Es curioso como algunos viajes nos hacen sentir como en casa. Llegar a rincones que no conocemos y sentir esa sensación de que llegaste nuevamente al terruño. En mil lugares te sentirás como forastero, pero tarde que temprano toparás con esa ciudad que te recibirá como un hijo pródigo. Y te confieso que yo sentí eso en Aguascalientes.Estado vecino, unido por uno y mil lazos a la región de los Altos de Jalisco, pero al mismo tiempo con sus diferencias. Con cantera amarilla y ocre que decora su capital. Con sus merenderos alegres y siempre repletos de sabores. Con su gente tranquila y siempre dispuesta a extenderte la mano. Orgullosos de su feria y sus guayabas.Lo primero que atrapó mi atención sobre la ciudad de Aguascalientes fue su Centro Histórico. Hermoso y bien conservado, con plazas amplias y de ambiente familiar. Y por encima de todas las cosas: Limpio. ¡Qué gusto ver una ciudad donde sus habitantes conocen el valor de tirar la basura en el bote!Me gusta caminar las ciudades a las que llego, y hacerlo en la urbe hidrocálida es una delicia. Los primeros pasos me llevaron a la Plaza de Armas, Principal o de la Patria, según a quien le pregunten. Casi siempre ocupada por alguna exposición artística y que es punto de reunión de familias, paseantes y claro, enamorados que andan de la mano por sus rincones.Uno de los nombres de la plaza se lo debe al altar a la Patria que se encuentra en su centro, aunque hay un monumento todavía más impresionante, al menos desde el punto de vista arquitectónico: La Catedral Basílica, dedicada a la Virgen de la Asunción, y cuya belleza y rico decorado en su portada es un magnífico ejemplo de la maestría que alcanzaron los artesanos durante el virreinato.Curioseando por los alrededores de la plaza entre al Palacio de Gobierno. Levantado en 1665, despliega ante los ojos del paseante cinco espléndidos murales del pintor chileno Oswaldo Barra Cunningham, quien plasmó en las paredes del recinto la historia del Estado hidrocálido. La obra representa un tesoro de valor incalculable para la Entidad y el país.Desde allí tomé Av. Francisco I. Madero en dirección al Barrio de San Marcos. El camino está sembrado con cafeterías, merenderos y tiendas de souvenirs. El trayecto ofrece postales de enorme belleza, así que te recomiendo llevar la cámara lista para tomar una foto de la espectacular fachada del Templo de Nuestra Señora del Rosario, con su peculiar “torre mocha”.El Jardín San Marcos, siempre verde, con sus esculturas (te recibirá la vendedora de rosas), lleno de paseantes y novios de “manita sudada”, representa, al lado del Centro de la ciudad, dos de los rincones más distintivos que todo visitante desea explorar. Aquí está también el templo al que solían llegar los viajeros, la plaza de toros y el gigantesco centro de convenciones de la ciudad. En conjunto, todos forman parte de la Feria de San Marcos, conocida por su palenque, la tauromaquia y sus diversos restaurantes. ¡Es un imperdible!Comer en Aguascalientes capital es comer bien. En esta temporada tiene como “plus” el Chile Aguascalientes. Lleva chile ancho seco, carne, nuez, biznaga, uva y la omniprescente guayaba.¿Recomendación para disfrutarlo? Date una vuelta al Gran Hotel Alameda (Av. Alameda 821), una hermosa construcción en impoluto blanco de la Época Porfiriana. En su interior está el restaurante Las Uvas, con lo mejor de la cocina del Estado y claro, el Chile Aguascalientes como la estrella de su menú por temporada. El horario es de 07:30 a 22:30 horas y vale la pena disfrutarlo.El postre sugerido es un rico licor de guayaba, perfecto para terminar un día dulce y delicioso, tal y como si estuvieras en casa.