Lunes, 25 de Noviembre 2024
Cultura | Cultura: nuevas voces

''El arte crea cosas buenas''

''Necesitamos que los niños aprendan solfeo, piano, música, pintura desde pequeños, para que sean mejores ciudadanos'', dice Diego Escobar

Por: EL INFORMADOR

Diego Escobar, músico, consultor en políticas públicas.  /

Diego Escobar, músico, consultor en políticas públicas. /

GUADALAJARA, JALISCO (09/FEB/2012).- Diego Escobar (Guadalajara, 1982) va y viene entre las reflexiones filosóficas, la consultoría en políticas públicas  y el jazz, género musical que eligió para desarrollarse como baterista desde sus años de preparatoria.

Como músico colabora actualmente en el cuarteto tapatío Sherele, que en su repertorio de klezmer incorpora elementos de jazz, tango y rock. También participó en el proceso de composición colectiva y grabación para el álbum Diluvio, de Jaramar Soto.

En su faceta académica es licenciado en Filosofía y Ciencias Sociales por el ITESO, y cursó una maestría en Filosofía y Políticas Públicas en la London School of Economics durante el 2009-2010, como becario de CONACYT. Es profesor del Centro Universitario de Ciencias Económicas y Administrativas (CUCEA) y trabaja como consultor y evaluador de políticas públicas.

Formación musical y filosófica

“Antes de la licenciatura anduve por todos lados: Guadalajara, Austin, La Joya e Inglaterra, porque mis papás estaban entre terminando el doctorado y haciendo años sabáticos. La prepa en Estados Unidos fue genial porque elegí estar en música y las primeras 3 horas del día eran, o bien con la banda de marcha o bien con la banda de jazz, y era una big band muy buena. Yo ya tocaba batería pero nunca había tocado jazz, y ese fue un año de exposición continúa, de mucha práctica y de mucho escuchar.

A mi regreso a Guadalajara retomé mi carrera musical con Tomás Kessler, con quien formé un proyecto que se llamó Pitecantropus Erectus. El proyecto giraba alrededor del Haus der Kunst, como los de muchos otros músicos. Ahí se llegaron a armar palomazos buenísimos.

Después Tomás se fue a Denton, la mejor universidad pública en Estados Unidos para estudiar jazz. A mí no me aceptaron porque me faltaba piano. Me ofrecieron ir a tomar un tronco común en lo que me ponía las pilas, pero no era realmente lo que quería.

Entonces me regresé a lo que toda la vida fue mi segunda opción que es filosofía. Estudié en la Escuela Libre de Filosofía, y terminé en el ITESO. Y le seguí por mi lado a la música: toqué con los Three Mother Funkers hasta 2004, y entré a Sherele en 2007 cuando se formó como cuarteto. Sigo siendo parte del grupo pero no estoy siempre que tocan.

Ahora soy consultor en políticas públicas. Estudié una maestría en Filosofía y Políticas Públicas en la London School of Economics en 2009-2010. Está muy chida porque es mucho de filosofía política y una súper introducción al marco anglosajón de análisis de políticas públicas. A mí me interesan particularmente cosas como pobreza, obesidad, salud pública y cultura.

Trabajo de tiempo completo en ello y es muy demandante. Por eso no estoy tocando de fijo con nadie pero de repente hago distintas colaboraciones. También estoy desarrollando un proyecto personal que se llama Representatividad Nacional de batería experimental, en solo y dúo, que es como una reacción a ser alguien que ha tocado toda su vida respetando formas y sumamente preocupado por la estructura de la rola, por el ritmo de la canción. Es una reacción a 15 años de estructuras, formas y bases de otras cosas.

De jazz, espacio y tiempo

Mi formación es jazzista, aunque no estudié formalmente sino con maestros particulares, y estuve 6 meses en la escuela superior de música del DF.

Yo soy súper conservador con lo que significa jazz. Para mí una batería de jazz es una batería “que canta”, cuyos tambores resuenan con un tono definido, en general  con frecuencias y tonos ligeramente más altos que las baterías de cualquier otro género. No hay una sola percepción de la batería de jazz, pero creo que está menos limitada a sólo poner una base. Es un solista más.

Los bateristas y todos los músicos están todo el tiempo trabajando con cosas muy ricas para las reflexiones filosóficas: tiempo y espacio son las dos categorías del entendimiento por excelencia, lo que Kant usó para crear toda su epistemología.

El ritmo es una cosa muy abstracta, hay ritmos muy instintivos o muy tribales, que parecen simplemente una repetición de algo muy sencillo. Pero definir el ritmo en términos filosóficos sobre el tiempo es una cosa muy extraña, porque la repetición no necesariamente implica una continuidad temporal-espacial. Cuando la percepción es presente y puedes dudar de la existencia o de la ontología del pasado y el futuro, entonces se te deshace la continuidad. El beat que escuchaste hace dos compases ya no existe, estás escuchando este, y se te destruye la continuidad.

Las bandas en la escena local

Guadalajara ha visto cosas muy chingonas: los últimos 7 años han traído un dinamismo muy loco a la escena con el Diana, el Telmex, el Cavaret, y productores arriesgados que se han encargado de que más o menos todo el año puedas estar a la expectativa de un concierto que te emociona.

Por otro lado, las bandas en Guadalajara siempre llegan a un momento en que dicen ‘¿qué hacemos?, ¿somos una banda de foritos o queremos ser mas grandes?’ No sé si pase en todas las ciudades en México, claro que depende de mil cosas: que ensayes, que tengas un plan a mediano plazo, una estrategia de medios, contactos, que no sólo seas músico sino un súper RP, y seas muy chambeador.

Lo que yo extraño y siento que Guadalajara adolece muchísimo son foros medianos que le den continuidad al crecimiento de las bandas. Con una gestión independiente, con algo de apoyo institucional, costos de operación bajos y un gran soporte de la sociedad civil: de chavos organizados que se arriesguen a alimentar una escena mediana.  

Arte y sociedad

Siempre tuve intereses académicos y sí fue la filosofía, pero también estoy muy empapado de otras disciplinas de ciencias sociales y humanidades. Y toda mi vida es un dilema de que tanto peso ponerle a una cosa y a otra. Yo admiro profundamente a gente que se dedica sólo a la música. Porque es una convicción vital bien chida.

Dedicarse al arte, sea cual sea, es tener una fe, echarse un clavado a algo que te saca por momentos de la sociedad en formas muy chidas. Los artistas son como nuestros locos autorizados: se les permite tener puntos de vista más radicales. Hay una especie de amnistía con ellos, tienen una zona franca a su alrededor.

No es que haya una permisividad moral total, pero vivir en creación constante de lo bello, tener un compromiso con lo bello, para mí es una cosa súper honorable. Y es también una responsabilidad, es necesario socialmente hablando: el arte crea cosas buenas. Pero no sólo por el valor del arte, sino que la creatividad es muy importante en cualquier proceso emprendedor o cualquier solución de problemas.

Y ahí es cuando te puedes quejar de la educación artística en este país. No tiene que haber educación artística para elevar los índices de consumos y hábitos de la cultura en 20 años. Necesitamos que los niños aprendan solfeo, piano, música, pintura desde pequeños, para que sean mejores ciudadanos, mejores profesionistas de lo que sea, porque es una parte importantísima del desarrollo del cerebro.

Entonces el arte además de crear algo valioso, genera cosas que van más allá. En términos económicos serían externalidades positivas. Una sociedad con más arte es una sociedad más rica.

La música es fundamental. Hacer música no sólo me ha dado muchos amigos y relaciones humanos valiosísimas. Para mí hacer música siempre ha sido una cosa colectiva, de grupo, excepto ahora que tengo un proyecto de solo. Y creo que es una forma muy especial y única de estar con otros.

Puedes estar hablando o haciendo mil cosas, pero podrías criticar de una forma muy interesante qué tanto estar hablando significa estar con otros. Muchos filósofos te dirían que al hablar con otro no hay realmente una conexión, que no hay intersubjetividad sino una especie de soliloquio que yo elaboro con base en lo que mi cabeza percibe de lo que tú estás diciendo, pero la conexión se pierde, hay una ruptura.

Y creo que en la música hay una intersubjetividad muy hermosa que sucede en el espacio y en el tiempo, y el resultado es una articulación de eso. Y más en el jazz, cuando hay improvisación. El jazz es la combinación de intuición-reacción, y la música escrita. Y eso hace que la convivencia sea súper única, es una forma muy particular de estar en el mundo.”

Vivir en creación constante de lo bello, tener un compromiso con lo bello, para mí es una cosa súper honorable

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