Los gabinetes suelen ser espejos de las fortalezas y debilidades del gobernante. El equipo que rodea a un político habla más de él que sus propias palabras. ¿Es capaz un gobernante de rodearse de perfiles que lo desafían? ¿Se atreve a nombrar personajes con capital político propio? ¿Prefiere el control con perfiles de confianza o lo impredecible con figuras externas? Estas definiciones no son menores. En términos generales, los gabinetes en Jalisco tienden a privilegiar la confianza por encima del expertise. Aristóteles Sandoval es un reflejo de ello. Dejando de lado a un par de secretarios, el actual gobernador ejerció el poder con un grupo de cercanos que nunca lo cuestionó. Algunos fueron un tremendo fracaso -Antonio Cruces, es el ejemplo más claro- y otros más o menos dieron el ancho -Netzahualcóyotl Ornelas en SIOP-.Empero, fue una administración cesarista en donde el gobernador prefirió echar mano de un grupo de leales antes de abrir la baraja. La confianza es un factor importante en la política, pero no puede ser la única brújula para integrar gabinetes. Emilio González también prefirió la cercanía y la afinidad ideológica, y su Gobierno naufragó entre los errores, el hermetismo y el dogmatismo.Enrique Alfaro presentó el martes pasado la primera parte de su gabinete. Encontramos en su equipo, un crisol de perfiles y procedencias. Desde una columna vertebral que podríamos llamar “Grupo Tlajomulco”, que han acompañado a Enrique Alfaro desde que fue alcalde de dicho municipio, pasando por aquellos que provienen de la sociedad civil -sean instituciones educativas u organizaciones sociales y empresariales- hasta ex integrantes del Partido Acción Nacional o perfiles que se desarrollaron en administraciones del blanquiazul. Extraigo cinco lecturas de los nombres que presentó el gobernador electo en la Cámara Nacional de Comercio (CANACO).Una primera lectura es la heterogeneidad política e ideológica de aquellos que integran el gabinete. En términos generales, Movimiento Ciudadano siempre ha sido un proyecto que busca escapar de las ideologías, en donde cabe gente de derecha, de izquierda, conservadores, liberales. En ese sentido, el gabinete no tiene una adscripción ideológica, aunque sí vemos más integrantes que provienen de la iniciativa privada o de universidades privadas que en el Gobierno de Sandoval. La heterogeneidad puede ser una fortaleza, un símbolo de que una administración entiende la pluralidad social y manda un mensaje de inclusión. Sin embargo, las excesivas diferencias también pueden llevar a que los gobiernos pierdan su identidad y las discrepancias se vuelvan inmanejables. En ese sentido, al igual que el proyecto de López Obrador, Enrique Alfaro parece ser el único articulador en un gabinete con trayectorias e ideas tan diferentes. Veo más una apuesta pragmática que ideológica en los primeros nombramientos de Alfaro.Una segunda lectura es la ausencia de cuotas. Los gabinetes, particularmente los priistas, solían repartirse por corporaciones, grupos políticos o intereses fácticos. Es decir, tal secretaría va para los empresarios. Ésta otra para la Universidad de Guadalajara. Alguna para la nomenclatura del partido. Y, bueno, que no falte algún sindicato representativo. Para nadie es una sorpresa que Alfaro hizo alianza política en las elecciones con muchos de estos poderes estatales; no obstante, es verdad que dichos acuerdos no se han convertido, hasta el momento, en cuotas en el gabinete. Las voces que más influyeron en la integración del gabinete ya acompañaban a Alfaro: Bernardo Fernández, Hugo Luna, Enrique Ibarra, Adrián Michel. En ese mismo sentido es llamativa la ausencia de Movimiento Ciudadano en el gabinete. Son muy pocos perfiles partidistas.Una tercera lectura es la predilección que tiene Enrique Alfaro de tomar decisiones en grupos compactos. Las coordinaciones son una apuesta que puede provocar eficiencia, pero también mete mucha presión social a los coordinadores. Los seis que están en lo que podemos llamar “el gabinete de cocina-Kitchen Cabinet”, los cuatro coordinadores, el jefe de gabinete y el secretario General de Gobierno, tendrán áreas gigantescas de responsabilidad: seguridad, economía, desarrollo territorial y agenda social. Un problema es definir si el papel de los coordinadores es interno o externo. Si los indicadores en seguridad no son los adecuados, ¿A quién le reclamamos? ¿A Macedonio Támez o al fiscal? Si la pobreza crece en Jalisco, ¿de quién es culpa? ¿De Bárbara Casillas o del secretario de desarrollo social? Este entramado confunde la cadena de rendición de cuentas. Recordemos que la accountability es clave en democracia.Una cuarta lectura es la ruptura con el actual Gobierno. En la transición de gobiernos del PAN al PRI, Aristóteles Sandoval mantuvo como encargado de la seguridad en Jalisco a Luis Carlos Nájera quien fue fiscal del Estado hasta 2015. Nájera fue titular de la policía estatal con González Márquez. Incluso, hay áreas en la administración pública en donde los cambios sólo tuvieron que ver con las cabezas, pero que existe un servicio civil más o menos consolidado (Planeación, por ejemplo). En esta transición, se especuló de algunos nombres, pero en realidad no hay nadie que repita. La ruptura es más que evidente.Y una última lectura, no es un gabinete con aspiraciones electorales. Esto es importante de cara a las grillas en 2021. Si uno revisa los perfiles que integran esta primera parte del gabinete, nos daremos cuenta que el 90% ya alcanzó el puesto que quería. Hace seis años estábamos: ¿quién será El Delfín? ¿Quién para Guadalajara? ¿Cómo se mueven las aguas para la sucesión? La realidad es que los nombres que presentó Alfaro no buscan acomodarse en 2021 y eso podría generar más incentivos para que se construyan proyectos de mediano y largo plazo sin atender a las tiranías del calendario electoral. Ni siquiera un perfil sin ambiciones electorales te asegura mejores resultados, pero es una apuesta más sensata que utilizar las secretarías como trampolines para otros puestos de la administración pública.Los gabinetes son reflejo de la personalidad de los gobernantes y el equipo que los acompaña. Alfaro opta por reproducir el modelo de gestión que le gusta: grupos compactos, muchos técnicos, cero aspiraciones electorales y esquivar los debates ideológicos. Aristóteles fracasó con su apuesta de fusión de secretarías y ahora le toca al gobernador electo proponer en qué terreno de juego quiere moverse y con qué alineación comenzar su administración.