Sábado, 30 de Noviembre 2024
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El amor de Dios: experiencia espiritual fundamental

«Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado»

Por: Dinámica pastoral UNIVA

«Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor». WIKIPEDIA/«La despedida de los apóstoles», de Duccio di Buoninsegna

«Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor». WIKIPEDIA/«La despedida de los apóstoles», de Duccio di Buoninsegna

LA PALABRA DE DIOS

“Dios es amor”.

PRIMERA LECTURA

Hch. 10, 25-26. 34-35. 44-48.

«En aquel tiempo, entró Pedro en la casa del oficial Cornelio, y éste le salió al encuentro y se postró ante él en señal de adoración. Pedro lo levantó y le dijo: “Ponte de pie, pues soy un hombre como tú”. Luego añadió: “Ahora caigo en la cuenta de que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que fuere”.

Todavía estaba hablando Pedro, cuando el Espíritu Santo descendió sobre todos los que estaban escuchando el mensaje. Al oírlos hablar en lenguas desconocidas y proclamar la grandeza de Dios, los creyentes judíos que habían venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se hubiera derramado también sobre los paganos.

Entonces Pedro sacó esta conclusión: “¿Quién puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros?” Y los mandó bautizar en el nombre de Jesucristo. Luego le rogaron que se quedara con ellos algunos días».

SEGUNDA LECTURA

1Jn. 4, 7-10.

«Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. El amor que Dios nos tiene se ha manifestado en que envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por él.

El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros pecados».

EVANGELIO

Jn. 15, 9-17.

«En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena.

Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.

No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros’’».

El amor de Dios: experiencia espiritual fundamental

Dice San Juan en su primera carta: “El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo” (1ª Jn, 4, 9). Y este amor “no hace distinción de personas, sino que acepta al que le teme y practica la justicia, sea quien fuere”. El evangelio no es un código de leyes morales, sino la manifestación en Cristo Jesús de este amor de Dios a nosotros, humanos grandes y débiles, buenos o pecadores. La vida espiritual nace cuando vivenciamos este amor en nuestra vida; sin esta vivencia la vida interior se va secando y se llena con reglas morales que nos imponemos para pacificar nuestro vacío y cuya violación nos condena constantemente a una existencia espiritual infantil y adocenada.

La vida actual nos aleja de esta experiencia espiritual porque no tolera el silencio interior, la meditación íntima, la oración filial. Y son justamente estos espacios de interioridad y de intimidad orante los que van posibilitando el ir adentrándonos en la vivencia fundamental. Quizá somos tan poco capaces de amar gratuitamente porque nunca hemos tenido la experiencia de ser amados con entera gratuidad, sin que se nos pida nada a cambio. Por eso Jesús dice en el evangelio de hoy: “Como el Padre me ama, así los amo yo”. Si este amor Crístico nunca lo hemos experienciado y no lo vamos ahondando en nuestra intimidad, ¿cómo nos vamos a poder amar unos a otros, sin hacer de esto un imperativo moral, un “debes”, sino algo que brota espontáneamente del corazón, como una fuente se derrama de su propia plenitud? 

Jesús nos llama amigos y no siervos, el amigo ama, el siervo obedece. Vivenciar el amor de Dios en nuestra vida es, pues, la experiencia espiritual fundamental. Por eso san Ignacio de Loyola, al inicio de sus Ejercicios Espirituales, la llama “Principio y Fundamento” de toda vida espiritual.

Héctor Garza Saldívar, SJ - ITESO

Amar como él nos ama

El día de hoy San Juan nos remite al pasaje de la Última Cena. Inmersos en ese contexto es ahí donde Jesús pronuncia su último discurso-enseñanza a sus discípulos. Es el gran mensaje final de un Dios encarnado que ama profundamente al ser humano, ha confiado en él y que quiere ser amado y conocido por él.

Dos verbos sintetizan toda la experiencia del amor: permanecer y cumplir. Vamos a escudriñar el significado profundo de ambos porque ellos nos darán la clave de interpretación del mandamiento nuevo que pronuncia Jesús: “que se amen los unos a los otros como yo los he amado”.

Jesús les/nos pide en primer lugar que permanezcan en su amor como consecuencia del amor que Él les ha tenido y que no es sino una trasposición del mismo amor que Jesús ha recibido del Padre. Este permanecer significa mantenerse firme, en una vinculación personal, no solo estar en un lugar, entraña una fuerza vital, un vigor, una unión que comunica vida y crecimiento.

Esta vinculación necesaria entre discípulo y maestro no aparece sola o aislada sino en un binomio necesario: permanecer-cumplir. Son dos verbos que utiliza Jesús en la narración y que se implican el uno al otro de modo inseparable.

Primero aparece “permanezcan en mi amor” y después aparece “si cumplen mis mandamientos’. Este último mandamiento, cumplir, tiene un sentido profundo de atesorar, custodiar, guardar algo valioso. En nuestra transmisión de la fe cristiana hemos insistido en educar una conciencia ético-moral recta y de ahí que se identificase el ser bueno con el ser creyente o el ir a misa. Grave error. Una fe formulada únicamente como norma de comportamiento se desvanece. Es necesaria la experiencia primera y ontológica del sentir, del saberse sujeto y sujeto amado ante el Otro. 

Este mensaje de Jesús implícito en sus palabras y en su mandamiento, renueva un modo de comprender la realidad de la fe en estos tiempos en que insistimos en la necesidad de una nueva evangelización. Si no somos capaces de gestar en el otro la experiencia de un Dios amante incondicional, de poco nos servirán la multitud de tareas y actividades que hagamos.

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