Viernes, 22 de Noviembre 2024

¿Unas cervezas? Esta es la cantina más antigua de Guadalajara

¿Tienes ganas de ir a una cantina verdadera? Checa la siguiente opción, la cual tiene la distinción de ser la más vieja de nuestra ciudad 

Por: Fausto Salcedo

EL INFORMADOR/ ARCHIVO

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Las cantinas se resisten al tiempo y son ajenas al mismo tiempo, porque no hay otro lugar en el mundo donde la soledad, las amarguras, los dolores e incluso la alegría puedan disfrutarse tanto. Por el abandono melancólico que te permiten desde sus taburetes, sin otra motivación más que lo que no fue, y por las reuniones resultantes de esas treguas repentinas en las que la vida se inclina a festejarla, a ser vivida.

En la llegada de una noche que bajo sus estrellas nos encontró errantes, en el encuentro de amistades imprevistas. En el grano de sal, y el limón despeinado con los labios. En las conversaciones cuyas palabras se enredan en el humo, y porque, sin importar las circunstancias, en determinado momento de la noche las edades más disímiles, las personalidades más contrarias y los opuestos más irreconciliables cantarán las mismas canciones de siempre, que duelen por igual y se sienten por igual, y que todos se saben y las cantan como si fueran propias, sin que nadie se haya puesto nunca de acuerdo. 

Aspecto exterior de "La Fuente", una de las cantinas más populares de Guadalajara. EL INFORMADOR/ ARCHIVO

Guadalajara tiene cantinas legendarias. Rincones desperdigados a lo largo del Centro Histórico, tugurios felices sobre la Calzada Independencia, espacios más modernizados donde los estudiantes y los extranjeros confunden a la remembranza, los dolores del corazón y a los borrachitos tristes con la experiencia legítima de una cantina.

Muladares alegres donde conviven filósofos recién salidos de clases, poetas desmelenados, intelectuales con cincuenta pesos y eruditos amantes de Bukowski, que discuten qué es en realidad una cantina, y las mil razones por las cuales no lo son aquellas a donde ellos no van.

Cantinas que han dialogado en armonía y desavenencias con los años de la ciudad. Que han dado memoria. Sitios de secreto, dentro de cuyos ámbitos de bruma a media luz se permite lo que a la vigilia de las calles no. Sombras románticas, murmullos dentro del oído, horizonte infinito que de pronto se abre ante la oportunidad de las manos encontradas, sin más testigo que el instante.

Las cantinas son un sitio de reunión y conviencia para los tapatíos. EL INFORMADOR/ ARCHIVO

Cantinas transgresoras que desafiaron su época, donde los hombres se amaban. Algunas cantinas ya solo existen en fotos, en archivos y crónicas, en los recuerdos de quien alguna vez se le amargó la garganta con la lumbre líquida del tequila, del mezcal, de todo lo que el dolor de una noche indujo a los solitarios a esas atmósferas donde las ficheras fuman con los comensales, las rocolas se estancan en las melodías de ese dolor compartido, los adultos siguen vistiéndose como hace medio siglo, y los campeones del fútbol siguen ganando sus campeonatos, sus ligas, sus mundiales, eternizados en recortes periodísticos, en imágenes autografiadas, y otros tantos recursos de las glorias del pasado. 

Todo tipo de edades, clases sociales y grupos conviven en las cantinas. Imagen de jóvenes en la década de los 90 a las afueras de una de las cantinas de Guadalajara. EL INFORMADOR/ ARCHIVO

Pero hay una cantina en particular que se destaca sobre el resto por su característica envidiable de haber sobrevivido a los años, los lustros, las décadas, e incluso un siglo; una cantina que ya estaba presente desde que Porfirio Díaz envejecía en el otoño de su presidencia eterna, mucho antes de que la Revolución fuera siquiera una idea, y cuando la ciudad estaba dividida por el río San Juan de Dios, antes de que se le entubara para siempre bajo el asfalto de la Calzada Independencia: se trata de "La sin rival", la cantina más antigua de nuestra ciudad. 

La "Sin rival", la cantina más antigua en toda Guadalajara

La Sin Rival sigue en la misma esquina desde hace 125 años. ESPECIAL/ Google Maps

Sobre la Calzada Independencia y esquina con la calle Gante, "La sin Rival" ostenta el título de ser la cantina más antigua de Guadalajara, o, al menos, la primera en obtener el permiso oficial para vender alcohol en sus recintos. Desde 1898, ha tenido sus puertas abiertas, y sus 125 años de existencia le debieron un reconocimiento otorgado por el expresidente Felipe Calderón, que cuelga entre las paredes del recinto entre otras condecoraciones más trascendentales.

De acuerdo con el libro Los decenios de Guadalajara, de Guillermo Gómez Sustaita, la cantina legendaria ya estaba presente cuando el lago de Chapala quedaba a tres horas de distancia del área metropolitana, cuando el Agua Azul no era un parque, sino manantiales de agua fresca, y cuando en Guadalajara seguía existiendo la pena de muerte. "La Sin Rival" vio nacer al PRI y vio su decadencia, vio cómo se acababan los veneros de la metrópoli bajo toneladas de concreto, la expansión de la ciudad más allá del horizonte, cuando el Cerro del 4 no tenía antenas ni casas y pudo haber sido un área natural protegida, y sobrevivió a las explosiones de abril de 1992, que fueron especialmente álgidas en la calle de Gante, pero que dejaron al establecimiento intacto, por alguna providencia inesperada. 

En los años de gloria de la Sin rival, al construirse la Central Camionera en la década de los 50, en su barra llegaron a sentarse personalidades de la época de Oro del cine mexicano, actores y cantantes tales como Pedro Infante, Javier Solís y Agustín Lara, que tomaron los tragos legendarios por los cuales la cantina sigue siendo visitada hoy en día. 

La Sin Rival sigue en su misma esquina de siempre, tenaz, intransigente, ajena a los tiempos, y guardiana de muchas de las cosas de penas y de glorias, recordadas para siempre y relegadas al olvido, que acontecieron a través de los años en la ciudad de Guadalajara. 

FS

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