Jalisco es una tierra de maravillas naturales. En nuestro territorio se encuentran montañas, volcanes, lagos, mares; cumbres nevadas, planicies desérticas, playas solitarias sin más testigo que las olas y las estrellas.Pero uno de sus encantos más extraños e inusuales, y que parece contrastar con la lógica de la geografía misma, es el bosque de maple que corona una cadena montañosa del norte jalisciense, ubicado dentro de la sierra que comprende desde Talpa de Allende, hasta las calles empedradas de San Sebastián del Oeste. Las condiciones climatológicas, y el transcurso de siglos, permitieron que en la cumbre de estas montañas nubladas crecieran los árboles de maple o arce, que culturalmente están bien más asociados con el norte global, en concreto en Canadá. Son árboles grandes, que pueden alcanzar hasta los 40 metros de altura, y sus hojas inconfundibles, que en otoño disponen del hábito de la tristeza, son la esencia nacional de la bandera de Canadá. Es en otoño cuando este bosque se tiñe de un dorado deslumbrante. Las hojas comienzan a caerse, se pintan de amarillo, de rojo y de todos los colores relacionados con las postrimerías del año, y que raras ocasiones podemos contemplar en las ciudades. El bosque de arce es una de las áreas naturales protegidas de Jalisco, y es la reserva de árboles de maple más grande de México, que ocupa apenas un 2% del territorio nacional. Tiene unas 150 hectáreas de extensión, y más de 23 millones de años de existencia, pero fue relativamente desconocido hasta que investigadores de la Universidad de Guadalajara descubrieron que en nuestras montañas recónditas había presencia de árboles que se consideraban característicos del norte siempre gélido. El otoño eterno del bosque de maple se encuentra a 190 kilómetros de distancia de Guadalajara, y aproximadamente a 16 kilómetros de Talpa de Allende, donde miles de peregrinos recorren la sierra año con año para agradecer las mandas pedidas a la Virgen. El año está por terminar; llegan ya los atardeceres aletargados, el aire perfumado de cenizas y campos quemados, el frío dentro del pecho. No hay mejor lugar para disfrutar el otoño en Jalisco que en este bosque entre las hojas, en el oro de los árboles, en las penumbras de la sierra, y el cielo donde se reflejan las estrellas. Con información de la UdeGFS