La gente camina por sus calles. Tiene vida a todas horas, y en todas partes. En sus cafés floridos, con sus chilaquiles de doscientos pesos y menús veganos, conversan parejas, familias del domingo, solitarios que hojean libros y trabajan a la distancia desde sus computadoras. Por sus calles caminan extranjeros paseando a sus perros.Hay un contraste notable entre sus avenidas arboladas donde la luz se riza, y el ruido de las máquinas que construyen un nuevo desarrollo inmobiliario en una esquina. Hay música en sus bares, noches de fiesta; bailes comunales en sus camellones, en la plazas de sus templos, verbenas de antojitos y garnachas, puestos de pulseras y libros viejos. Restaurantes, fondas, cantinas, puestos callejeros. Hay una glorieta tomada que reclama la aparición de los miles de desaparecidos en nuestro estado. Es la Colonia Americana de Guadalajara. En 2022, la revista TimeOut la clasificó como el "barrio más cool en todo el mundo", categoría que generó detractores y entusiastas a la par. Recientemente la Secretaría de Turismo Federal, la clasificó como un "Barrio Mágico", convirtiéndose así en la primera colonia de Jalisco en acceder a esta clasificatoria. Por una parte, están quienes critican la inseguridad de La Americana y robos a todas horas y todas partes, sus precios elevados, el fenómeno de la gentrificación que ha desplazado a sus residentes originales, las concesiones inmobiliarias inmedibles que provocan que de un día a otro aparezcan nuevos departamentos, nuevas torres inmobiliarias, nuevas cafeterías y restaurantes, nuevos bares que desorientan el silencio de la medianoche.Por otro, está la oferta turística única para locales y extranjeros por igual, sus calles arboladas, sus camellones floridos con tianguis de artesanías y músicos callejeros, sus casonas antiguas y sus templos que son visitas obligadas en Guadalajara. Por muchas razones, para quienes estén en contra y también para quienes estén de acuerdo, La Americana justifica las polémicas encontradas. Una cosa es cierta: siempre fue un barrio para ricos. Lo que hoy conocemos como "La Americana" fue en primera instancia la colonia Porfirio Díaz, edificada en las postrimerías del porfiriato por los empresarios estadounidenses Winfield Swayze, Daniel Jones, Clara Low y el ingeniero mexicano Rosendo Corona. El inminente periodo revolucionario y su conclusión caótica dieron como resultado el desprecio generalizado del dictador en el exilio, y por lo tanto, cambió el nombre de la colonia.Su trazado ha cambiado a lo largo de los años -como lo ha hecho la ciudad desde siempre- pero originalmente abarcó 23 manzanas que iban desde Enrique Díaz de León -entonces Tolsá- hasta Chapultepec -entonces paseo Lafayette-. Con el ir y venir de las décadas, el municipio de Guadalajara "anexó" a la Colonia Americana lo que también fueron los entonces barrios de la Colonia Francesa y la Colonia Reforma. La concepción de la Colonia Francesa, a finales del siglo XIX, obra del ingeniero alemán Ernesto Fuchs, respondió a intereses de residentes y empresarios extranjeros, quienes crearon casas "afrancesadas" o europeas muy distintas a las que entonces eran la norma en Guadalajara.Trazaron así calles largas y amplias sometidas a los caprichos de la luz y de los árboles, fincas con ínfulas de castillos, y entonces se le clasificó como la primera colonia "higiénica" de la metrópoli incipiente. La Porfirio Díaz -Americana- siguió esta norma, y en sus calles se instalaron gobernantes, ingenieros y arquitectos de renombre, que dejaron su huella en los edificios del barrio. Muchas cosas que hoy se consideran icónicas de la Colonia Americana y sus alrededores aparecieron y desaparecieron con los años. Antes, un tranvía cruzaba a través de las calles empedradas. La Penitenciaría de Escobedo abarcaba distintas cuadras de lo que hoy conocemos como el Parque Rojo; el templo Expiatorio no existía. Incontables fincas que en su momento se consideraron icónicas fueron derrumbadas en nombre de la modernidad. FS