La crisis económica también pega a las casas de préstamos, pues, pese a la situación que atraviesa el país y el mundo por la pandemia de COVID-19, los usuarios que acudían a empeñar sus bienes disminuyeron.Ignacio Román, economista y profesor del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), resaltó cuatro aspectos fundamentales para este fenómeno, entre los que resaltan terminar con bienes, y tasas de interés elevadas.El primero es que todo lo “empeñable”, ya lo dejaron cuando comenzó la crisis. Es decir, hacia abril y mayo, luego del cierre por la pandemia de COVID-19, el dinero comenzó a bajar, por lo que las personas tuvieron que recurrir a dejar como prenda todo lo que se podía.Otra de las razones es que, aunque aún pasamos por circunstancias económicas difíciles, la crisis más fuerte fue el segundo trimestre del año (abril, mayo, junio), y ahora hay un periodo de recuperación.Esto último, los trabajadores de las casas lo han podido notar. En una de estas, ubicada sobre la Calzada Independencia, Laura, quien trabaja en el lugar, compartió que la crisis comenzó cuando cerraron en abril y reabrieron solo vía WhatsApp.De hecho, indicó que desde agosto hubo una disminución de hasta 70%, por lo que ahora el lugar tiene estantes casi vacíos, pues se sostienen de las ventas de bienes que no se recuperaron.El tercer elemento es que apenas comienza enero: “El momento del año con más empleo es noviembre y con más dinero es diciembre, por el proceso navideño que incluye aguinaldos, más comercio, entre otros. Es posible que se haya generado una capacidad adquisitiva que aún no se agota”.Por último, señaló que las tasas de interés son más altas en este tipo de lugares, por lo que la gente prefiere vender el producto a empeñarlo por menos dinero, a sabiendas que no lo recuperará.Antonio Ruiz, profesor investigador del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA), coincidió con Román y agregó que “puede ser dado un exceso de pignorantes, las casas de empeño tiendan a reducir los montos de préstamos y podrían subir tasas de interés, lo que después reducen los incentivos para empeñar”.Por otro lado, quienes siguen acudiendo, dejan en prenda lo último que les queda: celulares. Como en un establecimiento en el cruce de Avenida La Paz y la Calzada Independencia, donde además de dos exhibidores llenos, cuentan con más aparatos de este tipo en bodegas, según informó Edgar Torres, trabajador del lugar.“Este año, a comparación del pasado vienen lo doble. Y cada hora, al menos dos personas dejan sus celulares”, compartió.Una de ellas es Graciela, quien tuvo que dejar su equipo para poder pagar la misa de quince años de su hijo, pues el sueldo de su esposo no le alcanza.“Son 300 o 250 que se gana como cargador. Antes de la pandemia tenía trabajo de planta y ganaba el doble diario, pero con la contingencia el lugar quebró. Ahora hay veces que trabaja y otras que no”, compartió.LS