Miércoles, 04 de Diciembre 2024
Cultura | Por: Carlos Lara G.

La fidelidad a un estilo

Los Anteojos de Baskerville

Por: EL INFORMADOR

El sábado pasado dio inicio la última gira de Miguel Ríos, figura crucial del rock en español, después de 50 años por las carreteras de este género. Lo primero que me viene a la mente es la entrevista que le hice hace cinco años en el marco de la Feria Internacional del Libro (FIL), previo a su concierto "Miguel Ríos 60 MP3", con el cual celebraba 45 años de trayectoria a 45 revoluciones.

En la entrevista comentó que, afortunadamente, estaba a punto de terminar su carrera y podía permitirse el lujo de no moverse de ese espacio que es el rock and roll. "He tenido la suerte -dijo- de poder ser fiel a mi música, fiel a una forma de entenderla". Para Ríos, nunca existió una bifurcación entre el rock y el blues. Viajero de ambas carreteras, se decantó por los dos géneros, aunque el blues lo atrapó por su sincretismo y ese poder aglutinador que sabe sintonizar cosas afines y no tan afines, eso que ha hecho que perviva como género y no solo como baile.

Reconoció que fue una apuesta gratificante. Al preguntarle por qué no se hacía más blues en castellano, explicó que por tener una suerte de reiteración de la primera y tercera frase, lo que hace que los textos se queden cortos y no se puedan contar grandes historias. Algo que tuvo la suerte enorme de superar. Reconoció, además, que los rockeros son impostores de una cultura que han hecho suya. "Me quedo con la actitud de los primeros rockeros, que era más vital que musical, sobre todo antes del robo a la negritud, al pueblo negro, que fue el robo más escandaloso que ha habido, el robo que hizo Sam Phillips a los negros trayendo a Elvis y a los chicos blancos a hacer prácticamente lo mismo", señaló.

Visiblemente relajado y sin perder la sonrisa, aseguró ser de las personas que les gusta mover las caderas tanto como las neuronas. Aunque reconoció también que tener ideología en estos tiempos no está bien visto, sin embargo, sostuvo al mismo tiempo que es ahora cuando más falta hace. "Es algo que hay que tener y defender -afirmaba-, pues si no nos damos cuenta los que estamos escribiendo, y la posibilidad que tenemos de comunicar algo que tenga sentido, estamos perdiendo el tiempo. La ideología es la madre de todas las emociones".

Se mostró reacio a dar un consejo a los hijos del rock and roll. Entre carcajadas dijo que a estas alturas tendría que hablar no a los hijos, sino a los nietos, y ya repuesto, comentó que la andadura del ser humano tenía muchas etapas y consideraba que estábamos en una de las más peligrosas, "porque hemos vislumbrado lo que es la democracia, lo que es tocar el bienestar y eso significa, desde mi punto de vista, ampliar los márgenes y dejar a mucha gente que se vaya derramando por esos márgenes". Sin ánimo de dar consejos, pidió a los nietos del rock and roll "mirar por la democracia, ya que es de lo poco que tenemos para salvar".

Al preguntarle si defendía su estilo a ultranza, frunció el ceño y dijo que a ultranza no hay que defender nada. Se trata más bien de una fidelidad a una forma de entender la música.
La última pregunta fue la de cuántos kilómetros tenía su carretera por delante. Con la mirada perdida y satisfecha dijo que para su oficio no quedaba mucho camino.

Cinco años después, Miguel Ríos llega al kilómetro cero colmado de "Memorias de carretera" y en su tacómetro no se ven números, sino una leyenda que dice "la fidelidad a un estilo". Estamos ante el adiós a un artista que supo combinar la dignidad artística y el compromiso social. Un artista sin el cual es imposible entender el rock en español.

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