María Isabel Ceja Fierro vivía en la calle Gante, de la colonia Las Conchas en Guadalajara, cuando a las 10 de la mañana bajó de su cuarto para ir a trabajar y una explosión hizo que la mitad de su casa desapareciera. Ella y su mamá, doña Amada Fierro se cubrieron. Afuera, un muro de polvo tapaba el desastre y, cuando bajó, "haz de cuenta que fue la guerra", expresa Isabel con ojos llorosos, "vimos todo desaparecido... o más bien no vimos nada".La explicación oficial fue que las explosiones se originaron con la gasolina que derramó el poliducto Salamanca-Guadalajara en la colonia Álamo Industrial, en donde también había hidrocarburos descargados por plantas industriales y talleres. Día antes ya olía a gasolina en casi todo el Sector Reforma y colonias aledañas. Nadie hizo caso. "El 22 de abril fue el día fatal", sentencia Isabel. Habitantes y trabajadores de trece kilómetros del Sector Reforma sufrieron la negligencia. De la Calzada Independencia hasta Dr. R. Michel en las colonias Analco, Atlas, Las Conchas y San Carlos.A la vuelta de su casa, otra parte de su familia habitaba. Isabel dejó a su mamá resguardada para ir a buscarlos entre los escombros, sin embargo, el Ejército, que ya estaba en el lugar, le impidió el paso. En la noche les dieron la noticia: a sus dos tías, que rondaban los 50 años, a sus dos primas, de 28 y 17, y a su sobrino, de apenas dos, los contaron entre la cifra oficial de 212 muertos.Un vecino las sacó y las llevó hasta la fábrica de Calzado Canadá, por la avenida Dr. R. Michel. Buscaron taxis, pero ninguno se paraba y ellas, cubiertas en polvo, no sabían qué hacer. En los noticieros de radio y televisión la noticia ya se propagaba. Luego un señor, que escuchaba la noticia, se detuvo, las subió a su carro y las llevó hasta donde se construía la Nueva Central Camionera, pues ahí vivía su hermana. "Fue un ángel. Él me dijo: "súbanse, las voy a llevar hasta donde usted me diga. No las voy a dejar hasta que encuentren donde quedarse y dejarlas en manos de sus familiares" y así fue. Le mando bendiciones".Esa noche, el entonces Presidente, Carlos Salinas de Gortari, arribó a la ciudad y visitó el Hospital Militar, donde habían trasladado a doña Amada y a una hermana de Isabel que tenía ocho meses de embarazo. Ambas se pusieron mal por la impresión pero Isabel aprovechó para pedir apoyo a Salinas y reclamar la negligencia. "Si antes nos hubieran dicho que teníamos que evacuar, yo me iba, aunque se hiciera pánico. Preferible antes que después, como ahora", le dijo.Después de ese día, Isabel, como otras familias, vagaron por años de casa en casa hasta tener una propia. El Sector Reforma se recuperó y sobre la calle Gante construyeron una capilla en donde, cada 22 de abril, se ofrece misa por las víctimas. Hoy, a 27 años de las explosiones, las lágrimas y el sentimiento al contar los hechos siguen saliendo, no solo de Isabel sino de todos los que sobrevivieron al día fatal.LS