Viernes, 22 de Noviembre 2024

Dzibilchaltún, tesoro maya

Por su cercanía a la costa, la Dzibilchaltún maya destacó por sus productos marinos, la sal y herramientas de caracol

Por: Francisco González

EL INFORMADOR/ F. González

EL INFORMADOR/ F. González

Sus aguas cristalinas y lirios, un deleite a la vista. EL INFORMADOR/ F. González

Sus aguas cristalinas y lirios, un deleite a la vista. EL INFORMADOR/ F. GonzálezCopyright 2006 PerfectProof

Un deleite observar las piezas del museo. EL INFORMADOR/ F. González

Un deleite observar las piezas del museo. EL INFORMADOR/ F. GonzálezCopyright 2006 PerfectProof

En la zona se practicó el Pok ta pok, juego de pelota maya. EL INFORMADOR/ F. González

En la zona se practicó el Pok ta pok, juego de pelota maya. EL INFORMADOR/ F. GonzálezCopyright 2006 PerfectProof

Son múltiples los objetos arqueológicos encontrados en la región. EL INFORMADOR/ F. González

Son múltiples los objetos arqueológicos encontrados en la región. EL INFORMADOR/ F. GonzálezCopyright 2006 PerfectProof

Eternidad. Vamos a uno de esos puntos donde el tiempo, con sus caprichos y misterios, decidió detenerse: Dzibilchaltún, Yucatán, ciudad donde cada piedra es hija del esplendor maya.

Si decides visitar Mérida, vale la pena que hagas un espacio en tu agenda para conocer este rincón que se encuentra a solamente 17 kilómetros de la llamada “Ciudad Blanca”. Ante tus ojos se abrirá una zona arqueológica que atrae a viajeros de todo el mundo.

En su momento de gloria -se comenzó a habitar desde el 500 a. de C.-, las construcciones de la ciudad llegaban a cubrir un área de 16 kilómetros cuadrados. El nombre significa en lengua maya “lugar de escritura sobre piedras planas”.

¿Razones para ir? Esas sobran. Desde sus fabulosas edificaciones construidas con la exactitud y maestría de los mayas, el museo con impresionante arte prehispánico, la intrínseca belleza natural de la zona y “de pilón”, el cenote a cielo abierto en el que es posible nadar.

Antes de partir a la aventura no está de más que lleves ropa cómoda -incluso un cambio y toalla, por si decides entrar al cenote-, repelente contra mosquitos y vayas bien hidratado. En el museo está prohibido tomar fotografías con flash.

El museo

Estelas, esculturas, vasos, relieves, enseres domésticos, armas, máscaras. La lista de objetos que podrás encontrar en el Museo del Pueblo Maya -a la entrada de Dzibilchaltún-, es vasta y se encuentra bien explicada, en salones acondicionados para aprovechar por un lado la luz natural, y frescos para evitar sucumbir ante el calor.

Cada uno de los objetos expuestos en el museo cuenta con una breve explicación, donde se data su fecha de fabricación y el uso que se le dio. Es fascinante observar la maestría que los mayas demostraron para darle forma a objetos tan sencillos como vasos y platos; hasta las estatuas que adornaban sus templos.

El cenote Xcalah

El profundo color turquesa y la transparencia de sus aguas invitan a todo paseante a un chapuzón. El cenote Xcalah -cuyo nombre significa “Pueblo Viejo” en lengua maya- es de acuerdo al INAH uno de los pocos que se encuentran a cielo abierto en Yucatán.

En algunas partes su profundidad llega a los 43 metros y es posible tomar un chapuzón en él, siempre atendiendo las normas de seguridad e indicaciones de las autoridades de la zona arqueológica. Al estar a cielo abierto, la temperatura del agua se encuentra cálida. También es una delicia recostarse en sus orillas y disfrutar del cálido Sol que acaricia la Península.

El Templo de las Siete muñecas

Dentro de las múltiples construcciones precolombinas del lugar, enormes moles de piedra perfectamente levantadas que han resistido el paso de los siglos, sin duda la más sorprendente es el Templo de las Siete Muñecas.

El nombre le viene porque se encontraron siete pequeñas figuras ásperas en su interior -están expuestas en el Museo del Mundo Maya-, aunque también se le conoce de otra forma: El templo del Sol.

Dos vece al año, durante los equinoccios de primavera y verano, cuando el Sol amanece en el horizonte, queda enmarcado de manera perfecta entre las dos ventanas del templo. No, no hay coincidencia ni suerte. Los mayas, una civilización con un profundo conocimiento de la astronomía y la matemática, calcularon a la perfección los movimientos del astro rey y lograron un efecto que durante siglos repite inalterable su ciclo.

El Templo de las Siete Muñecas está conectado con el resto de las construcciones de Dzibilchaltún y su cenote a través de un sacbé, que significa “camino blanco” en maya -porque alguna vez estuvo cubierto de roca caliza blanca-, dando un aspecto tan ceremonial como majestuoso. El trazo milenario de ese sendero se mantiene inalterable.

La experiencia de caminar el sacbé es sobrecogedora. Como si a cada paso, bajo las plantas de tus pies, fueras guiado por la fuerza de mil historias que allí se vivieron. Observar el Templo de las Siete Muñecas en silencio es conectarse con un pasado que está allí, silencioso, orgulloso...y eterno.

DR

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