El día de hoy se cumplen 32 años del fallecimiento del autor jalisciense, Juan Rulfo, cuyo legado sigue más vigente que nunca en la literatura nacional e internacional a través de sus obras “El llano en llamas” (1953) y “Pedro Páramo” (1955). Sin embargo, la escritura no era la única de su pasiones, como todo ser humano, Rulfo tenía otros dones y aficiones, por ejemplo, practicar el excursionismo y también ser un profesional de la fotografía, faceta que realizó incluso antes que ser escritor, aunque finalmente la literatura sería la que lo encumbraría como uno de los personajes más emblemáticos de la historia contemporánea.De hecho, ahora que su hijo Juan Carlos Rulfo presentó en Canal 22 su serie documental de siete capítulos “Cien años con Juan Rulfo”, que llegó en conmemoración por el centenario del natalicio del escritor, es en el capítulo tres que se habla de la relación de Rulfo con la fotografía. Para desarrollar esta pieza, se seleccionaron cinco fotografías y se trasladaron al lugar donde fueron tomadas, cada imagen narra una historia y crea una atmósfera nostálgica, así lo subrayó esta casa editorial en mayo del 2017 cuando Juan Carlos y Juan Pablo Rulfo estuvieron en Guadalajara a propósito de las actividades por el centenario de su padre.La etapa de la fotografía en la vida de Juan Rulfo ha sido retomada por investigadores y especialistas, recientemente, de abril a agosto del 2017, el Museo Amparo de Puebla, realizó una exposición fotográfica llamada “El fotógrafo Juan Rulfo” que también desembocó en la publicación de un libro, editado por RM, Fundación Juan Rulfo y el propio museo donde se habla de esta pasión que el escritor realizó desde los años treinta.El libro, según destaca la editorial en su página web: www.editorialrm.com, incluye ensayos de Jorge Zepeda, Andrew Dempsey y Víctor Jiménez, así como una “Cronología” de los hechos más importantes de la vida de Juan Rulfo en relación con la fotografía, a cargo de la historiadora Paulina Millán.Y es precisamente ella quien explica cómo es que se gesta el amor que Rulfo siente por la fotografía y donde en cada una de sus imágenes se presentan aspectos recurrentes como las panorámicas de paisaje; la arquitectura colonial y prehispánica del Centro y Occidente del país, pues otras de las grandes pasiones de Rulfo era viajar y conocer su nación; así como la cinematografía; pero también la danza, el retrato y la vida rural y urbana.Hay que destacar que Rulfo mantuvo sus oficios de escritor y fotógrafo al margen. Así lo destaca Paulina Millán, quien en una charla grabada para el Museo Amparo, habla de cómo ella realizó tres cronologías para hablar de la relación de Juan Rulfo con la fotografía y de donde se retoman aspectos importantes para desarrollar este artículo. También así lo analiza en una charla de la presentación del libro “El fotógrafo Juan Rulfo”, el director de la Fundación Juan Rulfo, Víctor Jiménez Muñoz, quien subraya que el autor era una persona distinta cuando tomaba fotografía de la que era cuando escribía. “Su estatura como escritor rebasó todo lo que cualquiera podría haber imaginado. Es el autor más leído dentro y fuera de México, está traducido a más de 50 idiomas. El número de lectores aumenta cada año”. Se destaca que el acervo que se tiene de Rulfo con respecto a la fotografía es de seis mil negativos.Paulina Millán ha investigado desde hace aproximadamente 15 años la labor fotográfica de Juan Rulfo y para este proyecto con Museo Amparo hizo tres cronologías; la primera sobre la información que ella ha recabado al paso de estos años, la segunda sobre las cartas que él le escribió a su esposa Clara Aparicio donde le hablaba de la fotografía y la tercera tiene que ver en los lugares donde el autor publicó y expuso su trabajo como fotógrafo. “No solo se trata consignar fechas y hechos históricos, es una labor del historiador buscar interpretar, rastrear y hacer conjeturas”, comenta Paulina en la charla grabada para el museo.“Entre 1932 y 1934, creo yo, es que Juan Rulfo se inicia como fotógrafo, su interés por la fotografía probablemente inició en sus primeros años como alpinista en Guadalajara, cuando tenía alrededor de 15 años de edad y formaba parte del club de alpinismo del Seminario Conciliar de San José al que ingresó en 1932. Cuando él llega a la Ciudad de México en el 1935, él ya tomaba fotografías”, es la conjetura a la que llega la historiadora al analizar los primeros años de vida del escritor.Resalta Millán en su charla, que la primera cámara de Rulfo fue de 4x4, desconoce la marca, pero en octubre de 1949 ya la había cambiado por una Rolleiflex 6x6. El autor nunca trabajó en el cuarto oscuro, se interesó por mandar a imprimir sus fotografías en distintas técnicas y diversos papeles y tamaños. Además de que para venderse como fotógrafo, en sus primeros años de exploración en la imagen, hizo varias combinaciones de su nombre para firmar su trabajo, como por ejemplo: Juan Pérez Vizcaíno o Juan Pérez Rulfo; su nombre completo es Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno.En las imágenes que se tienen del escritor también se destacan las de sus autorretratos, por ejemplo de muy joven, retratándose en los pueblos en los que vivió su infancia y más adulto en panorámicas donde figuran los volcanes y las montañas. En su travesía y afición por la fotografía, Rulfo desarrollaba esta actividad al tiempo que trabaja en la Secretaría de Gobernación de la Ciudad de México y después en una empresa de neumáticos, con estos empleos tuvo la oportunidad de viajar a diverso lugares de México, sobretodo del Centro y Occidente.En 1949 se da a conocer como fotógrafo en la revista “América” de la Secretaría de Educación Pública donde también presenta sus primeros cuentos, pero como se resaltó anteriormente, sus fotografías no se vincularon con su obra literaria. En 1952 también publicó en la revista “Mapa” donde era el editor y ahí ya combinaba la escritura de los artículos con la fotografía, esta publicación era de la empresa de neumáticos para la que laboraba y la Asociación Mexicana de Automovilismo.En 1960, Rulfo expuso en Guadalajara una veintena de sus fotos, sin embargo, en 1980 en el Palacio de Bellas Artes tuvo más repercusión porque se tuvo la oportunidad de conocer más a fondo su actividad como fotógrafo.Lee todos los contenidos del Suplemento Tapatío en la edición impresa de EL INFORMADOR o consulta el hojeable digital a continuación: