El lugar se llenó de charcos de agua. Del techo colgaban algunos alambres y lámparas a medio caer. El fuego del incendio en el Mercado de San Juan de Dios dejó un rastro caliente y con olor a humo de plástico, tela y frutas y todo aquello que un día fue colorido se volvió negro.A las 02:16 de la madrugada Protección Civil y Bomberos llegaron al Mercado Libertad. Cinco horas tardaron en controlar las llamas que salían del ala sur y que afectó a 426 locales de los tres niveles. Fue en el segundo nivel, en uno de los pasillos que salen al área de comida, donde a Rosaura y a su hermano se les quemaron miles de pares de tenis que vendían al mayoreo. Tenían cuatro bodegas; todas ardieron. Sentada en un banco, sobre el charco de agua verde, entre los locales, con libretas de clientes en las manos y los ojos rojos e hinchados, Rosaura miraba su patrimonio que quedó destruido por las llamas.“Mira. Todo. Todo se quemó”, titubeaba entre las lágrimas y el moqueo como el resultado de la nostalgia e impotencia. “Tenemos crédito, debemos la mayor parte de la mercancía. Perdí millones, tan solo cada par lo dábamos en mil 300 pesos y son muchísimos aquí. Fácil más de 10 mil pares y la gente no crea que da apoyo, no les importa, quieren su pago y no les interesa otra cosa”.Desde que eran niños, hace unos 25 años, su familia adquirió la concesión de los locales. A la fecha se encarga junto con su hermano de las cuatro bodegas de las que se surten otros locatarios del mismo mercado y hasta clientes foráneos, por eso contaban con tanto volumen en el lugar.“¿Y las deudas? ¿Cómo las vamos a pagar? ¿Y para seguir trabajando? Se necesita mercancía y no creo que se alcance a rescatar algo”, se preguntó con voz entrecortada. Llegó a las 02:30 de la madrugada. Un cliente le llamó para avisarle y tardó 20 minutos en llegar, pero las llamas ya lo habían consumido todo y a ella no la dejaron pasar. Tenía la esperanza de que no les hubiera tocado, pero no fue así. Los tenis que “resistieron” se pegaron unos con otros, pero ninguno sobrevivió. Solo lo hicieron las libretas y un cochinito en el que comenzaban a ahorrar.Al menos 10 personas dependían de su negocio, además de proveedores y clientes.“Vea, vea nomás. Todo se nos quemó”, lamentó mientras levantaba lo que quedaba de los tenis e iluminaba las bodegas que quedaron en la oscuridad. Las lágrimas volvieron a rodar en el recuento de los daños: “Mire todo. Mire”, repitió.“Siento nostalgia, mucho sentimiento, porque está nuestra vida aquí, todo nuestro esfuerzo y trabajo”, expresó. Aunque lo más fuerte fue en la planta baja, las llamas alcanzaron su local. “Rápido se consumió” y los tenis se volvieron cenizas.