PRIMERA LECTURAMal 3, 19-20.«Ya viene el día del Señor, ardiente como un horno, y todos los soberbios y malvados serán como la paja. El día que viene los consumirá, dice el Señor de los ejércitos, hasta no dejarles ni raíz ni rama. Pero para ustedes, los que temen al Señor, brillará el sol de justicia, que les traerá la salvación en sus rayos».SEGUNDA LECTURA2Tes 3, 7-12.«Hermanos: Ya saben cómo deben vivir para imitar mi ejemplo, puesto que, cuando estuve entre ustedes, supe ganarme la vida y no dependí de nadie para comer; antes bien, de día y de noche trabajé hasta agotarme, para no serles gravoso. Y no porque no tuviera yo derecho a pedirles el sustento, sino para darles un ejemplo que imitar. Así, cuando estaba entre ustedes, les decía una y otra vez: "El que no quiera trabajar, que no coma".Y ahora vengo a saber que algunos de ustedes viven como holgazanes, sin hacer nada, y además, entrometiéndose en todo. Les suplicamos a esos tales y les ordenamos, de parte del Señor Jesús, que se pongan a trabajar en paz para ganarse con sus propias manos la comida».EVANGELIOLucas 21, 5-19.«En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: "Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido".Entonces le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?" Él les respondió: "Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: 'Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado'. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin".Luego les dijo: "Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles.Pero antes de todo esto los perseguirán a ustedes y los apresarán; los llevarán a los tribunales y a la cárcel, y los harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Con esto darán testimonio de mí.Grábense bien que no tienen que preparar de antemano su defensa, porque yo les daré palabras sabias, a las que no podrá resistir ni contradecir ningún adversario de ustedes.Los traicionarán hasta sus propios padres, hermanos, parientes y amigos. Matarán a algunos de ustedes y todos los odiarán por causa mía. Sin embargo, no caerá ningún cabello de la cabeza de ustedes. Si se mantienen firmes, conseguirán la vida"».El futuro cada día es más incierto, y nuestras acciones nos demuestran que no estamos preparados para vivir plenamente nuestro compromiso como bautizados. Los signos de los tiempos son visibles y palpables. ¡El reino del mal se ha apoderado de este mundo y de muchos bautizados! El mal está poniendo de cabeza todo nuestro mundo, nuestras creencias y nuestras costumbres. Está confundiendo la mente y el corazón de cada alma que habita en esta tierra, llevando a un estado de miseria espiritual a cuantos le sea posible. Los hombres se han dejado seducir por el mal sin poner ninguna resistencia. El cristiano ha abandonado su religión, su fe, y su amor a Jesucristo. No solo se trata de venir a misa sino de una convicción de vida evangélica. Vivir de tal forma que Cristo sea todo para nosotros y su amor nuestro mayor tesoro.El ser humano ya no se prepara en este tiempo para ser morada de Dios, solo vive para dar satisfacción a la apetecías de la carne, olvidando por completo que también el alma necesita alimento, y constantemente camina a oscuras, como un ciego, y cae a cada paso, su andar es inseguro y peligroso. Jesús nos llama a estar atentos a los signos de este tiempo, para no ser sorprendidos. Las cosas son sólo instrumentos que nos deben ayudar en este camino de santidad, no debemos ser esclavos de las cosas ni tampoco podemos detenernos a la mitad de nuestro camino hacia la vida eterna. Debemos vivir en constante vigilancia, actuando como verdaderos cristianos, hijos de Dios, que solo estamos de paso por este mundo.Nos inquietamos inútilmente cuando buscamos curiosamente el conocimiento de cosas futuras, porque nadie sabe el día en que partiremos de este mundo para ir a la presencia de Dios. En muchos momentos perdemos la oportunidad de santificarnos y nos preocupamos más por acumular riquezas, por tener más y al final de nuestras vidas, el único tesoro que nos llevaremos serán todas las acciones que realicemos por amor. Nuestra vida será juzgada en el amor, la balanza con que se medirán nuestras acciones serán también el amor.Este tiempo es valioso porque esta es la escuela donde aprendemos a vivir conforme al corazón de Cristo, en el cual solo cabe el amor. Ser cristianos es ser otro Cristo, amar como él amó hasta dar la vida por la salvación de las almas; es escuchar como él lo hacía, con caridad; pensar como él pensaba, siempre anhelando el cielo, con el pensamiento constante en el amor de Dios; mirar al mundo como él lo hacía, un simple instante, un tiempo fugaz de aprendizaje; mirar al ser humano como él lo hizo, con ternura, compasión, amor y misericordia. Quien ama a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente y con todas sus fuerzas, nada le preocupa ni le inquieta, porque comprende que lo único verdaderamente importante es amar.Dios nos invita a estar alertas en todo momento, a mantener en guardia nuestro corazón para no dejarnos vencer por el mal, nos llama a vivir santamente, a ser imagen perfecta de su amor entre nosotros, ya que solo el amor puede realizar esta obra de santidad.“Que no cunda el pánico” es fácil de decir, pero cómo hacer para no extenderlo cuando hay tanto mal en nuestro mundo, en todas partes y en todos los ámbitos de nuestra vida personal y social. El mal de todos nuestros males es el miedo; entonces, si ya lo sabemos, ¿por qué tantos miedos?, ¿acaso es por el pasado cargado de culpas y odios o por el futuro que se prevé semejante? Los escenarios de violencia, exclusión y muerte son narrativas de todos los días que se dictan duramente, administrando miedos y odios que nos aíslan, dividen y polarizan de personas y grupos, usando incluso todos los artefactos mediáticos y las mismas redes como palestras para esas voces que no nos quieren unidos, agrupados y organizados. Esos discursos cotidianos nos quieren solos, solas y en soledad nos apanicamos.El miedo, tan subjetivo, tan personal y a la vez tan social es una perturbación angustiosa del ánimo que se experimenta por un riesgo o mal que nos amenaza de forma real o imaginaria, por el temor de que nos suceda una cosa contraria a nuestros deseos. Paradójicamente, el odio, tan cercano al miedo y tan fisiológico como la rabia, el rencor y el deseo de venganza, es a lo que más miedo le tenemos -miedo al propio miedo-. Para asistirnos en estos tiempos como en aquellos de Jesús de Nazaret, que nació y creció bajo el dominio de miedos y odios, el Evangelio escrito por Lucas (21,5-19) hace un llamado urgente a que no nos domine el pánico y a tener cuidado. Al modo de Ignacio de Loyola, no hacer mudanzas y sí mucho discernir y orar.Aunque el miedo hay que orarlo, es funcional y sano exorcizarlo, la estrategia para ello es: hablarlo, dialogarlo y sacarlo a la calle en compañía organizada con mucha paz-ciencia. Mantenernos firmes es la invitación del Evangelio de hoy, sabernos personas habitadas y amadas por el Dios de Jesús. Vivimos en tiempos de miedos y odios en donde amar-cuidarnos es Dios y es la traducción de “que no cunda el pánico”.Javier Escobedo, SJ - ITESO