Por un lado, agua clara con peces; por el otro, agua sucia. En las piletas limpias, nacidas de las piedras, los niños nadan y se avientan clavados.En el cauce caen desechos industriales y residuales, cobijas viejas, pelotas ponchadas, lonas con propaganda, ropa y zapatos.Este río sin nombre que se convirtió en basurero nace aproximadamente desde la colonia Villas de Guadalupe, en Zapopan, y desemboca en las contaminadas aguas del Santiago.Entre sus pequeñas caídas, la basura y la espuma se juntan. El olor hediondo, como cuando el cadáver de un animal yace muchos días en el sol, también se percibe.A lo largo de él, sin juntarse, los ojos de agua son comunes y se mezclan con el paisaje urbano que los invadió.Uno se encuentra en el cruce de las calles Abel Salgado y Ojo de Agua, en la colonia Agua Fría, donde hay casas sin enjarre y calles de piedra y terracería.Aquí es común ver a Alan, de 10 años, y a Miguel, de 12, jugar todo el día y solo parar para ir a comer. Todos los días es la misma rutina: vienen, se quitan la ropa y en calzones se lanzan al agua. Luego se secan al sol, se cambian, comen y vuelven en la noche.“Venimos desde que yo tenía cinco años. Los sábados y domingos hay más de 20 niños aquí”, dijo Miguel. José Guadalupe, de 31 años, vive a unas cinco cuadras y tenía cuatro años cuando comenzó a ir al “charco de agua”, “la pila” o “Los Camachos”, como le dicen en la colonia.Sin embargo, explicó que la misma falta de cultura de la gente hace que el agua tenga basura que él y su hijo a veces retiran.“Aquí aprendí a ‘dizque’ nadar, porque soy de una familia de escasos recursos y no tenemos para ir a las albercas”, compartió.Al filo de la pila, esa agua cae, de tanta que es, al cauce de agua sucia, que será tóxica y que metros más adelante se juntará con el río más contaminado de México.“Sería padre que alguien invirtiera en los ojos de agua (para mantenerlos limpios). Para los niños, sobre todo, porque yo lo disfruté y quiero que mis hijos también”, dijo José.