Aunque las autoridades pusieron cintas amarillas para restringir el paso, hacia las 10:00 horas estas ya habían sido cortadas, dando libre paso a la Calle 3, donde se encontraba la “Clínica de Adicciones El Cerco de Vida”, el cual operaba desde hace varios años, pero sin registro municipal.En un mototaxi llegó Beatriz buscando a Romualdo, su sobrino, quien había sido ingresado a este lugar hace apenas tres meses para tratar su problema de adicciones.“Lo trajimos aquí porque aquí era más barato, nos cobraban 400 pesos por semana. Yo le decía a su mamá que no, que lo lleváramos a otro allá abajo, que se veía mejor, pero allá nos cobraban 800 pesos, y su mamá no quiso”, contó Beatriz.La mamá del joven lo buscaba en las unidades de Cruz Verde para ver si había llegado a alguna en busca de ayuda, pues hasta esta mañana no había llegado a casa, según contó la mujer.“Nos dijeron que habían sido tres los muertos, pero no ¿verdad? ¿Seis? Fueron ¿seis?, ¿dónde están los demás? eran como 35 los que estaban ahí, si corrieron ojalá también él haya alcanzado a correr”, añadió Beatriz.Vecinas que platicaban en las cercanías del domicilio contaron cómo se escucharon primero algunos disparos, y minutos después volvieron a oírse. “Se escuchó '¿dónde está el padrino?' parece que iban por él. Del susto ya no dormí”, dijo una de ellas.El “padrino” era Bruno, un hombre moreno con tatuajes en los brazos. Él era quien recibía a los internos y quien, supuestamente, los ayudaba a tratar sus adicciones.Así lo contó “El Hache”, un joven quien dijo, había ingresado en varias ocasiones al lugar. “¿Dónde está el padrino? ¿a dónde lo llevaron? ¿qué pasó?, preguntaba el joven a los vecinos, quienes lo ubicaban justamente por haber sido parte de los “apadrinados” del hombre.“A mí nunca me cobró, yo solito venía cuando sentía que me estaba yendo otra vez, mi familia solo bajaba y le traía despensa. Nunca nos pegó, no entiendo por qué pasó esto, quiero saber dónde está”, contaba “El Hache” mientras intentaba que saliera del lugar uno de los perros que habían quedado dentro de la finca sellada con la leyenda “Inmueble Asegurado”.Al salir, el can tenía sujeta una cuerda al cuerpo, el hocico y las patas llenas de sangre, ladraba a quien se le acercaba, pero también lloraba, probablemente por todo lo que le había tocado ver en el hecho, que dejó a seis personas sin vida tras el ataque al “Cerco de Vida”.GC