La tarde del 24 de mayo de 1993, el Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo se dirigió al Aeropuerto Internacional Miguel Hidalgo, en Guadalajara, para recibir al Nuncio Apostólico Girolamo Prigione. El italiano, alto diplomático en la jerarquía católica, venía desde la Santa Sede para celebrar una fiesta litúrgica en honor a ciertos mártires canonizados meses atrás, y que eran de relevancia para nuestra ciudad.Era un compromiso importante. México recién había restablecido sus relaciones con la Santa Sede, interrumpidas desde hacía más de cien años de desavenencias, desde que Benito Juárez había confiscado propiedades eclesiásticas a mediados del siglo XIX, y se granjeó el repudio feroz del Vaticano. Fue Salinas de Gortari quien logró conciliar las diferencias con las autoridades católicas, en especial desde la visita de Juan Pablo II, tres años atrás. De modo que la visita del Nuncio Apostólico era determinante para Guadalajara, y todavía más considerando que ha sido desde siempre una de las ciudades más religiosas de México.La llegada del italiano y la autoridad que arrastraba consigo ameritaba que el Cardenal Posadas Ocampo lo recibiera en persona, y no por intermediarios. En ese instante, Posadas Ocampo era uno de los hombres más queridos y respetados de Guadalajara. Pese a su cargo, se sabía el nombre de sus casi 700 clérigos, y a todo mundo le hablaba de "usted". Todos los domingos presidía la misa más importante en la Catedral, y si le alcanzaba el tiempo era capaz de bendecir a cada uno de los fieles. Defendía la idea de que su investidura no debía alejarlo del pueblo, sino todo lo contrario. Sin importar el lugar o las circunstancias, Posadas Ocampo detenía cualquier actividad para rezar el Ángelus.La palabra del Cardenal era incuestionable para los fieles, y su envestidura religiosa le daba incluso más poder que los políticos que gobernaban la ciudad. Pues el gobierno regía contra las diferencias partidos disidentes y tapatíos de posturas encontradas, en ocasiones irreconciliables, mientras que Posadas Ocampo tenía la ventaja de sobresalir por mucho en un gremio unitario: todos los católicos de Jalisco. Juan Jesús Posadas Ocampo, acompañado de su chofer Pedro Pérez Hernández, arribó al aeropuerto en un coche Grand Marquis alrededor de las 3 de la tarde. El avión donde llegaba Girolamo Prigione había iniciado su descenso del firmamento. Quizás fue ahí donde Posadas Ocampo se percató de la señal fatídica de su destino, cuando vio a un número inusual de policías y de militares en el estacionamiento de la terminal aérea y sus instalaciones, como zopilotes anticipados a la desdicha que cambiaría no solo el rumbo de Guadalajara, sino la historia reciente de México. Lo que ocurrió después fue tan preciso que la casualidad no resulta verosímil: instantes posteriores a la llegada del Cardenal, dos hombres armados hicieron aparición de súbito, rodearon el automóvil de lado a lado, y abrieron fuego directo. Juan Jesús Posadas Ocampo y Pedro Pérez Hernández fueron acribillados a mansalva con catorce tiros certeros, en un lugar y una hora donde no era posible que nadie supiera lo que estaba ocurriendo, a las 3 de la tarde del 24 de mayo de 1993 en el estacionamiento del Aeropuerto Internacional de Guadalajara.Fue instantáneo. Seis personas más fallecieron a causa del tiroteo, y un desorden del tamaño del mundo se apoderó de las instalaciones de la terminal aérea. La versión oficial indicó que el Cardenal Posadas Ocampo fue víctima de un fuego cruzado entre cárteles rivales del narcotráfico, debido a una confusión. Los dos sicarios responsables del magnicidio, Álvaro Osorio y Edgar Mariscal, pertenecientes al cártel de los Arellano Félix, expresaron en su interrogatorio que en realidad a quien esperaban asesinar aquel lunes de 1993 era al mismo "Chapo" Guzmán, líder del Cártel de Sinaloa, respondiendo a la orden expresa de abrir fuego en cuanto apareciese el Grand Marquis en las inmediaciones del aeropuerto.Tenían el dato de que su rival y buscado capo de la droga viajaba en un automóvil idéntico al del Cardenal Posadas Ocampo, lo que se prestó a la confusión. Les dijeron además, que su objetivo iba vestido de negro, justo como ese día estaba ataviado el Cardenal. La jerarquía católica se ha opuesto por décadas a esta explicación, y a lo largo de los años se han reanudado las investigaciones en torno al asesinato, con resultados infructíferos. Las autoridades religiosas indican que una "confusión" es improbable, considerando que al Cardenal le dispararon a poco menos de un metro de distancia, y que en realidad se trata de un crimen de Estado orquestado desde las más altas esferas del gobierno mexicano coludido con el crimen organizado. Esta postura afirma que las otras seis víctimas del aeropuerto fueron asesinadas para dar la impresión de que, efectivamente, había ocurrido un tiroteo, y no una agresión directa contra el Cardenal. En 1994, un año más tarde, los hermanos Arellano Félix tuvieron una reunión secreta con el Nuncio Apostólico Girolamo Prigione, cuyo propósito era hacerle saber a Salinas de Gortari que ellos no habían sido los responsables del asesinato de Posadas Ocampo.El Cardenal pudo haber tenido evidencias de relaciones entre políticos y miembros del narcotráfico, y ante su negativa de callarse, fue silenciado. Posadas Ocampo fue siempre una piedra en el zapato de las autoridades locales, pues fue un ferviente crítico del gobierno de Jalisco. En 1992, había hechos suyos los reclamos de los tapatíos después de las explosiones de Guadalajara, y exigió a Guillermo Cosío Vidaurri, el gobernador de entonces, a que renunciara de su cargo por su pésima gestión de la tragedia. Esta versión del Cardenal disidente se ha reforzado en la cultura popular, donde en películas y series se retrata así el homicidio: como un crimen de Estado. Era un momento en el que el narcotráfico no tenía relevancia verdadera en el día a día de México. El homicidio de Cardenal cambiaría esto para siempre, cuando los mexicanos comprendieron la magnitud del crimen organizado, y de lo que este era capaz. Hasta entonces, el nombre del "Chapo" Guzmán ni siquiera tenía un lugar relevante en los medios nacionales. Apenas unos años más tarde, sería uno de los hombres más buscados en el mundo. Testigos que se encontraban aquel día en el Aeropuerto de Guadalajara, recuerdan que había una presencia inusual de policías y de militares en la zona. Muchos minutos antes de la tragedia, las autoridades encerraron a las personas dentro de los baños de las instalaciones, sin explicación alguna, y fue en aquel encierro donde resonó el tiroteo cercano que acabó con la vida del Cardenal. "Eso ya estaba planeado", asegura una madre que estuvo en el Aeropuerto aquel 24 de mayo de 1993.El Dr. Mario Rivas Souza, forense prestigiado y de renombre en la Universidad de Guadalajara, y que documentó más de 100 mil autopsias, fue uno de los muchos que contradijeron la versión histórica de los hechos, cuando, al ser entrevistado por reporteros en cuanto al "fuego cruzado", indicó que “los disparos no fueron directos… ¡fueron directísimos!”, y que al Cardenal Posadas Ocampo no se le realizó autopsia por una orden directa del Presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari. Fue uno de los cardenales más apreciados por los tapatíos, y su asesinato marcó un paradigma en aquellos primeros y turbulentos años de la década de los 90. Según la página oficial de la Iglesia Católica, en 1987 le fue asignada la Arquidiócesis de Guadalajara, y el 28 de junio de 1991 fue nombrado cardenal de la ciudad por el mismo papa Juan Pablo II, que lamentó su homicidio en un comunicado oficial.Fue el Cardenal Posadas Ocampo quien concibió la idea original del Santuario Mártires de Cristo, que tanta polémica ha ocasionado en el transcurso de las décadas, y cuya construcción, al día de hoy, sigue inconclusa. La muerte de Posadas Ocampo fue un episodio de desdicha para Jalisco, que apenas un año antes había vivido las explosiones del Sector Reforma, y que era una herida que todavía seguía abierta. Miles de fieles se congregaron en la Catedral para despedir al Cardenal en la misa de cuerpo presente. Los periódicos de la época informan que incluso los adolescentes de la secundaria se "hicieron la pinta" para despedir a Posadas Ocampo. Siguen sin esclarecerse las razones verdaderas tras la muerte de Posadas Ocampo, y quizás no se sepan nunca. Pero aquel día fatídico pasó a la historia de las tragedias grandes de Guadalajara, un día como hoy, hace 30 años. Con información de Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y página oficial de la Iglesia Católica FS