Le dijo que nadie del edificio se había mostrado especialmente compungido. La chica quería hablar, ayudarla con algún dato. Ella no había visto el cadáver, no se había animado, pero el portero sí. El portero era el hombre que estaba también en la recepción. Salvo una descripción de película de terror sobre el cadáver estrellado contra el pavimento, el portero no pudo aportar tampoco nada cuando habló con Verónica. Preguntó si podía visitar la terraza y le dijeron que no, que la policía había precintado la entrada...

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