El Seminario Mayor de Guadalajara tiene un papel clave en la formación de futuros sacerdotes en el país. Tan sólo en junio pasado se ordenaron 70 sacerdotes, lo cual fue calificado como “histórico” por la Arquidiócesis local. Lo anterior, debido a que en los últimos cinco años se registraron un promedio de 30 a 35 ordenaciones. “La iglesia es universal y el candidato al ministerio sacerdotal se prepara para servir a la iglesia universal. La Arquidiócesis de Guadalajara es una porción de la iglesia universal. Cuando salimos a servir en alguna parroquia, estamos sirviendo al pueblo de Dios”, destacó Francisco Noé Hernández Enríquez, prefecto en el Seminario Mayor de Guadalajara. Comentó que después de que el joven o adolescente se siente llamado por el señor, viene la respuesta por parte de ellos, participando en un pre seminario que dura una semana y que se lleva a cabo en el Seminario Menor o en alguna de las casas auxiliares. “Para descubrir un poco sobre la vida del seminario, cómo se vive en el seminario y a partir de ahí, ellos deciden… acompañados, en un discernimiento de entrada, si continúan en el seminario o van en busca de otro camino”. Los interesados pueden ingresar al seminario a partir de los 11 años, una vez que concluyen sus estudios de primaria. “Algunos otros no lo hacen de inmediato, sino hasta cuando terminan la secundaria para entrar a la preparatoria en el Seminario Menor. Algunos otros se esperan hasta concluir la preparatoria o alguna carrera profesional y después ingresan a un curso de vocaciones adultas o nivelación”. Si es su misión el ministerio sacerdotal. El candidato va acompañado de un director espiritual o de un sacerdote (prefecto). “Estos los van acompañando durante las etapas que se van viviendo”. El tiempo para ordenarse como sacerdotes tarda alrededor de 15 años para quienes ingresan al nivel de secundaria y 10 años para los que toman la decisión tras graduarse de la preparatoria. Puntualizó que se realizan tres años de filosofía, luego cuatro años de teología. “En el intermedio de esos cuatro años se realiza un año de servicio pastoral en alguna parroquia y regresan a continuar con sus estudios”. Reconoce que algunos salen del seminario para ya no volver porque se dieron cuenta “que tal vez aquí no es el estado de vida al que el Señor les llama”.GUÍASemfam Discernimiento vocacional Discipular Discernimiento presbiteralConfiguración Fuente: Arquidiócesis de México. “Creo que el señor elige y pone su mirada en nosotros para que respondamos a un llamado de servicio a la comunidad cristiana, y en este caso, también a la humanidad. Todos podemos tener miedo a responder a un llamado como éste, que es un regalo grande. La vocación sacerdotal es un don y un misterio”, expresó Francisco Noé Hernández Enríquez, prefecto de disciplina en el Seminario Mayor de Guadalajara. El padre invitó a todos los jóvenes que sienten este llamado a no tener miedo y ser valientes. “Cuando Dios pide algo es porque antes ya nos ha regalado lo que necesitamos para responderle”. Considera que la vocación sacerdotal es “una aventura hermosa. Es un estado de vida en donde tenemos que aprender también a vivir. El sacerdote sigue siendo un hombre consagrado, pero a fin de cuentas sigue siendo un ser humano que tiene que aprender a vivir, y conforme va aprendiendo a vivir, también va ayudando a aprender a vivir a los demás”. En su caso, su proceso de formación como sacerdote duró alrededor de casi una década: de 2001 a 2009. Francisco Noé Hernández Enríquez, prefecto de disciplina en el Seminario Mayor de Guadalajara, recuerda que la misión de la iglesia es evangelizar. “La iglesia es como la luna que no brilla con propia luz, sino brilla gracias a la luz del sol que nace de lo alto. ¿Y quién es ese sol que nace de lo alto? Su fundador que es Jesucristo, nuestro Señor”. Agregó que la misión de la Iglesia tiene como clave y como fundamento el mandato del Señor. “No he venido a ser servido sino a servir. La Iglesia es servidora de la humanidad y en ese sentido, el papel que ha jugado la Iglesia es aprender a dialogar con el mundo. Estar en el mundo, sin ser del mundo”. La Iglesia, insistió, debe ser cercana al hombre contemporáneo. “Al mismo tiempo acompañar al ser humano en su caminar hacia la felicidad, hacia el encuentro con la verdad, a ayudar al ser humano a vivir en comunión consigo mismo, con Dios, con los demás, con la creación”. A principios de este año, a través del semanario “Desde la fe”, la Iglesia católica de México hizo un llamado a todas las parroquias para que den prioridad a la atención de los más necesitados. El cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México, destacó que toda comunidad parroquial debe ofrecer a su feligresía no sólo el indispensable servicio del culto divino. El Arzobispado destaca que el Seminario de Guadalajara tiene más de tres siglos de historia. En su portal, se reporta que en 1570 la Iglesia de Guadalajara fundó la casa seminario del Señor San Pedro, “la cual, por la penuria de los tiempos, fue de poca duración pero de buen fruto. Fue necesario esperar el año de 1696 para que, bajo la guía del Señor obispo Fray Felipe Galindo y Chávez, se estableciera definitivamente nuestro seminario diocesano de Guadalajara, hoy ya tricentenario”. Se subraya que ante los retos de la nueva cultura y las consecuencias severas de la problemática contemporánea en sus diversos aspectos, el seminario de Guadalajara sigue siendo un signo de esperanza, “ya que de él deberán surgir los agentes de la Nueva Evangelización, los constructores de una nueva cultura cristiana y de una auténtica promoción humana, que ayuden a la comunidad eclesial a ingresar con ímpetu al tercer milenio”.Ante la violencia que se vive en el país, en julio pasado, la Iglesia de México puso en marcha la Jornada de Oración por la Paz. “Además de pedir la lluvia, la bendición del agua, también vamos a pedir la lluvia especial de la bendición de la paz”, destacó Francisco Robles Ortega, cardenal de Guadalajara. Lo anterior, dijo, porque en la situación actual que vive Jalisco y México, “necesitamos pacificarnos, reconciliarnos como miembros de una familia”, para tener una convivencia de armonía.Reiteró que las jornadas se llevaron a cabo para hacer memoria por todos los sacerdotes caídos en el clima de la violencia, al igual que los hombres y mujeres asesinados, desaparecidos o secuestrados, “por todas las familias que están sufriendo”, e incluso por la conversión de quienes ejercen la violencia y dolor.“No los podemos descalificar o descartar, sino pedir a que sean convertidos; es decir, deponiendo su mala vida que ha hecho tanto daño, se integren a la sociedad en una vida digna y honesta. No se trata de pactos o negociar, se habla de pedir la conversión sincera de estas personas para que dejen de hacer tanto daño”, agregó Robles Ortega.