PRIMERA LECTURA: Is. 7, 10-14. “He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo”. EVANGELIO: Mt. 1, 18-24. “Jesús nació de María, desposada con José, Hijo de David”. SEGUNDA LECTURA: Rm. 1, 1-7. “Jesucristo, nuestro Señor, Hijo de Dios, nació del linaje de David”.Al tiempo de espera seguirá la fiesta. La Iglesia orante·canta en este cuarto y último domingo de Adviento el salmo de la bienvenida: “ya llega el Señor ...” Alegría y esperanza han sido los signos de este tiempo de preparación.Llega y es el Señor: “Levantad, oh príncipes, vuestras puertas, y eleváos vosotros, oh puertas de la eternidad, y entrará el Rey de la Gloria. ¿Quién es este Rey de la Gloria? Es el Señor fuerte y poderoso, el Señor poderoso de las batallas’’.Así anunciaba el Rey David la entrada triunfal del Hijo de Dios, del Mesías, el Rey de los judíos.“Emmanuel, Dios con nosotros”. En la liturgia católica el presidente de la asamblea saluda a los fieles con estas palabras: “El Señor esté con vosotros” y la respuesta es: “Y con tu espíritu”.Se emplea la preposición con que señala presencia, compañía, participación, coparticipación. Este es el profundo sentido de la Navidad: el nacimiento de un hombre que, al mismo tiempo, es hombre como todos los humanos y es también el Verbo de Dios.Desciende para vivir con, compartir alegrías y tristezas con, morir y resucitar y permanecer siempre con los hombres. “Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos”, o como se dice en latín: “Per saecula saeculorum”, es decir por los siglos de los siglos. Y su presencia en este globo de colores, la Tierra, en este llamado tiempo y en esta historia de la humanidad, tiene su principio allí, sobre las pajas del pesebre de Belén.Profundo misterio en el que se juntan la divinidad y la humanidad, la eternidad y el tiempo, la omnipotencia y la flaqueza humana. Emmanuel, es el nombre significativo. Así anunció el profeta Isaías, siete siglos antes, este feliz acontecimiento.José Rosario Ramírez M.La historia del pueblo de Israel, como la de nuestro pueblo, hace referencia a una sociedad en la que los pobres, los atribulados, los oprimidos, los huérfanos y las viudas están desprotegidos y sus necesidades son un clamor a la sociedad.El libro de los Macabeos nos narra esa historia: un pueblo sometido y forzado a dejar a un lado su fe y su cultura. Los judíos más fieles estaban dispuestos a dar su vida por permanecer firmes en su fe. El 16 de noviembre celebramos en el ITESO el trigésimo aniversario del asesinato de seis jesuitas de la Universidad Centroamericana (UCA). Estos mártires no tuvieron miedo de defender a ese pueblo desprotegido y se pusieron de su lado, como lo hicieron antes Monseñor Oscar Arnulfo Romero y Rutilio Grande, o el P. Pro en México; igual que ellos, pagaron con su vida el estar del lado del pueblo, animándolo, reafirmando su fe; compartieron con él sus necesidades, sufrimientos y angustias. Nuestros mártires supieron abajarse, como lo hizo un Dios que fue engendrado en las barriadas de un pequeño poblado de Judea. Bajaron a los barrios marginales, a las comunidades campesinas; allí, como Jesús, sintieron compasión de ellos porque “andaban como ovejas sin pastor” (Mt 9,36). Con su vida hicieron realidad el anuncio de Jesús: “no hay mayor amor que dar la vida por sus amigos” (Jn 15,13). Pusieron su inteligencia, conocimientos, trabajo académico y pastoral al servicio de las luchas del pueblo y para defender sus derechos ante los poderosos. Su martirio es invitación a que pongamos “lo que somos y tenemos”, como miembros de la sociedad al servicio de la fe y la justicia, de la reconciliación y del cuidado de esta casa que es de todos; a dejarnos conmover por tantos hermanos y hermanas nuestras que cruzan las fronteras y son tratados como criminales, que son desaparecidos y masacrados. Invitación de “sanar los corazones rotos, a hablar por los que no tienen voz, a defender el derecho del pobre” (Is 61,1) para que se haga realidad hoy la encarnación del pequeño niño del humilde pesebre de Belén.Gerardo Valenzuela, SJ - ITESOYa queda muy poco para la fiesta de Navidad. Apenas unos días. Pero, ¿Cómo se llega a Belén?, ¿Cuál es el camino? ¿Qué señales nos orientan hacia él? ¿Cómo reconocer la verdadera Navidad? Como los Magos también necesitamos una estrella que nos guíe hasta el portal de Belén y adorar allí la verdadera Navidad. Dios mismo nos muestra hoy una señal para dar con la Navidad.En realidad, en nuestras ciudades ya hay señales que, a su modo, hablan de la cercanía de la Navidad: son las luces de colores, la música navideña, los papás Noel de barba blanca y los escaparates con su pretendido sabor navideño. ¿Son estas señales anunciadoras de la Navidad verdadera? Algunos, desencantados, nos han contado que esas señales les resultó un engaño, que no conducían a Belén; y que, si acaso llegaban al umbral de un portal, allí no encontraron ni a José ni a María, ni a ninguno recién nacido, ni a un buey ni a una mula, ni a pastores. Las señales no eran válidas; fue un engaño.Los creyentes, que nos fiamos de los profetas que nos han hablado largamente en este Adviento, conocemos los caminos que llevan a Belén. Pero, cuando nuestra fe se debilita y flaquea necesitamos señales, como los apóstoles que precisaron ver las señales de las llagas de la lanza y de los clavos marcadas en el cuerpo del Resucitado.Esta es la señal que el Señor mismo nos ha dado hoy, para encontrar la Navidad verdadera: “Mirad: la Virgen están encinta y da a luz un hijo, y le pone por nombre Emmanuel (que significa ‘Dios-con-nosotros’)”. San Mateo va a ayudarnos en el evangelio de hoy a interpretar los detalles de esta señal.El evangelista llama María a esa virgen y madre; José estaba desposado con ella, pero Jesús es concebido, a pesar de todo, por obra del Espíritu Santo. Lo que ocurre en Belén es ciertamente extraordinario, no cabe en la lógica humana; es, pues, una gracia, un regalo de Dios. Hay que ser muy cuidadosos para no des-divinizar la Navidad: es un acontecimiento humano pero que revela una intención concreta del amor de Dios.“Dios con nosotros”: esta es una de las grandes señales de la Navidad: la cercanía de Dios con el hombre. No es que Dios se acerque en la Encarnación al hombre sino –mucho más- que Dios se hace. Ya no cabe mayor cercanía que esta asombrosa comunión acaecida en la plenitud de los tiempos. De este modo, la Navidad es el gesto solidario más pleno y comprometido de Dios con el hombre.El evangelio de este domingo nos da la noticia de que José, superadas sus dudas, “se llevó a casa a su mujer”. Tal vez sea esto lo que cada uno de nosotros hemos de hacer para seguir preparando con María la Navidad. Ayudemos hoy a nuestras comunidades a reconocer y celebrar la verdadera navidad porque la otra, la mentirosa, la navidad sin nacimiento, sin María y José, más que alegrar, defrauda; es un engaño.