“Mis planes no son como los de ustedes y mi manera de actuar no es como la suya, dice el Señor. Así como el cielo está por encima de la tierra, así también mis planes y mi manera de actuar están por encima de las de ustedes” (Is, 55, 8-9). Este oráculo del profeta Isaías se realiza hoy. Nuestro rey es un crucificado. ¿Quién lo puede aceptar sin que el corazón brinque y retroceda espantado y la voz emerja balbuceante de la garganta? Nosotros sedientos de poder y de prestigio, aunque sean pequeños y de oropel, ¿cómo podemos aceptar esto sin más? ¿Cómo aceptar un rey sin ejército y sin poder? ¿Cómo abrazar a este hombre, Jesús, que es, nos dice Pablo en la segunda lectura, “la imagen visible del Dios invisible”?Dios que, para muchos de nosotros se define como “el Todopoderoso”, cae hecho pedazos en el rey crucificado. ¿No es esto un escándalo? Ese escándalo que hace que quienes lo ven, nos dice el evangelio de hoy, digan: “A otros ha salvado, que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido”. Y uno de los malhechores gritaba: “Sálvate a ti mismo y a nosotros, si tú eres el que dices”. Y los soldados: “Si tú eres el rey, sálvate a ti mismo”. Si tú eres rey, ¿dónde está tu poder?Sin embargo, en la oscuridad crepuscular de nuestra fe, efectivamente, este Jesús es el rey, y este Jesús es la imagen viva del Padre invisible. Por ello San Juan, el evangelista, confesará asombrado: ¡Dios es amor! Lo cual es y seguirá siendo para nosotros el mayor de los escándalos, porque seguimos gritando con el malhechor crucificado: “¡Sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros!”. Nos cuesta mucho trabajo aceptar que hemos sido salvados, pero no como queríamos y no como quisiéramos. “Mis planes no son como los de ustedes y mi manera de actuar no es como la suya”. Héctor Garza Saldívar, SJ-Iteso-ITESO Con la celebración de este domingo último del tiempo ordinario, terminamos el año litúrgico y nos aproximamos a la celebración del Adviento. En los dos domingos pasados hemos escuchado pasajes que nos hablan de los últimos tiempos. En este domingo al celebrar la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, la Iglesia quiere poner en realce a Jesús como el culmen de su obra de salvación. En el Evangelio de este domingo, escuchamos la narración de una parte de la Pasión, el momento de la crucifixión; donde uno de los malhechores que están crucificados junto a Cristo le hace una petición muy especial: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”. Pero, ¡qué palabras tan más comprometedoras! por todo lo que implican, sobre todo cuando reconocemos que Jesús es el Rey de nuestra vida. ¿Qué implica estas sencillas palabras? Sobre todo, aceptar que Jesús es quién rige nuestra vida, no de una forma autoritaria o de la forma que conocemos los gobiernos en nuestro tiempo, la grandeza de su Reino no es el poder según el mundo, sino el amor de Dios, un amor capaz de alcanzar y restaurar todas las cosas.El amor de Dios, manifestado a nosotros a través del sufrimiento de la muerte de su Hijo en la cruz, es el único que ha vencido y sigue venciendo a nuestros contrarios: el pecado, las malas acciones, los vicios e incluso la misma muerte. Ante esto, sería poco creer que Jesucristo es el Rey del Universo si no se convierte en el centro de nuestra vida, redujéramos su poder, pues estaríamos limitando su actuar en nosotros. Esta solemnidad nos invita a mirar la obra redentora de Cristo para la humanidad, ver el verdadero rostro de nuestro Rey. Una actitud que nos invita a reconocer a Jesucristo como Rey en nuestra vida es la misericordia, que nos invita a exhortarnos sobre todo a renunciar a los hábitos y costumbres que pueden obstaculizar el servicio a este Reino de Dios.Jesús nos invita a subir al calvario junto con él, quiere reinar a través de nosotros por medio del perdón, que tanto nos hace falta. Perdonar de verdad nos ayudará a vivir en paz con Dios y con nuestros hermanos. También, la invitación de este domingo es a ser distribuidores del amor de Dios en nuestra vida ordinaria, si Jesucristo es el Rey del Universo, nosotros nos debemos comprometer arduamente a transmitir esta verdad de fe, que nuestra vida, palabras y acciones, manifieste que Jesús Reina en nuestra vida. Preparemos todo nuestro ser a recibir este nuevo año litúrgico, iniciando con el Adviento, donde recibimos a nuestro Salvador. CT