El Presidente se cree Francisco I. Madero. Cree que es depositario de un mandato revolucionario. Cree que encarna la batalla de los liberales, a quien él representa, contra los conservadores, la prensa y los intelectuales. Su relato busca asemejarse a la resistencia de Madero frente a una prensa que destruyó su reputación y proyecto en meses.No se cansa de repetirlo: soy el Presidente más criticado desde Madero. A la prensa que lo critica la cataloga de conservadora. Son conservadores porque se oponen a mí, sostiene. Ha dicho que hay conservadores también en la izquierda. No es difícil interpretar su trampa discursiva: el conservador, para López Obrador, es quien se opone a su proyecto político cimentado en el ejército, la familia, el culto a la personalidad. Vamos por partes.¿Qué significa ser un conservador? La Real Academia de la Lengua: un conservador es especialmente favorable a mantener el orden social y los valores tradicionales frente a las innovaciones y los cambios radicales. Un conservador es alguien que considera que las instituciones sociales tradicionales garantizan orden y paz. Atentar contra ellas es atentar contra el equilibrio de nuestra sociedad y romper los consensos más básicos. Un conservador no siempre se opone al cambio político. Se opone, sí y sólo sí, dicho cambio deforma, manipula, corrompe aquellos pilares de la sociedad tradicional. Por cierto, un conservador de cepa se pone a los partidos políticos. Los considera conspiradores contra la patria y el interés general.Entonces, ¿Es López Obrador un liberal que busca “liberarnos” de aquellos marcos sociales e institucionales tradicionales? ¿Es un gobernante que busca transformar los arreglos que nos hacen sentido como comunidad? ¿Afecta o pretende afectar alguna institución básica de nuestro contrato social? No.El Presidente es un conservador puro. No reniega de ninguna institución tradicional. Por el contrario, la lectura de la realidad que hace López Obrador es que nuestra crisis política es espejo de nuestra crisis de valores. Reproduzca sus declaraciones, estimada lectora. El Presidente considera que el problema de México es una crisis de valores tradicionales que fueron pervertidos y desviados por el neoliberalismo. El sistema económico convirtió al mexicano bueno en un ser egoísta, insolidario y corrupto. Perdonen, pero no hay razonamiento más conservador. Es decir, para recuperar lo que somos debemos volver a abrazar las instituciones tradicionales del país, comenzando por la familia, la religión y el ejército.El pensamiento socialdemócrata, liberal y progresista, cree en el estado del bienestar. Para no complicarnos: en el acuerdo social que permite que todos y todas tengamos lo mínimo para vivir en dignidad. No cree en las limosnas, sino en los impuestos. No cree en los subsidios directos, sino en los derechos. El Presidente cree en la familia como el cimiento del sistema de seguridad social del país. Cree en la beneficencia no en el derecho inalienable de toda persona a vivir como dignidad. La red de protección familiar es la institución clave sobre la que se funda la nación. ¿Algo más conservador?El conservadurismo también cree en el ejército como uno de sus cimientos. El ejército simboliza orden, disciplina y jerarquías. Simboliza la protección de la patria como casa grande. Simboliza no solo el conservadurismo, sino una etapa previa a la civilización. La modernidad es la época del “civis”, de la ciudadanía y el poder civil. El fortalecimiento imparable de los militares es reflejo de la convicción presidencial de que solo la mano dura puede salvar al país. Tomando prestados los conceptos de George Lakoff, AMLO es un padre estricto que no quiere parecerlo. Es alguien que cree en el orden “natural” de las cosas, pero dando una imagen de tolerancia discursiva.López Obrador es una nacionalista. Y un nacionalista romántico. No es un nacionalista cívico en el sentido de basar su idea de la nación mexicana en derechos, principios y libertades. Como los republicanos franceses. No es así. López Obrador es un esencialista: la patria barroca, la raza de cobre y el conservadurismo. Por eso cree en la soberanía como ese viejo precepto priista. Mi casa es mi casa. Yo trato a mi gente como quiero y nadie me puede decir nada. Dentro de las fronteras, entre los ríos Bravo y Suchiate, mando yo. Extrapolemos el mismo escenario a una casa o a una familia. Es poner el poder y el control por encima de la libertad y los derechos. Eso no es liberal, señor Presidente; eso es conservadurismo político ramplón.Y, por último, su religiosidad. ¿Un gobernante religioso es conservador, forzosamente? No. Sin embargo, AMLO hace un vínculo directo entre religiosidad y su proyecto político. El Presidente dice que es religioso y seguidor de Jesucristo porque “defendía a los pobres y estaba a favor de los oprimidos”. Bien. Nada que reprocharle. No obstante, el conservadurismo de AMLO emana de un hecho implícito: no cree en el derecho de los pobres a una vida digna, sino en las limosnas del Estado. Esa es una visión religiosa y no laica. No cree en los derechos de todo aquél que es vulnerable, sino en la moralidad del apoyo. Y, en paralelo un discurso inevitable: no quiero que salgas, sino que siempre extiendas la mano. Personalmente, considero que es fundamental la transferencia de recursos para evitar la hambruna y pobreza, pero creo que el siguiente paso es la salud, la educación y las oportunidades. El presidente le da un valor moral a la pobreza. Y parece que el pobre es más ciudadano cuando lo fundamental es combatir la pobreza para que más y más personas puedan participar en la vida pública sin temor.Como en todos los países: hay prensa de izquierda, de derecha, liberal y conservadora. En eso no descubro nada nuevo. Lo que sí puedo afirmar rotundamente es que la prensa nacional está haciendo su trabajo.Criticar al poder y denunciar cualquier intento de socavar nuestra incipiente democracia es una labor indeclinable en un país que quiere ser libre. Lo que vivimos con López Obrador es una restauración autoritaria y, por ende, conservadora. Familia, ejército, transferencias directas y religión son todos vasos comunicantes de un mismo objetivo: restaurar el orden tradicional. López Obrador no se pelea con aquellos que le piden criminalizar la homosexualidad o el aborto, sino con aquellos que le piden avanzar más rápido en materia de derechos y libertades. No hay duda, el gran adversario de AMLO está en el liberalismo y la socialdemocracia. Grandes doctrinas que discrepan de su tradicionalismo y conservadurismo.