PRIMERA LECTURA: Ex. 20, 1-17. “La ley fue dada por Dios a Moisés”.SEGUNDA LECTURA: 1Cor. 1, 22-25. “Predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los hombres, pero sabiduría de Dios para los llamados”.EVANGELIO: Jn. 2, 13-25. “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”.Muchos judíos se conformaban con ofrecer animales a Dios en su Templo, principalmente en la gran fiesta de la Pascua. Con eso pensaban agradar a Dios, aunque luego su vida se alejase de lo que Dios les había mandado. Se había caído en un culto vacío: ofrecer animales, sacrificios… pero el corazón de los oferentes estaba lejos de Dios y lejos de los hombres. Jesús se revela contra esta práctica. Con un gesto inusual en Él, expulsa a los animales del Templo y vuelca las mesas de los cambistas que habían convertido la casa de Dios en un mercado.Es importante entender este pasaje de la purificación del Templo por Jesús como auto-manifestación de Cristo en su misterio salvador. Cristo da paso a una alianza y culto nuevos en espíritu y en verdad. El maestro se pronuncia por una religión limpia de ritualismos muertos, por un culto vivo y nacido de la fe del corazón.La auténtica religión y adoración en espíritu y verdad, el culto verdadero y completo, es la religión de la vida entera, vivida con fidelidad plena a la voluntad de Dios y en solidaridad con el hombre, especialmente con los más débiles y necesitados.Todo lo que somos, todo lo que hacemos, los compromisos profesionales, sociales y políticos, el respeto a las personas, etc., todo es parte de nuestro culto a Dios “en espíritu y en verdad”, en el gran templo donde se desarrollan nuestras vidas.Hasta tal punto esto es así, que lo que llamamos “el culto” y se desarrolla dentro de nuestros templos, iglesias y capillas, y recibe su sentido “sacramental” en tanto que va respaldado por la vida real. De no ser así, las realidades que se dan en este culto, serían puros ritos, con referencia ciertamente a Jesucristo Resucitado, pero sin ninguna referencia a la vida de los que celebran dicha liturgia. Estarían vacíos de contenido y no servirían para lo que fueron establecidos: para el encuentro salvífico y pascual con el Resucitado, que ha de empapar y transformar toda nuestra vida.Como parte de nuestro camino cuaresmal, de la preparación que hacemos de nuestras vidas para celebrar la Pascua, hoy se nos invita a reflexionar si no hay en nosotros, en nuestra vivencia de la fe, ciertas actitudes u omisiones que debemos purificar para hacer de nuestra fe un verdadero estilo de vida y no reducirla y mal entenderla como un mero conjunto de ritos vacíos que no me comprometen a nada y que poco o nada iluminan mi vida.¿Nuestro encuentro con Dios nos revela nuevas formas de vivir? ¿Nos ha mostrado nuevos caminos de cuidado para quienes nos rodean? ¿Tenemos en cuenta que la vida de nuestros hermanos y hermanas, especialmente las más débiles, es tan valiosa como la nuestra y, por tanto, ha de ser defendida y cuidada?Dios sabe lo que hay dentro nuestro corazón, la palabra nos lo ha dicho, por eso es apremiante aprovechar este tiempo de gracia cultivando las buenas obras en nuestra vida, purificando nuestra amistad con Dios de todo aquello que la hace ver como una relación por mera conveniencia, y fundándola en el amor que Dios mismo nos ofrece.En este tercer domingo de cuaresma y otros dos domingos más, el evangelista San Juan presenta a Cristo el Señor con el mensaje fundamental del misterio de la Redención. El sustantivo redención y el verbo correspondiente, redimir, tienen el significado de pago, rescate; rescatar, pagar, para alcanzar la libertad de un cautivo. En estos tiempos es frecuente escuchar, desgraciadamente, la funesta noticia de que una persona conocida es secuestrada por hombres perversos, que piden cierta cantidad por devolver con vida a quien sin culpa privaron de su libertad, o arrancaron de su familia, de su trabajo, de su ambiente y lo sometieron a sufrimientos psicológicos y físicos. Cuando se paga la cantidad fijada, redimen al cautivo, como cautivos eran quienes caían en manos de piratas; como sucedió a Miguel de Cervantes Saavedra, cinco años cautivo en Argel. Es la historia de la humanidad, caída y destinada a la muerte eterna a causa del pecado. En rescate y para rescate de todos los hombres, el Hijo de Dios se hizo hombre y pagó con el misterio de su muerte y su resurrección. “Cristo ha muerto por nuestros pecados, según las Escrituras”, dejó escrito San Pablo.La muerte de Cristo en la Cruz pertenece al misterio del designio de Dios. Y San Pedro así predicó: “Fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios” (Hechos 3, 13). “Habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Crtsto, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos, a causa de vosotros”.Es éste el designio de salvación por medio de la muerte del justo, del siervo. El mismo Señor declara que ha venido a dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20, 28). La Iglesia ha seguido la doctrina practicada por los apóstoles, y siempre ha enseñado que Cristo murió para redimir a todos los hombres, sin excepción. Su pasión redentora es la razón de ser de su Encarnación. Tomar: la naturaleza mortal del hombre en el seno de María, fue para poder morir: Dios inmortal se hace hombre mortal. Toda la vida de Cristo es el misterio de la Redención. Cristo manifiesta el misterio de Redención Universal.José Rosario Ramírez M.En el Evangelio de este domingo tercero de cuaresma vemos a Jesús que muestra un especial aprecio por el templo material como casa del Padre, su padre, como casa de Dios, lugar de oración tanto personal como de la comunidad para dirigirse al Señor como hijos suyos, lugar que reunía a todos los creyentes que venían de todas partes a rendir culto al único Dios verdadero. Jesús fue llevado al templo desde niño y de adulto acudía, para dar ejemplo, a la sinagoga todos los sábados para la escucha de las Sagradas Escrituras. En el templo fue presentado para cumplir con la ley, en el templo se quedó con los doctores para señalar de donde debían partir las enseñanzas, pero no era su tiempo todavía y regresó a estar sujeto a sus padres para prepararse a la predicación de la Buena Nueva. En este tiempo de Pandemia hemos sido obligados a abandonar los templos para evitar contagios. Se ha alargado este periodo y quizá hemos aflojado en nuestras prácticas comunitarias. Es cierto que muchos fieles han recurrido a la radio, a la televisión, a internet como una ayuda para no perder la participación comunitaria. El cierre de los templos nos ha dejado sin poder participar en los Sacramentos: la Eucaristía, alimento del alma; la confesión, como reconciliación con Dios y alivio del espíritu. El Bautismo y el Matrimonio, muchas veces procrastinados, casi en privado. La imposibilidad de dar un adiós digno y amoroso a los seres queridos en los funerales casi anónimos y fuera de los templos.Con este evangelio Jesús nos invita a reconsiderar la dignidad de los templos y tratar de reincorporarnos a nuestras habituales actividades comunitarias, en la medida que las autoridades lo permitan, pero no olvidemos que los templos son el lugar privilegiado para dirigirnos a Dios como familia, como comunidad. No importa si la construcción es bella o no. Es la casa del Padre, de nuestro Padre Dios.Francisco Javier Martínez Rivera, SJ - ITESO