Para sacar al transeúnte de su cotidianidad

GUADALAJARA, JALISCO (28/AGO/2013).- La calle representa la prueba más ardua para un teatrero, dice Noé Castro. Al ser muy acelerado, el ritmo de la calle acentúa la prisa de los ciudadanos, que normalmente son presas de múltiples distractores. Para que una obra de teatro se presente en medio de esa vorágine, se tienen que cumplir varios requisitos. En primer lugar, la historia debe generar empatía, ya que de lo contrario los espectadores simplemente se van. No tienen obligación de quedarse, pues no pagaron boleto.

Noé Castro forma parte del proyecto Teatro Vagabundo, que se presentará este sábado a las 20:30 en la explanada del Templo Expiatorio y el domingo a las 17:00 horas en el Exconvento del Carmen.

Dirigida por Eduardo Covarrubias y con las actuaciones de Carolina Ramos e Imelda Sánchez, Teatro Vagabundo busca que la gente conozca su trabajo en la calle. El objetivo del montaje es transgredir un poco la urbanidad al llegar y presentarse intempestivamente en la calle, sin previo aviso. También pretende sacar al transeúnte de su cotidianidad.

Aunque por el momento sólo tendrán dos presentaciones, los integrantes de la obra -que obtuvo una beca por parte del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes (CECA)- prevén realizar una decena de funciones en plazas públicas y en otros municipios.

Sánchez explica que los personajes que conforman la obra "Ay love" son extra cotidianos al estar estilizados. De la historia prefiere no hablar, ésa la irá deshilvanando el espectador en el momento de la presentación. Lo que sí dice es que se trata de pequeñas situaciones que tienen que ver con la ilusión humana, el amor y el desamor.

La puesta en escena tiene una duración de 28 minutos. Participan un músico, dos actrices y un títere que, encaramados en un carromato, invitarán a la gente a formar parte del espectáculo. Para poder llevarla a cabo, los miembros del proyecto ensayaron unos cuatro meses, tiempo durante el cual también planearon toda la producción y la creación del vestuario.

EL INFORMADOR / GONZALO JÁUREGUI