Martes, 26 de Noviembre 2024
Cultura | ¿Somos de plano tan brutos?

El mundo alucinante

¿Somos de plano tan brutos?

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (22/ENE/2012).- Decía Bertrand Russell que sólo hay dos motivos para leer un libro: disfrutar con él o jactarse. Esto lo cita Juan Domingo Argüelles en un artículo que aborda las pocas y malas lecturas del común de los mexicanos y que publicó la revista Este país en su edición de enero. No voy a extenderme sobre la razonable tesis de Argüelles (quien recomienda analizar el fracaso de la educación mexicana en el contexto de las dificultades vitales por las que atraviesan cotidianamente millones de personas), sino que retomaré la frase de Russell en lo que tiene de acertada, que es mucho.

Se lee por placer o arrogancia, pues. Algunos se regodean con las palabras, las historias, las ideas contenidas en los libros. Otros las aprovechan para pararse el cuello, para dar impresión de inteligentes y conocedores. Y esta actitud, me temo, es la que consigue el aplauso y la que se espera que se adopte. ¿Qué hubiera sucedido si cuando le preguntaron a Peña Nieto por los tres libros que marcaron su vida, el político hubiera recitado los títulos solicitados sin balbucear ni confundir a Fuentes con Krauze? ¿Eso lo habría convertido en un hombre ilustrado y probo, en un estadista? No, claro que no. Porque se trataba de una pantomima, de un ejercicio de simulación. Salió mal y todos nos reímos, pero su éxito no habría cambiado lo que es ni lo que piensa hacer con el país si cae en sus manos.

¿Cuál es la versión escolar de esta farsa? Muy simple. Las clases de literatura (no sólo básica, sino incluso, en muchos tristes casos, en el nivel llamado “de estudios superiores”) en que los alumnos se afanan por memorizar las fechas de nacimiento y muerte y los títulos de los libros escritos por una serie de perfectos desconocidos, así como las consideraciones más o menos pertinentes que otra serie de desconocidos, profesores o críticos, han aventurado sobre ellos. Tal sistema, que sigue imperando  en la inmensa mayoría de las escuelas del país, es perfecto en su inutilidad. ¿Cómo lo sé? Porque es perfectamente posible que alguien que lea cosas diferentes a las que enseña el profesor repruebe, mientras que uno que declame como perico lo que se espera apruebe cum laude y luego no vuelva a agarrar un libro en su puerca vida.  

Alguien dirá que los escolares necesitan la lectura principalmente como herramienta del aprendizaje. Así, como un trasto complejo y pesado como una pala mecánica, se las presentan y así nos va. Si queremos que lean por placer y no para salvar un examen o dárselas de cultos, la táctica debería ser distinta.

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