Guadalajara es una ciudad de fiestas, de noches largas y paseos en la madrugada. Mucha de su vida nocturna se concentra en Chapultepec, con su largo andador que ofrece tianguis de artesanías, restaurantes diversos, bares infinitos, y discotecas y antros para todas las edades y gustos.No obstante, cuando la madrugada se profundiza en el transcurso de las horas y la fiesta sigue palpitando dentro del pecho, hay un sitio específico que acoge a todos quienes buscan prolongarse más allá de la noche. El bar Américas es uno de los lugares indiscutibles de la fiesta de Guadalajara. En determinada noche de su vida, sin importar la edad, la circunstancia, o la razón, todo tapatío se encontrará perdido en aquel submundo donde las horas se estancan.Ubicado sobre Avenida Chapultepec Sur 507, en la Colonia Americana, pasadas las 12 el Bar Américas adquiere su vida propia e inconfundible: filas kilométricas de desorientados que aguardan entrar al bar, el puesto de hot-dogs en la esquina para aplacar el hambre en la bajamar de la fiesta, conversaciones y cigarros en la banqueta, durmientes esperando un vehículo de plataforma que nunca llega, los cadeneros temibles dando órdenes, la calle entera viva a mitad de la noche. Originalmente, el bar Américas se encontraba sobre la avenida del mismo nombre, a unos metros de la Glorieta Colón, al norte de López Mateos, y ahí duró por más de una década. Su fiesta sin término inició en noviembre del 2002. En 2015 se mudó a Chapultepec, donde sigue al sol de hoy.Si el Américas sigue ostentando su fama es por razones que sólo conciernen a la noche. Abre de miércoles a domingo, y con la intransigencia de un horario que se extiende hasta las seis de la mañana, aunque las leyendas urbanas tapatías afirman que hay quienes han salido todavía más tarde. O en todo caso, más temprano. En la pista de baile del Américas se conjuga lo imposible: edades, gustos, formas, colores, nacionalidades y excesos, que encuentran en la música electrónica un lenguaje común.El Américas ha visto morir y nacer un millón de amores y romances de una noche. Hay un aura subterránea en el recinto, de caverna, de fábrica e industria; dos escenarios, el inicial, inmediatamente después de la entrada, y el segundo, al que se accede a través de un largo pasillo rojo e hipnótico donde se han tomado infinitas fotos para las redes sociales, y que suscitarán la añoranza por las fiestas del pasado. Los espacios son oscuros, marcados en la intermitencia de las luces, de su palpitar, del penetrante rojo y los fogonazos del azul y el blanco. Las noches son muy largas en el Américas. Cuando la mañana cae sobre Chapultepec, los trasnochados se entremezclan con los corredores recién despertados, los frescos amantes del amanecer, y los desafortunados a quienes la vida los llevó a trabajar los fines de semana. Del Américas surgen muchedumbres con aura de murciélagos y el desorden interno de la música renunciada. El día termina para unos, inicia para otros.En Chapultepec, a las 6,7 de la mañana, mientras la vida despunta en Guadalajara, se percibe todavía la música bajo tierra, su palpitar profundo, como un corazón enterrado. FS