Cultura | Carlos Lara G. La economía del protagonismo ''artístico'' Los anteojos de Backersville Por: EL INFORMADOR 3 de abril de 2009 - 01:54 hs La tecnoestructura dominante del mundo moderno ha enmarcado una serie de operaciones discutibles en diversos ámbitos de la vida. En el terreno de la agricultura alguien se preguntó: "¿Por qué tener dos cosechas al año cuando podemos lograr el doble?". En el terreno de la cultura, particularmente el de las exposiciones de arte, la pregunta fue: "¿Por qué conformarse con dos exposiciones al año cuando se pueden lograr hasta seis?". Claro, todo en detrimento de la calidad. Hoy el arte ya no busca provocar y recrear experiencias estéticas, sino fomentar el consumo. Un modelo iniciado por Phillipe de Montebello, longevo director del Metropolitan de Nueva York, que consistía en impulsar grandes y novedosas exposiciones. Sin embargo, según el mismo Montebello, hoy los museos están enfermos de "exposicionitis" por olvidar lo fundamental. Cómics en el Louvre, graffiti en el Grand Palais, Picasso en la National Gallery y Bacon en el Museo del Prado. Cada vez son más las exposiciones sin rigor artístico y cada vez menos las reflexiones en torno a los límites que deben acotar sus contenidos. Para Vicente Todolí, director de la Tate Modern, no son demasiadas las exposiciones que organizan hoy en día los museos. El suyo organiza hasta seis al año en forma simultánea, unas para todo público y otras "de culto". Según Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, sí es excesivo el número de exposiciones. Él realiza tres grandes y tres pequeñas por año. José Guirao, ex director del Museo Reina Sofía, además de considerar excesivo el número de muestras, denuncia la falta de congruencia entre el contenido y el título con el que son presentadas. Guillermo Solana, titular de la Fundación Thyssen, coincide en que se hacen demasiadas y que no son lo que prometen, debido a que en su mayoría son exposiciones de ocasión, empaquetadas y ofertadas al mejor postor. Sin embargo, para Klaus Albrecht Schröder, titular del Museo Albertina de Viena, lo importante es despertar el interés y deleitar al público. Para Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, los museos son hoy centros de producción de eventos y consumo. Aunque para Pablo Jiménez Burillo, de la Fundación Mapfre, las novedades son necesarias. Lo anterior ha generado que la mirada del público sea la misma para todo tipo de arte, lo cual representa un problema, pues si hablamos de una verdadera obra de arte, ésta nos desconectará de la realidad inmediata, como señala Gabriel Zaid; nos hará volver a la realidad de una manera despejada y libre para verla con otros ojos. Por ello, la mirada debe ser distinta. Hablamos de obras gloriosas y no famosas, pues estas últimas suelen cosechar los elogios de un público que ni siquiera las ha visto. Pueden llegar a ser grandes por lo que tienen de fama, pero nunca ser gloriosas, porque la fama es, como dice el poeta Joaquín Sabina, la calderilla de la gloria. El protagonismo actual de los museos nos muestra exposiciones que olvidan su principio fundamental: sus propias colecciones. Los hay que realizan exposiciones permanentes, resultado de sus investigaciones, con nuevas y justificadas lecturas en relación a su colección, y los que programan en función de la recaudación. Es necesario exigir un poco de sensatez artística ahora que los curadores y magnates de la banca esquilman clientelas calificando de arte lo que ellos bautizan como tal, bañan y respaldan de conceptos las frivolidades que presentan al mercado. Esto hace que las fantasías burlonas de ayer, como señala Enrique Serna, sean las obras maestras de hoy, por acuerdo de una elite decadente y obstinada en devaluar el talento para aumentar su poder. Es necesario que los museos economicen su protagonismo y al mismo tiempo el de los artistas que está maquilando el mercado. Temas Los anteojos de Baskerville Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones