Con la imaginación de una niña de cuatro años, las tapas de plástico se transforman en animalitos, un avión o un collar. Pero en la realidad de Mía, el plástico con el que juega se convierte en la transfusión de sangre que requiere cada trimestre para seguir su tratamiento contra la leucemia. Raquel Torres, madre de la niña, comparte que su pequeña fue diagnosticada desde que tenía cuatro meses. Hoy recolecta 300 kilos de tapas de plástico, mismas que recicla y cambia cada tres meses por un vale para recibir la sangre que requiere como parte de su tratamiento. “Las llevamos al Hospital Civil, allí me dan una ficha y cuando a la niña le toca la transfusión ya tienen su sangre lista”.Explica que por lo constante de las transfusiones se le dificulta reunir a los siete donadores que requiere, y por esa razón durante dos años compró la sangre a personas que la abordaban y le ofrecían donar a cambio de dinero. Una trabajadora social la canalizó a la Fundación Hospitales Civiles y conoció la posibilidad de reciclar en lugar de pagar la donación. Los amigos de Mía y sus maestras en el Centro de Desarrollo Comunitario 4 del DIF Guadalajara también recolectan tapas y contribuyen.La madre de Mía, además, vende ropa y organiza rifas para solventar sus gastos; no puede tener un trabajo de tiempo completo por estar al pendiente de su hija.La niña también necesita una operación de retina y atención dental, pues las quimioterapias y tratamientos le han generado daños colaterales.