La ciudad resiste en sus rincones, esconde su tradición al compás del tequila, la música y la botana tradicional. Ahí donde el rumor de las copas choca al ritmo de la rockola, surgen cada noche las historias que se niegan a ser olvidadas. Una cantina como refugio del olvido, punto de encuentro, motivo de celebración. Un lugar descrito con maestría por el poeta Miguel Ángel Hernández Rubio:“Una cantina es un mingitorio a tiempo y un buen servicio de bar; no la mullida almohada para recordarte ni para decir, ‘mira pues, pero qué malo es el amor’. Pero te decía, una cantina es uno y ya… y qué le vamos a hacer. Hoy, los solitarios, no estamos de humor”.