Alguna vez escuché de un reel en Instagram que cuando amamos tenemos la oportunidad de experimentar la vida más allá de la individualidad y por lo tanto ser conscientes, por un instante, de una realidad compartida. Al mero estilo de Carrie Bradshaw, no pude evitar preguntarme ¿acaso nos enamoramos de manera individual o será la suma de los intereses de todos los habitantes de nuestro cuerpo?Recordemos que somos “castillos vagabundos” que cargan en su interior comunidades completas de biodiversidad, nuestro cuerpo es a la vez un microbioma conformado por montañas de músculo, ríos de linfa, cuevas alveolares y muchos otros paraísos nutricionales habitados por miles de organismos que navegan nuestros tejidos y en una de esas, hasta se enamoran bajo nuestra piel.Esta biodiversidad interna tiene, a su manera, necesidades, deseos y decisiones con impacto en el cuerpo que habitan. Se sabe, por ejemplo, que la composición de la flora intestinal puede tener consecuencias en el huésped, incluyendo sus “antojos”, en otras palabras, las bacterias que degradan el chocolate, estimulan al huésped a comerlo más. Por lo tanto, nuestra persona, en alguna medida, es también un reflejo de quienes viven en nuestro interior. El Proyecto del Microbioma Humano (NIH Human Microbiome Project) arrojó curiosos datos sobre la biodiversidad interna del Homo sapiens, por ejemplo, al comparar la diversidad microbiana entre diferentes partes del cuerpo encontraron que los habitantes son completamente distintos entre la cavidad nasal, oral, gastrointestinal, urogenital o la piel; es decir que hay organismos que adoran las playas de saliva, mientras que otros prefieren los bosques de las axilas. Sin embargo, lo que me parece aún más fascinante es que esta diversidad de ciudadanos internos es muy distinta de una persona a la otra, como si se comparara a los neoyorquinos con los tapatíos. Por lo que la comunidad microbiana de nuestro cuerpo es tan vasta y diversa como nuestra propia historia de vida; qué genes portamos, dónde nacimos, qué nos gusta comer, con quién nos juntamos y por supuesto a quien besamos.¿No les ha pasado que el aroma de una persona nos parece atractivo, mientras que el de otra es repulsivo? Bueno, aunque el olor corporal y el gusto dependen de muchos factores ambientales y sociales, sabemos que también está relacionado con la micro biodiversidad del cuerpo humano, así que quizá, al menos en algún sentido, la atracción romántica también está influenciada por la microbiota. ¿Acaso el amor es una experiencia biodiversa? Sabemos tan poco de las interacciones de este gran Sex and the city que llamamos cuerpo humano que quizá hasta las lombrices intestinales terminen participando en nuestras decisiones de pareja. En esta era del Antropoceno donde nos encanta ponernos al centro del universo, ¿qué tan cierto es que el humano es el protagonista de lo que ocurre en el planeta? Si todas las demás especies, por más simples que parezcan, influyen en la configuración del mundo y de nosotres mismes. Al final del día, el individuo es una ilusión, pues todo el tiempo somos tú, yo y nuestros microbios. Marcos Vinagrillo es biólogo y maestro en comunicación de la ciencia y la cultura. Su experiencia y pasión se ha centrado en la comunicación ambiental a través de acuarios, zoológicos y jardines botánicos. Actualmente colabora con el Museo de Ciencias Ambientales en las narrativas de las exhibiciones vivas, los jardines y el proyecto del Jardín Educativo.Crónicas del Antropoceno es un espacio para la reflexión sobre la época humana y sus consecuencias producido por el Museo de Ciencias Ambientales de la Universidad de Guadalajara que incluye una columna y un podcast disponible en todas las plataformas digitales.