La contingencia sanitaria por COVID-19 y las medidas de aislamiento social decretadas tras la pandemia han llevado al límite a miles de negocios ubicados en la metrópoli. Y en ese contexto, algunos establecimientos decidieron reinventarse para poder sobrevivir a la crisis.La hamburguesería Gaspar, el Hotel Fénix y la librería El desván de Don Quijote son sólo tres ejemplos de giros tapatíos que han hecho frente a esta situación con inventiva y una estrategia emergente para superarla.La hamburguesería tiene una nueva plataforma para sus pedidos, el hotel vende tamales para pagarle a sus empleados y la librería hace entregas a domicilio. Así, los tres comercios se mantienen a flote. La crisis sanitaria por COVID-19 trajo consigo el cierre de negocios y servicios en la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG). Algunos tuvieron que bajar la cortina permanentemente debido a la contingencia, pero otros se reinventaron en medio de la alerta. Uno de esos es la Hamburguesería Gaspar, en Zapopan. Allí se pensó en innovar. Su consejo directivo sabía que la opción inmediata era ofrecer sus productos en las plataformas móviles. Pero debían tener un plus. Fue así como surgió la idea de implementar envíos para que las personas se prepararan su propia hamburguesa. Según Juan José Rodríguez, director de la empresa, “sabíamos que nuestros productos importados no podíamos ofrecerlos en el menú durante la contingencia, así que buscamos algo que las personas pudieran comprar para tener actividades en su casa”.Su menú ofrece la carne para hamburguesa, aderezos, pan y verdura, y el envío añade un instructivo decorado para poder prepararse en familia. “Ahora los comensales comen su platillo preferido, pero lo preparan ellos mismos con sus ingredientes favoritos”.Así, Hamburguesería Gaspar oferta seis paquetes clásicos de su platillo principal, pero también salchichas y croquetas de pollo. “Otra cosa que nos ayudó es una alianza de distribución. Sabemos que las plataformas móviles ayudan, pero a veces también son un problema. Por eso elegimos Veloz Mandados, donde la gente, al llamar a nuestro teléfono, hace su pedido y nosotros lo mandamos a través de este servicio. Obviamente tiene un costo extra, pero permite que el cliente sólo marque, haga su pedido personalizado y le sea entregado en la puerta de su hogar”.Para Felipe Ríos, dueño del Hotel Fénix, la clave para sobrevivir a la contingencia fue escuchar a su equipo y seguir su intuición. “Cuando se trata de crear empleos no importa el glamour; importa ofrecer servicios de calidad”. El hotel, con 108 años en el primer cuadro tapatío, se ha vuelto viral durante el confinamiento, pues desde hace mes y medio se transformó en una cocina para hacer y vender tamales. El éxito ha sido tal, que hoy venden cinco mil de ellos al día, en promedio. Todo comenzó a finales de marzo, cuando le indicaron que debía cerrar. “Yo sabía que no tenía ni para pagar la siguiente quincena de mis trabajadores, y pensé: tenemos que hacer algo, pero de que pagamos sueldos, pagamos sueldos”. Transcurridos algunos días, el Gobierno del Estado le informó que podría habilitar algunas habitaciones para servicio. “Las 30 habitaciones que me permitieron abrir, si las llenaba, a lo mejor podía pagar el recibo de la luz, pero sólo eso”. Sus 80 empleados (y las 400 personas que dependen de ellos) necesitaban una solución. “Me senté con mi equipo de trabajo y pensamos en vender algo de manera continua… ¿pero qué?”. Descartaron vender productos electrónicos e higiénicos, y eventualmente llegó la idea de cocinar. “Tenía que ser un solo producto que a todo mundo le gustara, que fuera fácil de preparar, un alimento fácil de comer. Después de descartar varias opciones quedó la idea de tamales”. Una cocinera y una chef preparaban 50 tamales por semana para ofrecer en el bufet del hotel. Calcularon que podrían hacer tres mil. “Nuestra meta fue vender diariamente mil 500”. “Sabíamos que no somos reconocidos por vender tamales. Tal vez si decimos la verdad, que necesitamos vender para la nómina, nos podrían ayudar, pero sabemos que eso no iba a funcionar, porque todos pasamos por lo mismo. Así que pensamos en motivarlos para comprar. Si compran una docena, nosotros regalamos media docena a hospitales que enfrentan el COVID-19, y así fue como funcionó”. El primer día hicieron 100 tamales, pero la demanda fue mucho mayor. Los trabajadores se quedaron todo el día en la cocina. “Vendimos siete mil”. Para Felipe, esta iniciativa hará historia. “Un hotel se puso a vender tamales para subsistir: el glamour de los empresarios hoteleros quedó atrás. Cuando todo esto acabe se va a colocar ‘El tamalón de la tía paz’, donde se ofrecerán tamales y bebidas para acompañarle al huésped”. Macario Zamora no podía esperar a que los lectores fueran a buscar libros en plena contingencia.“Sí antes de esto era difícil encontrarlos, con esto era más que necesario salir a buscar y convencerlos de comprar”. Así creó la librería móvil El desván de Don Quijote. Acondicionó una camioneta y en ella carga dos mil 500 libros de diversos tópicos “para que los lectores elijan”. Con esta idea, Macario mantiene 80% de sus ventas. “La gente llama, manda WhatsApp o escribe en nuestro Facebook y le agendamos una cita. Le preguntamos si tiene interés por algún autor y, si lo tenemos, le llevamos nuestra oferta, aparte de los más de dos mil libros”. El desván de Don Quijote oferta libros usados. “Antes teníamos un público meta, nuestros clientes frecuentes donde el trato es personalizado. Ahora con la contingencia sabemos que esos clientes tal vez tienen ejemplares por leer. Por eso buscamos dirigirnos a personas que tengan curiosidad por decidir qué leer durante su confinamiento”.Cada día la librería móvil visita cinco colonias de la ciudad. “Sólo hacemos cinco citas porque en cada visita hay que sanitizar, y como el desinfectante es de un olor muy fuerte, debemos esperar una hora a que alguien más pueda ingresar”. Tres de cada 10 pesos que gana El desván de Don Quijote se donan a una asociación civil, por lo que hay muchos nuevos clientes interesados en apoyar. “Es así como he podido pagar los salarios de las tres personas que me apoyan”. La contingencia, concluyó, le ha dejado una lección: las librerías deben reinventarse. “Vivimos al día, eso es una realidad. Y de aquí en adelante, los lectores no van a querer salir de casa por miedo al virus y por la comodidad que representa que ahora alguien te pueda llevar un libro a casa. Reinventar es la clave”.JL