Algunos viajes se anidan en el corazón. Memorias que adquirimos y se vuelven compañía entrañable para cada día de nuestra vida. Así lo descubrí en Jamay, tierra de tradiciones, bañada por Chapala, de amor por sus antepasados y eterno semillero de artistas. Espacio de sabores espectaculares, de gente buena que sabe extender la mano y ofrecer una sonrisa al viajero. Y es aquí, tan cerquita de Guadalajara, donde encontré un curioso y encantador tesoro de belleza arquitectónica y larga historia: Hacienda de Maltaraña.Maltaraña se encuentra cerquita de Jamay, en una localidad llamada La Palmita. A la distancia deja ver las razones de su fama. La colosal construcción levantada durante el Porfiriato presume la belleza de la arquitectura de influencia francesa. Muros sólidos y una fachada profundamente trabajada, dejando entrever la secular maestría de los canteros jaliscienses.A esta belleza evidente, sin embargo, también hay que reconocerle un cierto aire de abandono. Las vigas que sostienen los muros y las inclemencias de los años han hecho mella en algunos sectores, donde ya se adivinan grietas y daño a sus ventanas y puertas, muchas de ellas originales.El pasado de Maltaraña es apasionante. Cuentan que a principios del siglo XX, el presidente Porfirio Díaz venía cada año a Chapala a pasar la Semana Santa. Según se cuenta, Díaz tenía un compadre en la región, un magnate a quien le recomendó comprar la Ciénega de Chapala antes de que fuera desecada, pero que una vez que lo fuera, tendría un gran valor.En ese entonces, Maltaraña era una islita, pero con la desecación de la zona, terminó unida a tierra firme. Y allí, Díaz mandó a construir una lujosa hacienda. Se decía, que en su momento de esplendor la casa tenía 365 puertas y ventanas, una por cada día del año. Espectacular en todos los sentidos, su belleza, sin embargo, llegó en un momento de enorme agitación política. Era el año 1907.Al llegar la Revolución Mexicana, el país entró en una etapa turbulenta y la opulenta Hacienda Maltaraña fue uno de los blancos principales de los ejércitos revolucionarios.La casa fue saqueada en busca de los tesoros supuestamente ocultos que albergaba, mismos que nunca fueron encontrados. Hoy en día, cuenta la leyenda, un espíritu sigue vagando en su interior, cuidado ese tesoro que está destinado a no ser encontrado jamás.Jamay es reconocido por sus exquisitos sabores y fabulosa gastronomía, así que una visita a esta ciudad pasa necesariamente por explorar sus deliciosos platillos. El pescado de granja, la hueva de pescado, los charales y las tilapias llegan a la mesa preparados de las maneras más diversas: A la diabla, en caldo, al mojo de ajo y un etcétera casi eterno, ya que la creatividad es el límite.Un lugar clave a visitar es la Plaza Principal de Jamay, donde destaca el obelisco de 20 metros dedicado a Pío IX y realizado con canto y cal.Este año, por cierto, comenzó una profunda restauración del monumento, para hacerlo lucir de la mejor manera.Caminando en la cercanía, bien vale la pena subir al Mirador del Cerro de la Cruz. ¡La vista es espectacular! Además de que permite contemplar Chapala, que este año luce con las mejores galas.Siempre es un buen momento para visitar Jamay, aunque si estás preparando ya la agenda para el próximo año, vale la pena que lo hagas del 28 al 16 de noviembre, cuando tiene lugar la romería en honor a Nuestra Señora del Rosario.Desde Guadalajara toma la carretera federal 44 a Chapala, luego a Ocotlán y justo en la “Y” se toma la carretera 35 hasta Jamay. Recuerda verificar el estado de tu automóvil si tomas carretera.