Lunes, 25 de Noviembre 2024
Suplementos | XXV Domingo ordinario

Justicia o amor

Que los últimos sean los primeros y que todos los trabajadores de la viña reciban la misma paga no es una injusticia desconcertante, sino un ejemplo del amor de Dios por todos

Por: Dinámica pastoral UNIVA

«Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?». WIKIPEDIA/«La parábola de los trabajadores de la viña», de Rembrandt

«Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?». WIKIPEDIA/«La parábola de los trabajadores de la viña», de Rembrandt

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Is 55, 6-9

«Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar,
invóquenlo mientras está cerca;
que el malvado abandone su camino,
y el criminal sus planes;
que regrese al Señor, y él tendrá piedad;

a nuestro Dios, que es rico en perdón.

Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes,
sus caminos no son mis caminos, dice el Señor.
Porque así como aventajan los cielos a la tierra,
así aventajan mis caminos a los de ustedes
y mis pensamientos a sus pensamientos''».

SEGUNDA LECTURA

Fil 1, 20-24. 27

«Hermanos: Ya sea por mi vida, ya sea por mi muerte, Cristo será glorificado en mí. Porque para mí, la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si el continuar viviendo en este mundo me permite trabajar todavía con fruto, no sabría yo qué elegir.

Me hacen fuerza ambas cosas: por una parte, el deseo de morir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; y por la otra, el de permanecer en vida, porque esto es necesario para el bien de ustedes. Por lo que a ustedes toca, lleven una vida digna del Evangelio de Cristo».

EVANGELIO

Mt 20, 1-16

«En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: "El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo'. Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo.

Por último, salió también al caer la tarde y encontró todavía a otros que estaban en la plaza y les dijo: '¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?' Ellos le respondieron: 'Porque nadie nos ha contratado'. Él les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'.

Al atardecer, el dueño de la viña dijo a su administrador: 'Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros'. Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno.

Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: 'Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor'.

Pero él respondió a uno de ellos: 'Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?'

De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos''».

Los tiempos de Dios son perfectos

En este evangelio, Jesús comparte con sus discípulos una parábola en la que compara el reino de los cielos con la relación entre el propietario de una viña y los viñadores.

Esta parábola nos brinda la oportunidad de establecer algunas equivalencias para aplicar la palabra de Dios en nuestras vidas:

Los trabajadores de la viña: Representan a todos aquellos que han recibido las enseñanzas del evangelio.

La invitación a trabajar en la viña: Se refiere al anuncio del evangelio. En nuestros tiempos, nuestro Señor, el dueño de la viña, suele valerse de otras personas y medios para difundir la buena nueva.

La duración de la jornada: Equivale a nuestra vida en conocimiento de la palabra de Dios.

El denario (la paga): Se asemeja a la gloria de estar en la presencia de Dios.

El atardecer: representa el momento en que el Señor nos llama a rendir cuentas de nuestra vida.

Aquellos que fueron invitados al mediodía y cerca del atardecer: Incluyen a los catecúmenos, a los bebés que parten hacia el cielo poco después de nacer o incluso antes, a las personas que, en medio de su demencia o limitaciones mentales, buscan agradar al Señor, así como a aquellos que no han tenido la oportunidad de escuchar el evangelio debido a su aislamiento en tribus o sociedades remotas, entre otros.

Partiendo de estos significados de la parábola de los trabajadores de la viña, podemos reflexionar sobre lo siguiente:

Algunos han sido llamados con la encomienda de buscar más trabajadores para la viña, mientras que otros han sido llamados a trabajarla. Debemos entender que trabajar en la viña también es una forma de dar testimonio de “lo que debemos hacer y cómo debe ser nuestra vida para recibir el denario”.

Al igual que los trabajadores que comenzaron temprano se quejaron al recibir su denario, ¿quiénes somos nosotros para juzgar a aquellos que aún no practican su fe? Es posible que algunos no hayan recibido la “invitación para trabajar en la viña”, o que ésta se haya presentado de manera inadecuada o en el momento equivocado. ¿Sería válido, por ejemplo, dar una invitación verbal a alguien que no puede oír?

En lugar de juzgarlos, ¿no sería más apropiado buscar comprender? A través de la comprensión, con la ayuda de Dios, nacerá el deseo de ayudar.

Como trabajadores de la viña, es relevante cuestionarnos:

¿Cómo hemos desempeñado nuestra labor en la viña del Señor? ¿Lo hemos hecho con mente, cuerpo y corazón?

Con la gracia de Dios, mañana recibiremos de nuevo la invitación a regresar a trabajar en la viña. ¿Con qué actitud responderemos a este llamado? ¿Con qué disposición trabajaremos en la viña?

Los tiempos de Dios son perfectos, por lo que debemos dar gracias por haber sido invitados a trabajar en su viña en el momento perfecto y estar también agradecidos por el momento perfecto que Él elegirá para decirnos: “Ha terminado tu jornada, aquí está tu denario”.

Mientras esperamos ese momento, dediquemos mente, cuerpo y corazón para procurar ser gratos a los ojos de Dios.

Justicia o amor

A lo que normalmente nos remite la parábola de este día es al tema de la justicia. Hoy, Jesús nos presenta a un patrón quien contrata trabajadores a diferentes horas del día, pero al final de la jornada les paga lo mismo a todos a pesar de que unos trabajaron durante todo el día y otros solamente una hora. Escuchamos una práctica de la justicia desconcertante, por lo que es común llegar a la siguiente conclusión: la justicia de Dios es diferente a la justicia humana. Aun así, nos quedamos insatisfechos con la manera en la que Dios hace justicia.

Y cómo no estarlo si se nos ha enseñado que lo justo es que cada uno reciba lo que merece. En esta lógica, lo que merecemos depende del esfuerzo, trabajo o el sacrificio. A mayor sacrificio, mejor premio; a menor esfuerzo, menor recompensa. Sin embargo, Jesús no está tratando de modificar nuestra idea y práctica de la justicia. La parábola no está tratando de describir el comportamiento de la persona humana, ni criticando la manera en que practicamos la justicia, sino que nos está hablando de Dios, pero no de la manera en la que practica la justicia, sino de su compasión y misericordia. Me parece que esta manera de interpretar esta parábola nos puede dejar más satisfechos. No se trata de nuestra manera de hacer justicia, ni de que debamos reformarla. Tampoco se trata de la manera en la que Dios hace justicia, se trata de cómo Dios practica el amor.

Lo que Jesús nos está tratando de decir a través de esta parábola es que Dios sale a ofrecer su amor a todos, sin importar si creemos merecerlo o no. No tenemos que ganarnos el amor de Dios, ni necesitamos hacer algo para conseguirlo. Dios nos ama a todos. La segunda enseñanza sobre Dios que Jesús nos quiere transmitir es que Dios se nos da completo, es decir, que Dios nos da todo su amor, no nos da una parte, sino que nos lo da todo. ¿Qué nos queda hacer ante esta actitud de Dios? Aprender a recibirlo.

Hugo Xicohténcatl Serrano, SJ-ITESO

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