Jueves, 21 de Noviembre 2024

LO ÚLTIMO DE Jalisco

Lemus y el ¿post-alfarismo?

La inesperada decisión de Ismael del Toro provocó un terremoto en el paisaje político de Jalisco

Por: Enrique Toussaint

A Pablo Lemus se le alinearon los astros. Es el natural para ser gobernador y su jefe de gabinete podría gobernar Zapopan. ARCHIVO

A Pablo Lemus se le alinearon los astros. Es el natural para ser gobernador y su jefe de gabinete podría gobernar Zapopan. ARCHIVO

Fue una semana que cambió la historia política de Jalisco. El jueves por la noche, Ismael del Toro -alcalde con licencia de Guadalajara- le informó a Enrique Alfaro que, debido a la enfermedad de una de sus hijas, decidía declinar la candidatura de MC a la Presidencia Municipal de la capital. Durante el fin de semana, el “sanedrín” del alfarismo -el gobernador, Clemente Castañeda, Hugo Luna, Enrique Ibarra y el propio Del Toro-, acordó la ruta para la sustitución. Hubo diferencias internas. Pablo Lemus siempre fue el relevo natural, pero habían resistencias. Unas por su discurso de independizarse del alfarismo y otras por el hecho de entregarle las candidaturas más importantes de la ciudad -Zapopan y Guadalajara- a un mismo grupo político.

El lunes, Pablo Lemus recibió la noticia. Enrique Alfaro lo citó en Casa Jalisco y le comunicó la decisión de apostar por él para la capital. El martes, Del Toro y Lemus se reunieron para acordar una ruta compartida. Una reunión que hubiera resultado imposible hace algunos meses cuando sus desavenencias se ventilaron públicamente. El miércoles, con la presencia de los dirigentes de MC, estatal y nacional, se selló el pacto. Los cambios en las planillas fueron mínimos: Lemus pidió proponer a la síndica y hasta ahí. Lemus prometió gobernar en diálogo con el gobernador y con los grupos políticos de MC en Guadalajara. Un acuerdo que sólo el futuro sabe si se cumplirá.

Desde que Ismael del Toro hizo pública su declinación, una interpretación domina el debate político: el alfarismo muere con Lemus. Las razones no son pocas. Lemus ha manifestado en múltiples ocasiones que es independiente. Sus roces con el gobernador han sido notorios en temas como las Villas Panamericanas o la Policía Metropolitana. Durante los meses previos a la selección de candidatos, Lemus nunca negó tajantemente que no aceptaría candidatura de otros institutos políticos. Sin embargo, para saber si Lemus acaba con el alfarismo, la pregunta ineludible es: ¿Qué es el alfarismo? ¿Qué queda luego de 12 años en la primera línea de la política?

He sostenido en distintos textos que el alfarismo fue la conjunción de dos discursos vehiculados por la figura de Enrique Alfaro: la honestidad (bandera tradicional del panismo) y la eficacia (bandera tradicional del priismo). La efectividad de dicho discurso derivó en las holgadas victorias electorales de Alfaro en 2015 y la gubernatura en 2018. Sin embargo, desde que comenzó la gubernatura, el alfarismo ha optado abiertamente por la segunda: la eficiencia. Buena parte de los problemas del Gobierno de Alfaro derivan de su obsesión por obras y resultados, y el poco tiempo prestado a cuidar los procesos y a acordar. Muchas decisiones, pero poca política -entendida como el arte de buscar consensos-. Así, el alfarismo es hoy una corriente política que prioriza “los buenos gobiernos” y abandona cualquier concepción ideológica sobre la política, así como cualquier intento regeneracionista. El alfarismo administra bien, gestiona correctamente, pero abandonó la idea de transformar la sociedad en la que vivimos.

En este escenario, ¿Lemus viene a dinamitar lo que queda del alfarismo? ¿Es un proyecto distinto al que han ofrecido los efectistas durante este año? No veo grandes diferencias. Alfaro y Lemus entienden la política de forma muy distinta, pero en términos de proyecto político no veo grandes diferencias. La apuesta por gobiernos cercanos a la iniciativa privada, la comunicación en redes, alta inversión en obra pública, el protagonismo del líder político. Los alejan las formas, pero muy poco el fondo. Por lo tanto, en términos de concepción política y apuestas de Gobierno, es mínima la separación entre Lemus y al alfarismo.

Ahora, la sucesión. Si Pablo Lemus gana Guadalajara (que creo que lo hará y por distancia frente a Carlos Lomelí) acaricia, también, la candidatura a la gubernatura. Sin embargo, Lemus necesitará de MC como proyecto político y del alfarismo como estructura. El alcalde con licencia gobernaría Guadalajara en una situación muy parecida a 2015. En aquél año, Lemus sólo pudo meter a su síndico. Ahora, exactamente igual. El margen de maniobra que tiene el alcalde es muy reducido. Cualquier decisión tendrá que consensuarla con un grupo de regidores en Guadalajara que acordó con Ismael del Toro y algunos sectores externos al Gobierno que tienen jefes políticos. Lemus quiere ser gobernador, pero es muy difícil que lo sea si marca distancia con un proyecto político que es su plataforma de cara a la gubernatura.

Otra cosa es si Lemus alcanza la gubernatura en 2024. Para lo que falta bastante. El sistema político mexicano tiene una regla no escrita que explica, en gran parte, la transmisión pacífica del poder: el sucesor siempre se emancipa de su antecesor. Sucedió durante el largo siglo XX del híper-presidencialismo mexicano y ha sucedido también durante la alternancia. En Jalisco, el PAN revalidó en tres ocasiones la gubernatura y ningún gobernador tomó decisiones como marioneta de un poder en las sombras. Lemus tiene un capital social y político que ha ido cultivando durante muchos años y eso facilita la transición del alfarismo a lo que venga después, pero eso tampoco es muy distinto a lo que hemos visto en la historia política mexicana.

A Pablo Lemus se le alinearon los astros. Es el natural para ser gobernador y su jefe de gabinete podría gobernar Zapopan. La batalla más importante es interna y no externa. Carlos Lomelí, candidato de Morena a Guadalajara, es un candidato vulnerable y acusado de corrupción en la venta de medicamentos. El auténtico desafío de Pablo Lemus es cohesionar en torno a su figura a una serie de liderazgos y perfiles políticos que se definen como alfaristas y que sentían que Ismael del Toro era la continuidad de un proyecto que comenzó en 2009. Lemus tiene que percibirse como el relevo natural de un proyecto (algo que siempre entendió Del Toro) y ser el motor del voto en la Zona Metropolitana de Guadalajara. Para su suerte, él es el Aristóteles Sandoval de 2009 y el Enrique Alfaro de 2015. Se juega más que su capital político. La viabilidad del único proyecto que puede derrotar a Morena en las urnas el 6 de junio.

JL

Tapatío

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones