La palabra politización tiene una carga negativa en México. Cuando la enuncias, cualquier ciudadano piensa en el lucro político de un tema público. En la partidización extrema de aquello que no tendría que girar en torno a los caprichos coyunturales. Seguridad pública, desastres naturales, tragedias humanas, todo lo que implica vidas y que, sin embargo, los partidos políticos los convierten en arenas de discusión partidista. Así, la politización es entendida como la cúspide de la irresponsabilidad de la clase política.Lucrar políticamente con el dolor no es politización, sino más bien un acto vil y miserable. La irresponsabilidad de pensar antes en el beneficio de un partido político determinado y no en la defensa del interés general. No hay nada menos político que eso. La política, en su origen histórico y etimológico, es la atención pública al interés general, al de las polis. El particularismo o el lucro con la tragedia es sinónimo de la bajeza de los líderes políticos del país.La politización es otra cosa. La politización es asumir que detrás de una necesidad, un problema o una exclusión, siempre hay una solución política. Es difícil explicar la alternancia de 1995 en Jalisco, si antes no pensamos en las explosiones del sector Reforma. La democracia fue la respuesta política ante una tragedia que se llevó vidas y que dejó una marca en la memoria histórica de nuestra ciudad. Lo que hubo durante la tragedia, y posterior a ella, fue un proceso político en toda regla: despertar de la sociedad civil, colaboración ciudadana, exigencia de responsables y cambio de partido en el Gobierno. La politización es entender que la política está para resolver los problemas de los ciudadanos, y las tragedias suelen ser momentos ideales para entender el papel de la política.¿O qué podemos decir del terremoto de 1985? Es imposible explicar la “caída del sistema” de 1988, si antes no vemos la revolución ciudadana que trae consigo la respuesta ante el devastador sismo. La toma de conciencia de la ciudadanía en la capital de la República es un espejo de choque frente a un Estado que se pensaba omnipotente. Aquel día, la sociedad civil entendió sus alcances. Entendió que, a diferencia del discurso oficial, había posibilidad de enfrentar los problemas sin el protagonismo excluyente de las autoridades gubernamentales. El sismo del 85 fue tan importante para entender a la sociedad civil como un actor político fundamental para el cambio en México, que muchas redes que se estructuraron en aquella tragedia siguen teniendo protagonismo 22 años después.Y es que la politización es tomar conciencia de que frente a las omisiones, hay siempre explicaciones políticas. Detrás de un estudiante que no es admitido en una escuela pública, hay política. Detrás de una anciana que muere en un hospital público por omisiones o carencia de equipo, hay política. Detrás de un autobús en pésimas condiciones, hay política. Detrás de un ciclista atropellado, hay política. Los problemas públicos tienen que ser politizados por la sencilla razón de que necesitan de la política para ser resueltos. Confundir a la política como llave, que es lo que debe ser, por la política como irresponsabilidad para obtener réditos particulares, suele ser un error en el debate público en México. Así, las tragedias naturales empujan también a debates políticos: responsabilidad de los desarrolladores urbanos, malas decisiones en las ciudades, prevención, orientación de recursos. Tan es así que los presupuestos es política traducida a números.El sismo del martes pasado desencadenó una politización innegable. Tras la devastación, la discusión pública se encaminó a la responsabilidad de los actores públicos y a los recursos que necesitamos para la reconstrucción. Una buena parte de la ciudadanía pedía que los partidos políticos dejaran de lado mezquindades y que pusieran sus millonarios recursos públicos a disposición de quien más sufre. La politización de la tragedia, entendida como buscar soluciones políticas a los problemas públicos, colocó de nuevo el financiamiento a los partidos y a la democracia, en el centro de la discusión social. No le veo nada de negativo a eso.Dice el académico Andrés Barba, que el 19 de septiembre de 2017 será recordada como la primera tragedia que interpela directamente a los millennials: las redes sociales, la comunicación, las cadenas de ayuda, todo se mimetizó con la forma de entender el mundo, la convivencia y la sociedad de los millennials. Para aquellos que entendían a esa generación como apática ante los problemas públicos, el sismo desató una fuerza inusitada a favor de la solidaridad, la cooperación y la fraternidad. Universitarios, estudiantes, profesionistas se pusieron al frente de las labores de apoyo. La pregunta es: ¿en qué se traducirá? ¿La generación anterior pugnó todo suceso en clave de búsqueda de la democracia? ¿Cuál será la otra orilla de la politización del millennial?México enfrentó esta semana que concluye, una de las peores tragedias de su historia. Los muertos ascienden a 285, hasta el momento de redactar este artículo, y la reconstrucción podría oscilar entre 20 y 25 mil millones de pesos. Estamos hablando de una décima porcentual del PIB nacional. El asunto de fondo es: ¿a qué tipo de decisiones como país nos llevará la tragedia? ¿Qué efecto político veremos? Todo indica que la politización se dirige hacia la agenda de la corrupción y el combate a los privilegios de la clase política. Más que el establishment, quien está señalada es la clase política que vive en una burbuja que llega al extremo de que los partidos políticos nos cuestan casi como la reconstrucción luego de un sismo. En esta coyuntura, la reacción de las instituciones ante la indignación será importante para entender si los políticos serán vistos como parte del problema o de la solución.