Los resultados de las elecciones mexicanas del 2024 dieron como ganadora a la hoy virtual presidenta del país, la doctora Claudia Sheinbaum. Su victoria vino acompañada de la desconfianza de los inversionistas, y de la depreciación del precio mexicano frente al dólar. Pues, de cotizar el dólar por muchas semanas entre los 16 pesos, tras el resultado de las elecciones -y al día de hoy-, sigue rondando entre los 18 pesos, nivel que no alcanzaba desde la pandemia del COVID-19 en México. La desconfianza en el mercado se acentuó luego de que Claudia Sheinbaum confirmara que llevaría a cabo las reformas al Poder Judicial planificadas por López Obrador. Distintos expertos y asociaciones, como la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), se pronunciaron diciendo que la reforma al Poder Judicial “minaría la confianza de los inversionistas en México”. El PAN, por su parte, ha dicho que manejo irresponsable de la reforma al Poder Judicial puede generar una transición complicada, como sucedió con el llamado "error de diciembre" de 1994, cuando la economía se descompuso y generó una grave crisis en México. Esto a su vez, provocaría que el inicio del sexenio de Sheinbaum se vea marcado por una gran inestabilidad económica. Pero, ¿qué fue el "error de diciembre", y por qué los expertos advierten de algo similar para la presidencia de Sheinbaum?Ernesto Zedillo asumió la presidencia de México el primero de diciembre de 1994, en las postrimerías de un otoño definido por el desencanto, y que de algún modo sería también el principio del declive político y social del PRI. Zedillo ni siquiera tuvo tiempo para saborear su triunfo. Apenas diecinueve días después de haberse envestido con la franja tricolor de los colores patrios, apenas cuatro días antes de las Navidades, a las ocho de la mañana del 20 de diciembre de 1994, Jaime Sierra Puche, Secretario de Hacienda y Crédito Público, anunció en un mensaje brumoso que el peso mexicano ampliaba su banda de flotación un 15%.Fue un comunicado impreciso, inaccesible, que sólo podía ser entendido por aquellos que, como él, sabían que estaban parados en un barco condenado al naufragio. En ningún momento mencionó la palabra devaluación.Las sirenas comenzaron a sonar en todo México: la crisis había llegado. Ernesto Zedillo tomó la decisión difícil de devaluar el peso. En una reacción en cadena, se precipitaron las pérdidas de empleos, la quiebra de múltiples bancos, y una devaluación como no se había visto nunca. Miles de mexicanos perdieron sus trabajos, miles de negocios se fueron a la quiebra absoluta, y los ahorros de miles de personas se esfumaron en una mañana crítica cuyas repercusiones habrían de durar por muchos años. El peso mexicano perdió el 50% de su valor frente al dólar, y el banco nacional, sin reservas de divisas, no pudo contrarestar el golpe. Lo que ocasionó el desastre fue una serie de varios factores que se gestaron desde el sexenio de Salinas de Gortari, e incluso desde la primavera efímera del Tratado de Libre Comercio. La falta de reservas internacionales, la fuga de capitales, la falta de liquidez y el aumento de la deuda del país terminaron por darle la estocada final. El levantamiento de los zapatistas en el sur de México, y los asesinatos de Colosio y José Francisco Ruiz Massieu, desmoronaron las esperanzas de los inversionistas, y de pronto el discurso del México próspero y primermundista quedó hecho a un lado con la realidad del huracán. La economía de México estaba hecha trizas, y esto provocó a su vez repercusiones internacionales conocidas como efecto tequila. Salinas de Gortari acuñó a este periodo crítico la frase "error de diciembre", afirmando que la crisis económica era resultado de las malas decisiones tomadas por el gabinete de Zedillo, y que en ningún caso eran repercusiones arrastradas desde su propio sexenio. Zedillo, por su parte, se afanó en adjudicarle la responsabilidad a Salinas de Gortari, mientras el país entero se iba a la deriva en una tempestad que no comprendía nadie más que los economistas, pero que se traducía en una crisis económica que impactaba a los mexicanos, no con formalismos ni discursos incomprensibles, sino en la realidad de sus vidas diarias.Muchas personas, que perdieron sus ahorros de décadas y décadas de esfuerzos, no encontraron otra salida al problema más que el suicidio. Si bien muchos empresarios -y aun el mismo Salinas de Gortari- coincidían en que no había otra alternativa más que devaluar el peso, las críticas en torno a Zedillo se enfocaron en sus medidas precipitadas. Al anunciar la devaluación con todas las repercusiones de su malaguero, miles de extranjeros huyeron y retiraron sus inversiones del país en un pánico parecido al saqueo, lo que agravó la situación.De acuerdo con el Banco de México, en diciembre de 1994 las reservas eran de 12 mil 510 millones de dólares; dos meses después se habían reducido a 3 mil 480 millones.La situación llegó a tal grado, que México estuvo a punto de suspender sus pagos con el extranjero. Estados Unidos respondió de inmediato. Desde la Casa Blanca, Bill Clinton ideó una estrategia subrepticia, sacada de la manga, y consiguió un crédito de ayuda internacional de 20 mil millones de dólares para apoyar al gobierno mexicano en la catástrofe.El gabinete de Zedillo, por su parte, recurrió a una medida controversial, que al día de hoy sigue repercutiendo en la economía y en el bolsillo de los mexicanos, y que parece que no ha de pagarse nunca: el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (FOBAPROA). Con este recurso, el gobierno mexicano "compró" la deuda de los bancos y de los grandes empresarios, de modo que una deuda billonaria, que pertenecía al ámbito privado, pasó a formar parte del dominio público. En otras palabras: miles de mexicanos se vieron, se ven, y se verán obligados a pagar una deuda que crece año con año, una deuda heredada, y que hoy, casi tres décadas después de aquel diciembre de 1994, permanece tan impagable y gigantesca como nunca. "Era mi deber actuar con toda decisión para enfrentar la emergencia, así se hizo y nunca lo lamentaré’’, dijo entonces Ernesto Zedillo.Hasta diciembre del 2021, la deuda del Fobaproa ascendía a 1 billón 40 mil 507 pesos, que seguirá pasando de generación en generación como una herencia del pasado, y que han de seguir pagando los mexicanos. Con información de UNAM, Gobierno de México, y Banco de México FS