Jueves, 28 de Noviembre 2024
Suplementos | Cuarto domingo de Pascua

“Los conozco… y escuchan mi voz”

Este domingo tenemos el ejemplo de las primeras comunidades cristianas que, fieles al testimonio vivido y recibido, se catapultan a hacer presente el Reino de Dios en esta tierra

Por: Dinámica pastoral UNIVA

«Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano». WIKIMEDIA/YELKROKOYADE/«El buen pastor», atribuido a Philippe de Champaigne

«Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano». WIKIMEDIA/YELKROKOYADE/«El buen pastor», atribuido a Philippe de Champaigne

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Hch 13, 14. 43-52.

«En aquellos días, Pablo y Bernabé prosiguieron su camino desde Perge hasta Antioquía de Pisidia, y el sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Cuando se disolvió la asamblea, muchos judíos y prosélitos piadosos acompañaron a Pablo y a Bernabé, quienes siguieron exhortándolos a permanecer fieles a la gracia de Dios.

El sábado siguiente, casi toda la ciudad de Antioquía acudió a oír la palabra de Dios. Cuando los judíos vieron una concurrencia tan grande, se llenaron de envidia y comenzaron a contradecir a Pablo con palabras injuriosas. Entonces Pablo y Bernabé dijeron con valentía: “La palabra de Dios debía ser predicada primero a ustedes; pero como la rechazan y no se juzgan dignos de la vida eterna, nos dirigiremos a los paganos. Así nos lo ha ordenado el Señor, cuando dijo: Yo te he puesto como luz de los paganos, para que lleves la salvación hasta los últimos rincones de la tierra”.

Al enterarse de esto, los paganos se regocijaban y glorificaban la palabra de Dios, y abrazaron la fe todos aquellos que estaban destinados a la vida eterna.

La palabra de Dios se iba propagando por toda la región. Pero los judíos azuzaron a las mujeres devotas de la alta sociedad y a los ciudadanos principales, y provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé, hasta expulsarlos de su territorio.

Pablo y Bernabé se sacudieron el polvo de los pies, como señal de protesta, y se marcharon a Iconio, mientras los discípulos se quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo».

SEGUNDA LECTURA

Ap 7, 9. 14-17.

«Yo, Juan, vi una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla. Eran individuos de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas. Todos estaban de pie, delante del trono y del Cordero; iban vestidos con una túnica blanca y llevaban palmas en las manos.

Uno de los ancianos que estaban junto al trono, me dijo: “Éstos son los que han pasado por la gran persecución y han lavado y blanqueado su túnica con la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios y le sirven día y noche en su templo, y el que está sentado en el trono los protegerá continuamente.

Ya no sufrirán hambre ni sed,
no los quemará el sol ni los agobiará el calor.
Porque el Cordero, que está en el trono, será su pastor
y los conducirá a las fuentes del agua de la vida
y Dios enjugará de sus ojos toda lágrima”».

EVANGELIO

Jn 10, 27-30.

«En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno”».

“Los conozco… y escuchan mi voz”

Este cuarto domingo de Pascua celebramos la 59° Jornada Mundial de Oración por las vocaciones, ya que la liturgia nos ilumina para reconocer el llamado particular que recibimos de parte de Dios y el cual estamos invitados a responder de manera generosa.

Este domingo tenemos como fuente de inspiración en nuestro caminar cristiano el ejemplo de las primeras comunidades que, fieles al testimonio vivido y recibido, se catapultan a hacer presente el Reino de Dios en esta tierra, por medio de la predicación de Pablo y Bernabé, los cuales a pesar de las dificultades que se presentan están dispuestos a difundir el Reino hasta sus últimas consecuencias, incluso hasta dar la propia vida.

Ya en el texto tomado del libro del Apocalipsis, san Juan nos dibuja la imagen de los mártires, es decir, de los que valientemente han dado testimonio en medio del mundo, aquellos que por una gracia particular han recibido el llamado y han decidido responder de manera generosa hasta hacer de su propia vida una oblación a ejemplo de Cristo, que entregó su vida por nosotros.

En el evangelio san Juan nos presenta a Jesús como un pastor que conoce al rebaño que ha recibido como un encargo particular del corazón del Padre, su Padre; revela que el ha dado su vida por ellas para poder introducirlas a la vida eterna, la vida divina, además de que nos asegura la permanencia en Dios por ser depositarios de su amor.

Dentro de todos los domingos de este tiempo pascual se han ido desarrollando temáticas importantes para que cada uno de nosotros tenga como referencia un itinerario en su proceso de fe y de cercanía con el Señor, así pues, el primer domingo Jesús nos recuerda la importancia de no perder la identidad a pesar de la dificultades que pudiéramos enfrentar; el segundo domingo nos revelaba su presencia constante en medio de nosotros cumpliendo su promesa de estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, resaltando la permanencia.

En el tercer domingo nos indicaba como debe ser la actitud del que cree en Él y que busca seguirlo a lo largo de este camino de fe, el reconocer la acción de la providencia de Dios, es una notas que caracteriza a los hombres que creen en Cristo y que de verdad buscan acercarse a Él, aun cuando lo que estemos realizando sea de nuestro dominio o esté bajo nuestro control; y en este cuarto domingo el Señor nos invita a responder el llamado que nos hace a dar testimonio de nuestra fe, aunado a reconocer la pertenencia que tenemos en Dios.

Así, la identidad, la presencia, la providencia y la pertenencia son actitudes que brotando del resucitado instruyen a cada uno de nosotros en el modo como debemos profundizar y vivir nuestra fe, para poder santificarnos y ser plenamente felices, pidamos al Señor Resucitado que nos ilumine en este itinerario Pascual, para ser verdaderos testigos de sus signos y prodigios y estar dispuestos a manifestar nuestro ser de cristianos que verdaderamente se han encontrado con el Señor.

Infante, “el que no habla”

Los relatos de los Evangelios dan testimonio de que Jesús al ser resucitado se hace presente, primero, a las mujeres, las cuales habían ido a la tumba para terminar de embalsamar el cuerpo inerte del Maestro. Su sorpresa fue que el cuerpo no estaba inerte sino más inquieto que nunca, ya que el Resucitado después de consolarlas, las envía a hablar con sus compañeros sobre lo que estaba aconteciendo: que la muerte no tuvo la victoria y que la vida como ámbito de libertad continuaba. Al principio, sus compañeros que se encontraban tristes y llorando, no les creyeron. Sin embargo, ellas siguieron hablando con toda libertad, venciendo los muchos prejuicios que había en contra de ellas, sobre lo que habían visto y escuchado del Maestro Resucitado: ¡Vayan a Galilea a seguir expresándose con la verdad que las hace libres para que la paz esté con ustedes!

No es mera contingencia que las mujeres fueran las primeras en ser testigos de la Resurrección ni las primeras enviadas a hablar de esta verdad. La libertad de expresión de estas mujeres fue, también, “la buena noticia”, el evangelio que inauguró una nueva manera de comunicación trascendental donde las infantis, infantilizadas, acalladas, silenciadas, manifestaban con voz potente un mensaje que no se había escuchado.

La experiencia pascual de resurrección, de “volver a levantarse”, las preparó para salir de la “infantilización” en la que una cultura ciega y opresora las tenía sujetadas, para volverse agentes de paz y constructoras de una nueva comunidad en la que ya no hay diferencia jerárquica entre judíos o griegos, ni entre esclavos o dominadores, ni entre hombres o mujeres. Esta experiencia pascual es, sobre todo, una experiencia desinfantilizante que nos capacita, entre la sospecha y el desconcierto de muchos, a expresar con libertad elocuente que podemos hacer de este mundo, otro. Expresar con verdad que la paz viene del Resucitado que les brindó a las mujeres del Evangelio el criterio de igualación que superó la injusta diferencia que las subordinaba y les impedía vivirse como parte importante de una sola comunidad igualitaria: el shalom, el salam, la ekklesia, la paz como ámbito de encuentro.

Salvador Ramírez Peña, SJ - ITESO

 

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