Mañana será 10 de mayo, Día de las Madres, una de las fechas más emotivas del calendario y una de las noches donde la tradición de las serenatas demuestra que está viva.Nacidas como una forma de música tranquila para ser tocada al aire libre y probablemente al atardecer durante la época renacentista, tomó un cariz romántico en España en los siglos XVI y XVII, y un carácter más festivo en Latinoamérica.En México, la música local ha tomado protagonismo en ellas, y el mariachi es quizá su forma más espectacular, pues las serenatas no sólo son música, sino un evento social que incluye un protocolo de encender una luz en señal de aceptación del regalo o, en caso contrario, dejarla apagarla. En el caso del Días de las Madres, basta con dejar sonar un par de canciones antes de que la festejada abra la puerta para recibir a quien la regala.Aunque tradicionales, las serenatas no son propiamente comunes, y esta combinación de rareza y tipicidad las hace el regalo perfecto para el 10 de mayo. El detalle, sin embargo, tiene un costo.El precio de las serenatas varía según el número de músicos y el tiempo de su trabajo. Según una encuesta del Gobierno de México levantada en 2022, el precio por hora de un mariachi en Jalisco era de 3 mil 800 pesos, de 3 mil 600 por serenata y 300 pesos por canción extra.Como referencia, las serenatas con un grupo norteño en la Ciudad de México era, según la misma fuente, de 2 mil 200 por hora y 2 mil 300 por serenata. La banda en Sinaloa subía hasta 6 mil 300 por hora y 4 mil 562 por serenata.La inflación hace necesario ajustar estos precios de referencia para este año, así como tener en cuenta la fecha, que es una donde este tipo de servicios son más solicitados.En internet pueden encontrarse paquetes que van desde un mariachi de cinco integrantes por 2 mil 500 pesos, hasta de 10 integrantes por 6 mil pesos.El 10 de mayo los mismos músicos, aun los no profesionales, suelen organizar serenatas para las madres de cada integrante del grupo donde tocan, un gesto que siempre es bien recibido, pues como dice el cliché, "la intención es la que cuenta", y hacer uno mismo el regalo agrega una carga afectiva difícil de superar.