En las esquinas de la zona del Instituto Cultural Cabañas, en San Juan de Dios, se puede ver a personas con martillo en mano haciendo señas a los conductores que pasan frente a ellos, y más si ven a alguien que va en un auto abollado. Son los lamineros ambulantes que sacan los golpes a los vehículos en segundos.La actividad ya tiene casi 70 años en la zona, y en sus inicios albergó a más de 130 lamineros. Ahora quedan unos 30. Marcelino Palomino Ochoa es uno de ellos, y a sus 65 años, presume 52 de sacar golpes y pasar pintura en la zona.Él tenía 13 años cuando se lo llevaron a trabajar. “Mi tío me trajo, él también llegó muy chavo cuando llegaron los meros lamineros del Hospicio Cabañas”.Ese oficio se distingue porque quienes ofrecen sus servicios son personas mayores, “desempleadas” y que no obtienen trabajo en otros lados. “Sabían laminado y pintura, y aquí vieron el modo de sacar el sustento de cada día. Esto data de 1951, cuando aquí se empezó a fundar una asociación”.Esa organización se llama Unión de Lamineros, Lavadores y Pulidores del Estado de Jalisco, y se colocaba, décadas atrás, sobre la calle Ignacio Allende, frente a la Plaza de Toros.“Había mucho trabajo. Era la una o dos de la tarde y ya nadie laboraba por aquí. Incluso llegábamos a pintar con bombas de insecticida, de esas que se usaban para los zancudos. Llevábamos los botecitos de pintura e igualábamos los colores”, recordó.Sin embargo, las autoridades los fueron recorriendo de calles desde la década de los 70 hasta donde actualmente se hallan: en Mariano Jiménez y Josefa Ortiz de Domínguez. “Éste es el mero cruce, hay más por (la Avenida) República pero son puros chavos”.
