Jueves, 28 de Noviembre 2024
Suplementos | XXI Domingo Ordinario

Esfuércense por entrar por la puerta angosta

El símbolo bíblico del esfuerzo para entrar al reino de Dios es también una lección de no cargarse de cosas materiales y de mantenernos humildes de espíritu

Por: Dinámica pastoral UNIVA

«Esfuércense en entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán». EFE/Archivo

«Esfuércense en entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán». EFE/Archivo

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Is 66, 18-21.

«Esto dice el Señor:
"Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua.
Vendrán y verán mi gloria.
Pondré en medio de ellos un signo,
y enviaré como mensajeros a algunos de los supervivientes
hasta los países más lejanos y las islas más remotas,
que no han oído hablar de mí ni han visto mi gloria,
y ellos darán a conocer mi nombre a las naciones.

Así como los hijos de Israel
traen ofrendas al templo del Señor en vasijas limpias,
así también mis mensajeros traerán,
de todos los países, como ofrenda al Señor,
a los hermanos de ustedes

a caballo, en carro, en literas,
en mulos y camellos,
hasta mi monte santo de Jerusalén.
De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas''».

SEGUNDA LECTURA

Hb 12, 5-7. 11-13.

«Hermanos: Ya se han olvidado ustedes de la exhortación que Dios les dirigió, como a hijos, diciendo: Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor, ni te desanimes cuando te reprenda. Porque el Señor corrige a los que ama, y da azotes a sus hijos predilectos. Soporten, pues, la corrección, porque Dios los trata como a hijos; ¿y qué padre hay que no corrija a sus hijos?

Es cierto que de momento ninguna corrección nos causa alegría, sino más bien tristeza. Pero después produce, en los que la recibieron, frutos de paz y de santidad.

Por eso, robustezcan sus manos cansadas y sus rodillas vacilantes; caminen por un camino plano, para que el cojo ya no se tropiece, sino más bien se alivie».

EVANGELIO

Lc 13, 22-30.

«En aquel tiempo, Jesús iba enseñando por ciudades y pueblos, mientras se encaminaba a Jerusalén. Alguien le preguntó: "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?"

Jesús le respondió: "Esfuércense en entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante de la mesa y cierre la puerta, ustedes se quedarán afuera y se pondrán a tocar la puerta, diciendo: '¡Señor, ábrenos!' Pero él les responderá: 'No sé quiénes son ustedes'.

Entonces le dirán con insistencia: 'Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas'. Pero él replicará: 'Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes. Apártense de mí todos ustedes los que hacen el mal'. Entonces llorarán ustedes y se desesperarán, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes se vean echados fuera.

Vendrán muchos del oriente y del poniente, del norte y del sur, y participarán en el banquete del Reino de Dios. Pues los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos''».

“Esfuércense por entrar por la puerta angosta”

En el evangelio de este domingo, encontramos una imagen clara y cercana a nuestra vida cotidiana, Jesús hace referencia a una puerta estrecha, pero a la vez puede ser desconcertante.

El contexto es que, en las antiguas ciudades amuralladas, había grandes puertas que estaban abiertas durante el día y por ellas entraban los camellos cargados de toda clase de mercancías y estas se cerraban por la noche, por tanto, existía una muy pequeña escondida, por donde sólo pasaban las personas. Es esta a la que se refiere Jesús, ya que no se podía pasar con mercancías o equipaje por el espacio reducido, había que ir ligero de equipaje, por lo que lo podríamos interpretar que, para ir al cielo, no necesitaremos llevar cosas materiales, más sí buenas obras.

Estemos seguros que detrás de esa puerta nos espera Dios. La pregunta que le hicieron a Jesús en este pasaje evangélico era sobre números ¿son muchos los que se salvan? Pero para Él, lo importante es presentar a un Padre maravilloso que hace salir el sol para los buenos y malos, manda su lluvia sobre justos y pecadores. A Jesús le interesa que todo el mundo se entere de lo bueno que es ese Padre, además de que disfruta cuando todos sus hijos están sentados alrededor de su mesa.

Nos da a conocer que después de atravesar “la puerta estrecha de la muerte” habrá un Padre “que nos sorprenderá”, porque será mucho más maravilloso de lo que aquí habíamos soñado “lo veremos cara a cara”.

El evangelio termina con una llamada a la universalidad “vendrán muchos del oriente y del poniente, del norte y del sur y participarán en el banquete del Reino de Dios”. Encontramos que, por parte de Dios, nadie puede quedar excluido de la casa y de la mesa. El orgullo de un Padre es ver a todos sus hijos alrededor de una mesa, de igual manera Dios nos comparte su mesa, que consiste en participar de su Reino.

Esta iniciativa de parte de Dios nos debe motivar a vivir con intensidad, verdad, responsabilidad y justicia, cada momento de nuestra existencia. Dar testimonio de nuestra vida cristiana, ser coherentes entre lo que creemos y lo que vivimos, sobre todo para dar testimonio de nuestra fe. Jesús lo que busca son los corazones y las actitudes de los que le siguen.

El mensaje de Jesús es una preciosa oferta, donde nos promete la salvación para el que acoge su propuesta, lo central de esta parte del evangelio, nos manifiesta que quien quiera salvarse debe vivir según la voluntad de Dios.

La puerta angosta

Uno de los símbolos más reconocibles de los evangelios es la invitación del Señor Jesús a esforzarse por entrar por la puerta angosta. Este domingo veremos la manera como nos la presenta el evangelio de san Lucas 13, 22-30. Mateo toca el tema en el Sermón del Monte (7, 13-14) donde la compara con la puerta ancha de la perdición.

Ante la pregunta “¿es verdad que son pocos los que se salvan?”, motivada seguramente por la visión elitista y restrictiva del fariseísmo piadoso, el Señor Jesús no responde directamente, sino que lleva la conversación (y el mensaje) a lo verdaderamente importante: invita a esforzarse por pasar por la puerta angosta. La puerta no es angosta en referencia a una observancia rigurosa de preceptos o prácticas devotas. Eso es precisamente lo que Jesús ha estado criticando sistemáticamente. La puerta es angosta porque por ella solamente pasarán quienes se mantienen “pequeños”, es decir, humildes. Quienes mantienen el espíritu de niños. Quienes se dedican a alimentar sus egos (inclusive a través de prácticas pseudo religiosas) y los han inflado hasta la soberbia, simplemente no podrán pasar por la puerta angosta. Quedarán atorados…

El resto del relato profundiza este mensaje. Quienes se queden afuera reclamarán: “Señor, ¡ábrenos!”, y le dirán con insistencia que comieron y bebieron con él (posible referencia al banquete Eucarístico) y que conocen sus enseñanzas. Pero por dos veces el Señor les contesta con una negación terrible: “No los conozco, no sé quiénes son ustedes”. Y les revela la razón: se han dedicado a hacer el mal.

Todo el relato nos recuerda la expresión del final del Sermón del Monte: “no todo el que me diga ‘Señor, Señor’ entrará en el Reino de los cielos”. Es decir, la salvación no es cuestión de observancias externas ni devociones superficiales sino de una auténtica conversión de corazón. La autenticidad de esa conversión la percibimos por los frutos evidentes en la sensibilidad de quienes la han vivido: son personas humildes, que con naturalidad aman a sus semejantes y tratan de ser una bendición para ellos y ellas. Son personas comprensivas, tolerantes y solidarias. Estos “pobres de Yahvé” no tendrán ningún problema para pasar a través de la puerta estrecha.

Alexander Zatyrka, SJ, rector del ITESO
 

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