Viernes, 29 de Noviembre 2024
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Solamente algo te hace falta

La fe en Cristo es el único medio para superar las necesidades humanas y encontrar la plenitud

Por: Dinámica pastoral UNIVA

«Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed». WIKIMEDIA/«Cristo sosteniendo el cáliz de la Eucaristía entre dos ángeles», de Giovanni da san Giovanni/Sailko.

«Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed». WIKIMEDIA/«Cristo sosteniendo el cáliz de la Eucaristía entre dos ángeles», de Giovanni da san Giovanni/Sailko.

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Ex 16, 2-4. 12-15.

«En aquellos días, toda la comunidad de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo: “Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud”.

Entonces dijo el Señor a Moisés: “Voy a hacer que llueva pan del cielo. Que el pueblo salga a recoger cada día lo que necesita, pues quiero probar si guarda mi ley o no. He oído las murmuraciones de los hijos de Israel. Diles de parte mía: ‘Por la tarde comerán carne y por la mañana se hartarán de pan, para que sepan que yo soy el Señor, su Dios’ ”.

Aquella misma tarde, una bandada de codornices cubrió el campamento. A la mañana siguiente había en torno a él una capa de rocío que, al evaporarse, dejó el suelo cubierto con una especie de polvo blanco semejante a la escarcha. Al ver eso, los israelitas se dijeron unos a otros: “¿Qué es esto?”, pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: “Éste es el pan que el Señor les da por alimento”».

SEGUNDA LECTURA

Ef 4, 17. 20-24.

«Hermanos: Declaro y doy testimonio en el Señor, de que no deben ustedes vivir como los paganos, que proceden conforme a lo vano de sus criterios. Esto no es lo que ustedes han aprendido de Cristo; han oído hablar de él y en él han sido adoctrinados, conforme a la verdad de Jesús. Él les ha enseñado a abandonar su antiguo modo de vivir, ese viejo yo, corrompido por deseos de placer.

Dejen que el Espíritu renueve su mente y revístanse del nuevo yo, creado a imagen de Dios, en la justicia y en la santidad de la verdad».

EVANGELIO

Jn 6, 24-35. 

«En aquel tiempo, cuando la gente vio que en aquella parte del lago no estaban Jesús ni sus discípulos, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús.

Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste acá?” Jesús les contestó: “Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto señales milagrosas, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello”.

Ellos le dijeron: “¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?” Respondió Jesús: “La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado”. Entonces la gente le preguntó a Jesús: “¿Qué signo vas a realizar tú, para que la veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo”.

Jesús les respondió: “Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo”.

Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les contestó: “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed”».

Solamente algo te hace falta

Si quisiéramos definir lo que somos podríamos decir que el humano es un ser necesitado. Nuestras necesidades son constantes y también son nuevas. Satisfacemos unas necesidades y pronto nos surgen otras. Nuestros deseos nunca terminan. Nuevos sísifos condenados a rodar y rodar sin fin la roca a la cumbre de la montaña. Seres nunca satisfechos, siempre mendicantes. Los israelitas deseaban la libertad y una vez obtenida, renegaban de ella deseando otra vez “la olla de carne y el pan” que comían hasta saciarse en la esclavitud de Egipto (Éxodo 16, 3).

Esta es la condición humana. El problema no está en esforzarnos para satisfacer nuestras múltiples necesidades, sino el que la totalidad de nuestra vida gire alrededor de ellas, olvidando lo que realmente nos falta porque ni siquiera ya sentimos su carencia. San Pablo decía a los efesios: “siguen en la vaciedad de sus criterios… y no es así como han aprendido a Cristo” (Ef 4,17). Quizá por esta vaciedad, incluso a Cristo lo hacemos el gran satisfactor de nuestras necesidades. En el Evangelio Jesús dice a la gente: “Yo les aseguro que ustedes no me buscan porque han visto signos, sino porque comieron pan hasta saciarse” (Juan 6, 26). Y olvidamos aquello en lo que Dios quiere que trabajemos: “Este es el trabajo que Dios quiere: que crean en el que Él ha enviado” (Jn 6, 29). La fe, esto es lo que realmente nos hace falta y que ni siquiera ya sentimos su necesidad. Y la fe nos saca del círculo de nuestras necesidades, es la única que rompe nuestra “condición humana” para abrirnos a la nueva condición humana, como Pablo insistía en su carta. “Dejen que el Espíritu los renueve, y vístanse de la nueva condición humana” (Ef 4, 23-24). “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed” (Jn 6, 35).

Un día un joven se acercó a Jesús preguntando qué tenía que hacer para tener la vida eterna, y Jesús le responde: “sólo algo te falta, ve y vende cuanto tienes y dáselo a los pobres, después ven y sígueme”.

Héctor Garza Saldívar, SJ - ITESO

“Un mismo criterio, el amor”

Como anillo al dedo nos cae la reflexión en este domingo sobre la lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Efesios. El Apóstol de Cristo se dirige a la comunidad de cristianos que se han convertido del paganismo y les exhorta a que vivan, no como los gentiles que vivían en la superficialidad de sus criterios, sino de acuerdo a su nueva condición de hijos, creados a Imagen y Semejanza de Dios, y dejando que el Espíritu renueve su mentalidad.

Las palabras de Pablo nos vienen bien en estos tiempos modernos, donde el bienestar, en muchas personas, se mide en base al tener y a la capacidad de consumo. Es así como el dinero se convierte en el árbitro de las situaciones. Por desgracia, cuando nos movemos por la tiranía del poseer, además de que perdemos el sabor por las cosas sencillas y ordinarias de la vida, se desata una incapacidad de ser solidarios.

Maravillosa oportunidad que recibimos para detenernos a reflexionar: ¿Qué es lo que consideramos como el centro de nuestra vida? ¿Nuestra vida manifiesta lo profundo de nuestras convicciones? Da pena reconocer que a veces es nula la diferencia entre quienes nos decimos cristianos y aquellos no creyentes, de los que debiera distinguirse con toda claridad a un discípulo de Cristo, renovado en su mentalidad por el Espíritu y revestido del hombre nuevo.

Debemos aplicarnos en la tarea del seguimiento de Cristo, alimentándonos con el pan que sacia definitivamente nuestra hambre de justicia y de paz, de esperanza y de amor, de silencio y contemplación, de convivencia y de fraternidad. Solamente así podremos evitar caer en aquellos que apunta la Carta a los Efesios: la variedad de los criterios, hoy tan de moda en nuestra vida.

Muchos de nosotros tal vez sí procedemos de una tradición cristiana arraigada, pero tenemos que reconocer que hemos perdido vitalidad con el paso del tiempo y por el influjo del ambiente. Necesitamos recuperar la fuerza de nuestra fe y la capacidad de transmitir vida en nuestro entorno, preocuparnos por vivir la santidad, a la que nos ha invitado recientemente el papa Francisco, que nos asegura que esa santidad está al alcance de todos en nuestra vida cotidiana.

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