PRIMERA LECTURASab 11, 22-12, 2.«Señor, delante de ti, el mundo entero es como un grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero, que cae sobre la tierra.Te compadeces de todos, y aunque puedes destruirlo todo, aparentas no ver los pecados de los hombres, para darles ocasión de arrepentirse. Porque tú amas todo cuanto existe y no aborreces nada de lo que has hecho; pues si hubieras aborrecido alguna cosa, no la habrías creado.¿Y cómo podrían seguir existiendo las cosas, si tú no lo quisieras? ¿Cómo habría podido conservarse algo hasta ahora, si tú no lo hubieras llamado a la existencia?Tú perdonas a todos, porque todos son tuyos, Señor, que amas la vida, porque tu espíritu inmortal, está en todos los seres.Por eso a los que caen, los vas corrigiendo poco a poco, los reprendes y les traes a la memoria sus pecados, para que se arrepientan de sus maldades».SEGUNDA LECTURA2 Tes 1, 11-2, 2.«Hermanos: Oramos siempre por ustedes, para que Dios los haga dignos de la vocación a la que los ha llamado, y con su poder, lleve a efecto tanto los buenos propósitos que ustedes han formado, como lo que ya han emprendido por la fe. Así glorificarán a nuestro Señor Jesús y él los glorificará a ustedes, en la medida en que actúe en ustedes la gracia de nuestro Dios y de Jesucristo, el Señor.Por lo que toca a la venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestro encuentro con él, les rogamos que no se dejen perturbar tan fácilmente. No se alarmen ni por supuestas revelaciones, ni por palabras o cartas atribuidas a nosotros, que los induzcan a pensar que el día del Señor es inminente».EVANGELIOLc 19, 1-10.«En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó, y al ir atravesando la ciudad, sucedió que un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de conocer a Jesús; pero la gente se lo impedía, porque Zaqueo era de baja estatura. Entonces corrió y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por ahí. Al llegar a ese lugar, Jesús levantó los ojos y le dijo: "Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa".Él bajó enseguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, comenzaron todos a murmurar diciendo: "Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador".Zaqueo, poniéndose de pie, dijo a Jesús: "Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más". Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también él es hijo de Abraham, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido"».En el pasaje evangélico que se nos presenta este domingo, nos muestra la actitud de Zaqueo buscando ver quién era Jesús. Tengamos en cuenta que era jefe de publicanos; los judíos llamaban “publicano” al colaborador con los enemigos los romanos, en este caso, al que se prestaba a recaudar dinero para Roma. Normalmente cobraban más de lo que Roma exigía y los judíos los odiaban.En el encuentro con Jesús, Zaqueo lo invita a su casa para cenar, situación que escandaliza a la gente: ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador, sin embargo, para Jesús es ofrecerle un gesto de amistad.Con frecuencia nuestra mirada es superficial, sin alcanzar a vislumbrar la capacidad de transformación que puede tener lugar bajo el impulso de la gracia. Por eso es importante apostar a la bondad oculta en el fondo del corazón humano. Qué actitudes lo motivaron a cambiar:1. Jesús le mira. Antes de que Zaqueo mirara a Jesús, Zaqueo se sintió mirado, y aún cuando nadie lo quería ver, Jesús le mira con cariño y Zaqueo se sintió amado.2. Le llamó por su nombre. Hacía mucho tiempo que a Zaqueo nadie lo llama por su nombre, le decían ladrón, corrupto, sinvergüenza, malvado… para Jesús tiene un nombre, le restituye su dignidad.3. Se invitó a comer en su casa. Hoy debo hospedarme en tu casa. Sólo se hacía cuando había una enorme amistad. Zaqueo baja con alegría. Jesús se expone a la crítica de los fariseos por comer con un pecador, pero se gana a una persona.El evangelio de hoy nos invita a reflexionar, por la actitud de Jesús, a no ver con desprecio y rechazar al pecador, porque esas actitudes lo aíslan y lo endurecen en el mal que está haciendo contra sí mismo y contra la comunidad.En la actitud de Jesús no vemos que le reclame su situación, no le echa en cara su pecado, simplemente se ha dedicado a amarle y darle toda su confianza… lo demás vendrá solo: “la mitad de lo que tengo lo doy a los pobres y doy cuatro veces más de lo que he defraudado”. Zaqueo no podía desprenderse del dinero antes de conocer a Jesús como la suprema riqueza de su vida. Se sintió feliz, lo contrario del joven rico. Con Jesús descubrió que la riqueza no da la felicidad.La liturgia de este domingo nos presenta el encuentro de Jesús con Zaqueo, “jefe de publicanos y rico”. Publicanos eran judíos que ganaban por subasta arrendar el puesto de cobrador de impuestos para Roma. Cómo podemos esperar, una vez invertido su dinero, hacían lo posible para recuperarlo y obtener ganancias. En pocas palabras, se dedicaban a sacar todo lo que podían a su gente para dárselo a los ocupadores romanos y quedarse con una parte. Nos podemos imaginar lo despreciables que eran estas figuras para sus coterráneos. Que Jesús optó por alojarse en su casa era un verdadero escándalo.El proceso de conversión de Zaqueo nos presenta también el itinerario de toda conversión cristiana. El primer paso es la curiosidad por conocer al Señor, lo que lleva a nuestro personaje a vencer los obstáculos (era de baja estatura y había mucha gente frente a él) subiéndose a un árbol. Realmente quiere conocer a Jesús. El camino cristiano inicia cuando queremos “conocer” personalmente, no de oídas, al Señor y hacemos todo lo posible por tener acceso a él. San Ignacio de Loyola, en los Ejercicios Espirituales, nos invita a un “conocimiento interno” del Señor. Esto se logra cuando no solamente leemos los evangelios, sino que nos arriesgamos a “entrar en ellos y vivirlos”: reconstruir con nuestra imaginación la escena y dejar que los eventos que describen nos comuniquen su mensaje.Cuando hacemos estas contemplaciones bíblicas nos sucede lo que a Zaqueo: Jesús deja de ser motivo de curiosidad y se convierte en presencia que se comunica con nosotros. La frase “hoy tengo que hospedarme en tu casa” denota el deseo del Señor de habitar nuestras vidas, de transmitirnos su amor que sana y da esperanza. Cuando lo recibimos, nuestras vidas cambian.La segunda parte del relato presenta a Zaqueo con un corazón transformado: dará la mitad de sus bienes a los pobres y está dispuesto a restituir a sus víctimas cuatro veces lo que les hubiera defraudado. Zaqueo ha sido transformado por su encuentro con el Amor incondicional de Dios encarnado en Jesús. Eso basta para regresarle al publicano su dignidad de “Hijo de Abraham”. Acoger al Señor en “nuestra casa”, en nuestra conciencia, nos permite redescubrir nuestra vocación de ser imagen de Dios, que ama sirviendo.Alexander Zatyrka, SJ, rector del ITESO