La defensa de Genaro García Luna, ex secretario de Seguridad, ya sabe quién es el “testigo significativo” que presentará hoy la fiscalía en la corte del Distrito Este de Brooklyn, Nueva York.De acuerdo con un documento que emitió el equipo encabezado por César de Castro, y que fue compartido en su Twitter por el periodista Keegan Hamilton, el testigo fue sentenciado en “marzo de 2020”. El nombre del testigo fue borrado con negro para evitar que se filtrara.La defensa se queja ante el juez Brian Cogan, que lleva el caso, de que los fiscales no han entregado más que una mínima parte de evidencia luego de al menos 47 reuniones con dicho testigo entre 2020 y 2023.En particular, detalla, “el Gobierno dice que se reunió con el testigo 18 veces en 2022 y 2023 y ayer por la noche (el documento tiene fecha de 12 de febrero) entregó a la defensa dos páginas… relacionadas con dos de esas 18 reuniones”. La información entregada corresponde a encuentros en noviembre de 2022 y el 17 de enero de 2023.“El Gobierno sólo ha producido notas de tres reuniones desde el arresto del señor García Luna, en 2019”.El dato sobre cuándo habría sido sentenciado ese testigo sorprende, pues hasta ahora se manejaban principalmente dos nombres de posibles testigos que podrían comparecer hoy: Édgar Valdez Villarreal, alias “La Barbie”, y Jesús “Rey” Zambada. Ninguno de los dos fue sentenciado en esa fecha.El juicio ha entrado en su etapa final y en los próximos días se darán las deliberaciones de los 12 miembros del jurado que deberán decidir sobre la culpabilidad o la inocencia del ex secretario de Seguridad Pública entre 2006 y 2012.La defensa de García Luna se queja de que la fiscalía no ha presentado evidencias que inculpen a su cliente de los delitos que se le imputan: cuatro por narcotráfico y uno por mentir a la autoridad migratoria estadounidense cuando solicitó la ciudadanía de ese país.Sin embargo, desde el principio el juez Cogan advirtió que se podrían tener en cuenta sólo los testimonios como evidencia, y la clave radica en qué tan convincentes han sido los testigos para que el jurado pueda declarar al acusado culpable, o no culpable.El Universal Los testimonios, que mantenían toda la atención de los miembros del tribunal, algunos pertrechados con libreta y bolígrafo, contrastaban con los de otros testigos que ofrecían detalles excesivos, redundantes o técnicos que obligaron a más de un testigo a luchar por no cerrar los ojos.Cada sesión arrancaba a las 9:30 de la mañana y concluía a las 16:30, con un descanso de una hora para comer sobre el medio día y dos breves recesos de 15 minutos, por la mañana y por la tarde, que al jurado le permitía despejarse y que muchos periodistas aprovechaban para redactar sus notas.El inventario y descripción de mansiones de narcotraficantes relatado por el narcocontable Ávila, que llegó a ser interrumpido por el juez Brian Cogan; la minuciosa descripción de cómo se preparaba un depósito de aceite en un vagón de tren para camuflar cocaína en su viaje de México a Nueva York, explicado por el narcotraficante Tirso Martínez Sánchez, o las direcciones y documentos de propiedad de almacenes incautados a los cárteles en Estados Unidos, fueron algunos ejemplos de los momentos más tediosos del proceso.En ocasiones, fiscales y abogados hacían listados interminables de capos y facciones de los cárteles sobre las que preguntaban a los testigos o se detenían en cuestiones legales desconocidas por el jurado.La semana que viene, los 12 miembros del tribunal deberán retirarse a deliberar para decidir si Genaro García Luna es inocente como defiende la defensa o si, como ha intentado demostrar la Fiscalía, es culpable de narcotráfico “más allá de la duda razonable”.EFE Sergio Villarreal Barragán, alias “El Grande”, lugarteniente del capo Arturo Beltrán Leyva, contó sin inmutarse cómo en una ocasión su jefe le voló la cabeza a dos mujeres con las que estaban hablando en el salón de una vivienda con una ráfaga de balas disparadas con un Kalashnikov sólo porque se habían reído de la esposa de Arturo Beltrán.“Me salpicó la sangré, tuve que mover un brazo” para evitar los disparos de la AK47, dijo el Grande a preguntas de la defensa, antes de intentar quitarle importancia a ese asesinato asegurando que aquello “no era trabajo”: “Arturo Beltrán se estaba divirtiendo hablando con las mujeres”.El ex fiscal del estado de Nayarit Édgar Veytia, alias “El Diablo”, reconoció que trabajaba a sueldo para el clan de los Beltrán Leyva y habló de las consecuencias de la guerra entre narcofacciones en Tepic, la capital del Estado.“El Diablo” mencionó la aparición de barriles de metal que los sicarios llenaban con las partes desmembradas de los enemigos abatidos y en los que, después, echaban granos de maíz. Los llamaban “pozole” dijo.Veytia reconoció que sus métodos de tortura preferidos eran las descargas eléctricas con Taser y el submarino, asfixia con agua sobre un paño que cubre la boca, pero que no le gustaba dar puñetazos y patadas.Por su parte, el narcocontable Israel Ávila reconoció haber participado “probablemente” en más de diez torturas y haber sido torturado. Como se publicó en días pasados, la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación revisará el próximo miércoles la resolución en la que un juez negó el amparo al ex gobernador de Nayarit, Roberto Sandoval Castañeda, contra la prisión preventiva justificada que lo mantiene preso por los delitos de ejercicio indebido de funciones, peculado y delitos electorales.Por medio de su abogado, en julio de 2021, Sandoval Castañeda, acusado por su ex secretario de Seguridad, Édgar Veytia, de tener vínculos con los Beltrán Leyva, en el juicio contra Genaro García Luna, solicitó la protección de la justicia contra la resolución del juez de control del Centro Regional de Justicia Penal, con sede en Tepic, quien determinó imponer la medida cautelar de prisión justificada por riesgo de sustraerse de la justicia. Uno de los testimonios más surrealistas de las tres semanas del juicio fue el del traficante colombiano residente en México Harold Mauricio Poveda Ortega, alias “El Conejo”.“El Conejo”, que aseguró que “personalmente” no le hizo daño a nadie, sí que reconoció que pidió favores para que hicieran daño a gente y la mataran.“Personalmente nunca le hice daño a nadie, pero sí pedía favores para que lo hicieran”, dijo con el mismo desapego con el que explicó cómo en noviembre de 2010 fue torturado por agentes de la Policía Federal tras ser detenido: “Me pusieron una bolsa de plástico para ahogarme, me desnudaron, me echaron agua fría, me dieron descargas eléctricas hasta que ya no pude más”.Una indiferencia que contrastó con la pasión con la que describió un gato persa “espectacular” que tenía, al que puso de nombre Perico, le costó cuatro mil dólares y era “blanco como la coca”; pero, sobre todo, con las lágrimas que derramó cuando la Fiscalía le mostró imágenes de la mansión en la que vivía en México.“Me hace daño”, dijo con la voz entrecortada ante las imágenes de su casa y de varios animales salvajes que mantenía en ella, como dos panteras, un tigre blanco, un león que llamaba “Apolo” y un hipopótamo. CT