Era domingo, Lilian había salido de trabajar, pasaban las nueve de la noche. Se encontraba en una parada del camión en la Glorieta de la Estampida en Guadalajara, luego de esperar por un buen rato pasó su autobús, pero como venía lleno decidió esperar a ver si pasaba uno más vacío.Se dieron las 10 de la noche y cada vez pasaban menos carros y camiones, no tenía datos de Internet ni saldo para llamar por teléfono y comenzó a asustarse, pese a que tenía consigo una navaja con la que en ocasiones se sentía más segura de estar en la calle.Estaba oscuro. No se dio cuenta en qué momento salió un hombre de la nada y se le acercó.“De pronto siento que alguien me agarra del brazo, y volteo y era un vato. No recuerdo muy bien qué me dijo, pero fue algo como ‘hola bonita, cómo estás’. Me asusté muchísimo y pensé ‘ya valió, aquí quedé’.Mi primer instinto fue decir no, quité el brazo y saqué la navaja, el vato se sacó de onda por la navaja. “Se fue caminando y se subió a un carro que yo no había visto, no sé cuánto tiempo tenía ahí y no sabes el miedo que me da todavía al pensar cuánto tiempo estuvo ese hombre observándome, esperando a hacerme qué. Se me ocurrió entonces hacer una llamada por cobrar a mi mamá, pasó por mí y le platiqué todo, me rompí en llanto”, contó Lilian.Lilian minimiza lo que ocurrió pensando que quizá algunas otras mujeres han pasado por situaciones más fuertes. "Es muy feo para mí porque muchas cosas así me llegaron a pasar en la calle y todo eso me enseñó a estar bien alerta en la calle, y ser una sangrona para que nadie me diga nada, porque no me la puedo jugar otra vez”, añadió la joven.