La infancia y la adolescencia suponen ser una etapa vital para el desarrollo biológico, psicológico, sexual y social. Pero no para todas las niñas y adolescentes es así, pues en su crecimiento, se enfrentan ante las amenazas de violencia sexual o a la falta de oportunidades.A nivel mundial, cada día, 20 mil menores de 18 años dan a luz en países en desarrollo; mientras que en México la cifra data que son al menos mil adolescentes diarias, lo que representa 360 mil embarazos en menores de edad al año. Los estados con mayores índices de embarazo adolescente o infantil, son: Coahuila con 94 embarazos adolescentes por cada mil, Chiapas con 84 y Nayarit con 79.Entre los retos demográficos que enfrenta México, la Estrategia Nacional de Prevención del Embarazo Adolescente (ENAPEA) en 2015, propuso objetivos a alcanzar para 2030: erradicar el embarazo infantil y disminuir la tasa de embarazo en jóvenes de 15 a 19 años. Sin embargo, según un informe del Colegio de México, el país se encuentra lejos de alcanzar dichos propósitos.Según el informe Embarazo temprano en México: Panorama de estrategias públicas para su atención, las mujeres en mayor vulnerabilidad, tienen más probabilidades de embarazarse durante la adolescencia.El embarazo en la adolescencia o la infancia son causa de la vulneración de ciertos derechos, pues las desigualdades sociales acrecientan que las mujeres no puedan acceder a sus derechos de forma plena, no hay libertad de elección de forma autónoma: si se quiere o no tener hijos, con quién se tiene, cuántos y cuándo.Señala Laura Flamand que, a pesar de que se asume que es un problema grave, no se le ha proporcionado suficiente dinero y que una niña o adolescente del quintil más bajo, es cinco veces más probable que tenga un embarazo a temprana edad que alguien de ingresos altos.Los efectos de la desigualdad social se entretejen entre el embarazo a una temprana edad con todas las implicaciones que vienen con ello, además de lo que ya existía anteriormente al embarazo: la falta de seguridad social, vivir en hacinamiento, la violencia, el entorno familiar.Los tabús y prejuicios acerca de los métodos anticonceptivos también son importantes, pues por la desinformación se limita el acceso y conocimiento a estas barreras que previenen embarazos. Sin embargo, no sólo eso está en juego, también viene el estigma por ser madre joven, el machismo y el señalamiento.Lo anterior son situaciones que pueden llegar a detonar depresión, ansiedad, frustración e incluso, ideas suicidas. Además, el padre en muchas ocasiones no se hace cargo de ninguna responsabilidad que implica un embarazo.Según datos del Consejo Nacional de Población (Conapo), anualmente se registran 8 mil 876 embarazos de niñas menores de 14 años. Los cuáles, la gran mayoría son provocados por violencia sexual.El informe del Colegio de México arrojó que el 75% de las mexicanas sin hijos, trabaja o estudia, mientras que de las jóvenes con hijos de la misma edad, tan sólo el 40% estudia o tiene un trabajo remunerado.La maternidad en la infancia o adolescencia suele provocar efectos negativos en la vida de quien se embaraza: se limita el acceso a la educación, el empleo se convierte exclusivamente en un recurso para conseguir el dinero que requiere sostener a uno o más hijos, truncando los proyectos de vida que tenía la adolescente, sus vidas se vuelven más complejas: es una frustración personal, emocional y de condiciones, pues se vuelve altamente difícil aspirar a una mejor calidad de vida.vll