Viernes, 22 de Noviembre 2024

Mercado Libertad, el ícono arquitectónico del comercio

En 1958 se inauguró el inmueble construido por Alejandro Zohn, aunque su historia comercial se remonta hasta antes de 1888

Por: El Informador

Cualquier tapatío sabe que en este lugar se puede encontrar casi cualquier artículo y ricos platillos. NTXArchivo

Cualquier tapatío sabe que en este lugar se puede encontrar casi cualquier artículo y ricos platillos. NTXArchivo

Sombreros, artículos de piel, artesanías, dulces típicos, muñecas de cartón y carritos de madera, pero también tenis, electrónicos, algo de joyería, videojuegos, mercancía importada y réplicas, sin olvidar los puestos de comida y hierbas medicinales. Eso y más es lo que se puede encontrar en el Mercado Libertad, mejor conocido como “San Juan de Dios”, debido al barrio donde se encuentra, a un costado del templo que lleva el mismo nombre.

La actividad comercial en este lugar data de antes de 1888, cuando fue establecido en forma el primer mercado, que sobrevivió hasta el año de 1925, cuando el alcalde municipal José María Cuéllar ordenó la construcción del edificio de dos plantas de estilo colonial, hecho con mampostería de piedra, ladrillos y adobe que ocupó una superficie de 12 mil metros cuadrados.

No fue sino hasta el 30 de diciembre de 1958 que fue inaugurado el mercado que conocemos en la actualidad, proyecto a cargo del reconocido arquitecto Alejandro Zohn, durante el mandato del gobernador Agustín Yáñez. Con una inversión de 13 millones 800 mil pesos, la edificación de tipo modernista, construida con varilla y concreto, albergó por primera vez una escuela primaria y una guardería.

Rehabilitación. Para la obra se invirtieron 13 millones 800 mil pesos. EL INFORMADOR/Archivo

El inmueble fue declarado como Patrimonio Artístico de la Nación por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) en el 2004.

En enero de este 2017, el alcalde municipal Enrique Alfaro, anunció el inicio de las obras de renovación del Mercado Libertad, en las que se invirtieron 20 millones de pesos en la delimitación de locales, mantenimiento a las instalaciones de gas, sistema contra incendio y las instalaciones eléctricas con la finalidad de reactivar el inmueble e impactar de manera positiva la economía de la zona y el Centro Histórico.

El paso del tiempo a través de sus comerciantes

Manuel, el afilador

Allá en el local 1144 se encuentra Manuel Villaseñor, un hombre que a sus 87 años aún cuenta con hilo las historias que ha visto pasar el Mercado Libertad desde “La afiladuría”, negocio bien conocido por los comerciantes del recinto, pues don Manuel es uno de los locatarios más longevos del lugar.

Hasta ahora, son cuatro las generaciones que ha visto pasar el arte de afilar desde el antiguo mercado, cuando Abraham Villaseñor, padre de don Manuel, tenía en 1889 su peluquería donde él mismo afilaba sus navajas y tijeras. “Debido a que eran escasos los lugares donde lo hicieran, poco a poco la gente fue llegando a la peluquería para pedirle a mi padre que les afilaran sus cuchillos”, y fue ahí donde Manuel aprendió el oficio.

Manuel Villaseñor. Un habitante del “patrimonio de miles de familias”. EL INFORMADOR/E. Barrera

Como un hombre inquieto y luchador de las causas sociales, así se define a sí mismo don Manuel, quien fuera recibido en este mundo en el año de 1930 por una comadrona de nombre Eulogia, una vendedora de canastas que tenía su puesto en el antiguo mercado.

Todavía recuerda cuando en 1958 fue inaugurado el Mercado Libertad que conocemos hoy, para el que según relata, fueron destruidas dos manzanas con 300 cuartos de vecindad ubicadas sobre la calle José María Mercado, sobre la cual se encuentra hoy el recinto.

Para don Manuel, el Mercado Libertad es más que una representación de la historia del comercio en México, es el patrimonio de miles de familias.

Conchita, vendedora de bolsas

En el pasillo 16 se encuentra Concepción Sánchez, una vendedora de bolsas tejidas. A sus 88 años atiende con una sonrisa a todo aquel que llega a su local. Conchita, como la conocen los comerciantes del lugar, llegó al mercado a partir de su última inauguración, en el año de 1958, tras 20 años de vender sus bolsas en la calle de Pedro Moreno, junto con cientos de comerciantes más, hasta que el gobernador Agustín Yáñez decidió retirarlos del ambulantaje y tras las consignas del sindicato de comerciantes de aquella época, les otorgó un local en el mercado recién construido.

Concepción Sánchez. Pide más vida para seguir trabajando en el mercado. EL INFORMADOR/E. Barrera

Concepción cuenta que al principio muchos locatarios desistieron porque el comercio no se movía tanto como en la calle, pero hoy se dice feliz y agradecida por ser parte del Mercado Libertad; a pesar de los conflictos por los que ha pasado el mercado, espera poder seguir viviendo muchos años más para continuar vendiendo sus bolsas. 

“Todo el mercado me gusta, todo. Este es el sustento de miles de familias. Yo le pido a dios que me alargue más la vida para seguir disfrutando porque aquí estoy muy a gusto”, dice Conchita.

El artista detrás de los paraboloides

Alejandro Zohn Rosenthal nació en Viena el 8 de agosto de 1930. Llegó a México en el año 1939 luego de que su familia saliera de Austria ante la llegada de los nazis. En la década de los setenta obtuvo la nacionalidad mexicana. Falleció el 4 de agosto de 2000, cuatro días antes de cumplir 70 años.

Graduado de la carrera en Ingeniería Civil en 1955 y posteriormente de la licenciatura en  arquitectura, ambas en la Universidad de Guadalajara, se convirtió en Académico Emérito de la Academia Nacional de Arquitectura, así como en miembro fundador del Colegio de Arquitectos de Jalisco. Fue profesor en la UdeG y ponente en diversas instituciones de México, Estados Unidos, América Latina y Europa.

Enfocado principalmente en temas de vivienda de interés social, se hizo acreedor a importantes proyectos en el Estado, entre ellos, la construcción del Mercado Libertad cuando aún era pasante de la Facultad de Ingeniería, lo que le valió una gran lista de reconocimientos, entre los que se encuentran la Insignia José Clemente Orozco en 1957; el Premio Jalisco a Arquitectos distinguidos en 1964; Premio Anual de Arquitectura en Jalisco 1986, 1992 y 1993, con Distinción  en Diseño Arquitectónico y Honoris Causa en 1991; la Medalla de Oro y Gran Premio de la Academia Internacional de Arquitectura en la VI Bienal de Sofía Bulgaria en 1991.

EL INFORMADOR/Archivo

Para Alejandro Zohn, su obra, principalmente constituida por paraboloides hiperbólicos en concreto, no estaba dentro de alguna corriente arquitectónica, más bien la consideraba el resultado de una auténtica expresión personal vinculada con el medio y su época. Decía que la arquitectura tiene que responder a diversos valores; que debe de cumplir una función y resolver eficientemente un sistema especial para albergar funciones y comunicar algo más que el valor de una caja de zapatos.

Algunas de sus obras:

  • Nuevo Mercado Libertad (San Juan de Dios) (1958)
  • Concha Acústica del parque Agua Azul ) (1958)
  • Unidad Deportiva “Presidente Adolfo López Mateos” ) (1962)
  • Dirección de la construcción de Plaza del Sol (1969)
  • Edificio Mulbar (1973)
  • Mercado Municipal “Río Cuale”, Puerto Vallarta, Jalisco (1978)
  • Archivo General del Gobierno del Estado de Jalisco (1985-1990)
  • Acceso a la Estación de San Juan de Dios del Tren Eléctrico Urbano, así como adecuaciones a la plaza donde ésta se encuentra (1994)

En sus palabras:

“En esa época el uso del sistema de paraboloides hiperbólicos en las cubiertas estaba haciendo furor, había muchas expectativas en relación a ese tipo de formas, ligeras y económicas, con resultados interesantes aunque limitados, ya que si bien podían resolver algunos problemas en forma adecuada, no eran útiles para todo. Para Guadalajara fueron novedosos ya que se trataba de los primeros paraboloides hiperbólicos que se hicieron”. (1987)

“Pienso que la mayoría de los que estamos interesados en el quehacer arquitectónico sentimos que la arquitectura no está completa si no satisface sus exigencias, la función social implica que haya una expresión artística adecuada. Estamos teniendo la oportunidad de que nuestras propuestas sean algo que integre un medio ambiente agradable, positivo, constructivo, lejos de las monótonas expresiones que muchas veces se dan. Si no cumplimos con esto estamos dejando a un lado nuestra obligación como arquitectos”.  (1987)

“Puedo no ver un cuadro, no leer un libro, no oír un disco o no ver una danza, puedo no conocer a Borges, pero la arquitectura no me la saco de encima”.  (1999)
 

Este artículo forma parte de la edición conmemorativa de los 100 Años de EL INFORMADOR. El resto de los contenidos especiales están disponibles en ESTE ESPACIO y también puedes consultar la versión hojeable digital PULSA AQUÍ.

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