Anoche explotó un taller de pirotecnia clandestino en la colonia Hogares de Nuevo México, en Zapopan, el saldo fue de cuatro personas que resultaron con heridas de tercer grado en todo el cuerpo.Sin embargo, no es la primera ocasión que les ocurre una tragedia como ésta. En agosto de 2017 la familia de coheteros ya había vivido una tragedia similar, donde había fallecido el papá y otras tres personas resultaron heridas.Vecinas y vecinos del sitio supieron que se trataba de la misma familia cuando luego del siniestro de cuatro años atrás se mudaron a esta colonia aprovechando que los terrenos eran suyos, sin contemplar que, de ocurrir nuevamente algo así se podría en riesgo a decenas de familias que se encuentran en las inmediaciones del “Rancho La Morusa”, en cuyo patio trasero se fabricaban cohetones y castillos.Incluso, según contaron colonos que en alguna ocasión cruzaron palabra con la familia, se supo que uno de los cuatro lesionados de ayer miércoles había resultado herido también en la explosión de 2017. “Así con su piel quemada seguía trabajando, y ayer le volvió a tocar”, contó Enrique.“Algo como lo que pasó anoche no se le desea a nadie, ni a su peor enemigo, pero me da mucha impotencia, tristeza, enojo, saber que lo hacían de forma irregular y que no sólo se ponían en riesgo ellos, sino a nosotros y a nuestros hijos también. Sabían que allá en Río Blanco, donde sí tenían permiso, les había pasado una desgracia ¿Cómo pensaron que acá iban a estar seguros?”, dijo por su cuenta la señora María.Pese a que las autoridades zapopanas señalaron que no habían tenido reportes previos, Carolina por su parte contó que el lugar ya había sido reportado desde hace casi un año, recibiendo el número 351459 para su seguimiento. “Nos dijeron que si no venían a revisar siguiéramos hablando y dando ese número, lo hicimos varias veces varios vecinos, pero no pasó nada”, lamentó Carolina.“¿Vecinos, cómo están? Nosotros nos vamos a encargar de pagarles, les pedimos disculpas, no teníamos previsto esto. Dennos una semana, les vamos a pagar” decía un hombre desde una camioneta a las personas que se hallaban en la calle cuantificando las afectaciones, sin dar mayor información.Todavía esta tarde en el lugar podía percibirse el olor a quemado, cenizas y material con el que elaboraban los cohetes regado por las calles, láminas que cayeron a los patios de casas cercanas y vecinas y vecinos que, con plástico, cubrían las ventanas cuyos cristales se rompieron con el estallido de la explosión, la cual, señalaron, tuvo una duración de segundos “pero se sintió como un terremoto”.JM