Hoy la brújula nos lleva a Chiapas, tierra de tradiciones, belleza natural e historias que se pierden en la memoria de los siglos. Dónde el canto de las aves y el aroma del café convierten cada instante en momentos mágicos. Donde la frontera entre lo común y lo asombroso se desvanece. Donde el pasado emerge de la forma del agua.Nuestro camino nos lleva a Quechula, un poblado que existió durante siglos, antes de quedar bajo las aguas. Lo que antes fue el bastión de la evangelización en la Nueva España quedó bajo el cuerpo líquido de la presa de Malpaso cuando esta fue construida en 1966, aprovechando las poderosas aguas del Grijalva para generar energía. Para muchos, ese fue el fin de la localidad…pero el destino decidió darle una nueva vida.Los años de bajada en los niveles hídricos, sequías y desfogues, han hecho que el nivel del cuerpo acuático baje hasta 25 metros en ciertos momentos del año, dejando al descubierto, de forma tímida, algunos restos del pueblo que antaño habitaron miles de almas y que ahora solamente alberga garzas y peces durante el año.Entre lo emergido de Quechula destaca el templo del Señor Santiago (patrono del pueblo Zoque), una construcción dominica que data del siglo XVI, de unos 61 metros de largo por unos 10 de alto. No era el único de aquel poblado (que también tenía edificaciones religiosas en barrios como el de San Miguel, la Cruz Blanca y El Calvario), pero fue el levantado en honor a Santiago el más querido por sus habitantes. Se piensa que la mayor parte de aquella localidad fue abandonada en 1776, debido a una serie de plagas que asolaron la región en aquella época.Hoy, la única manera de visitar la fachada es cuando bajan las aguas. Para llegar a ella se tiene que viajar en lancha, a través del embarcadero de Apic Pac, que se encuentra en el poblado de Raudales Malpaso, en el municipio de Ocozonautla. Es, más que una atracción turística, un fenómeno que evoca la nostalgia y la curiosidad. La presa por un lado se llevó ricas tierras de cultivo, pero para quienes todavía suspiran por el viejo Quechula, les arrancó gran pedazo de su historia.Aunque es irregular el descenso de las aguas (algunos años baja más que otros), la mejor oportunidad para ver las gigantescas ruinas es entre los meses de agosto, septiembre y octubre. Los habitantes que se encuentran en los márgenes de la presa dejan en ese tiempo sus labores del campo para volverse operadores turísticos.El municipio más cercano a las ruinas es Tecpatán, un antiguo asentamiento olmeca. Ofrece alojamientos sencillos con hermosas áreas verdes para el disfrute visual.¿La ruta para conocerlo? Desde Tuxtla Gutiérrez son 107 kilómetros, esto es, más o menos 2 horas y 45 minutos en carretera 190, que es el camino a Copainalá y Tecpatán.Para quienes ya han recorrido los caminos de Chiapas, no será extraño encontrar uno y mil sabores por disfrutar. La gastronomía del Sur de nuestro país es fastuosa, pero la de esta Entidad es sencillamente un tesoro de inagotables y deliciosas joyas. Desde el tradicional garbanzo con gallina, pasando por los jocoques curtidos, carne de res con arroz, dulces de yuca y el famoso pozol blanco.Desde Guadalajara hasta Tuxtla Gutiérrez, la mejor forma de llegar es vía aérea. Líneas como Volaris y VivaAerobús ofrecen el vuelo sin escalas, lo que es una gran ventaja para los viajeros. El vuelo toma aproximadamente 2 horas con 10 minutos.Recuerda que comprar con tiempo tu pasaje te permitirá obtener mejores precios.
